domingo, 5 de septiembre de 2021

NUESTRA PARTE CONSCIENTE Y RACIONAL ES SOLO LA PUNTA DEL ICEBERG DE NUESTRA PERSONALIDAD

 

Doctor Jekyll y Mr. Hyde

   “El sumo error, desde el Renacimiento hasta nuestros días, fue creer —con Descartes— que vivimos de nuestra conciencia, de aquella breve porción de nuestro ser que vemos claramente y en que nuestra voluntad opera. Decir que el hombre es racional y libre me parece una expresión muy próxima a ser falsa. Porque, en efecto, poseemos razón y libertad; pero ambas potencias forman sólo una tenue película que envuelve el volumen de nuestro ser, cuyo interior ni es racional ni es libre. Las ideas mismas de que la razón se compone nos llegan hechas y listas de un fondo oscuro, enorme, que está situado debajo de nuestra conciencia. Parejamente, los deseos se presentan en el escenario de nuestra mente clara como actores que vienen ya vestidos y recitando su papel de entre los misteriosos, tenebrosos bastidores. Y como sería falso decir que un teatro es la pieza que se representa en su iluminado escenario, me parece, por lo menos, inexacto decir que el hombre vive de su conciencia, de su espíritu. La verdad es que, salvo esa somera intervención de nuestra voluntad, vivimos de una vida irracional que desemboca en la conciencia, oriunda de la cuenca latente, del fondo invisible que en rigor somos. Por eso el psicólogo tiene que transformarse en buzo y sumergirse bajo la superficie de las palabras, de los actos, de los pensamientos del prójimo, que son mero escenario. Lo importante está detrás de todo eso. Al espectador le basta con ver a Hamlet que arrastra su neurastenia por el jardín ficticio. El psicólogo le espera cuando sale por el foro, y quiere conocer, en la penumbra de telones y cordajes, quién es el actor que hace de Hamlet” (Ortega y Gasset[1]).

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  PERO SOLO EL ENTENDIMIENTO, LA VOLUNTAD Y LA MORALIDAD PUEDEN EVITAR QUE LAS FUERZAS DEL INCONSCIENTE NOS ARRASTREN HACIA LA LOCURA

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    “Con las imágenes del inconsciente se impone al hombre una difícil responsabilidad. La no-comprensión, así como la carencia de obligación moral, arrebatan a la existencia su integridad y otorgan a muchas vidas individuales el penoso carácter fragmentario” (Carl G. Jung[2]).



[1] Ortega y Gasset: “La elección en amor”, O. C. Tº 5, p. 602.

[2] Carl Gustav Jung: “Recuerdos, sueños, pensamientos”, Barcelona, Seix Barral, 1981, p. 230.

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