“Lo que da a una actividad el carácter de humano hacer es, pues,
nuestra voluntad o querer ejercitarla. Ahora bien, nuestro querer consiste
siempre en querer algo, pero además, en quererlo por algo y para algo (…) El por
qué queremos algo se llama el motivo de
nuestro querer, (lo que) nos mueve a querer. El para qué nos movemos es la finalidad o fin (…) El por
qué hacemos algo hay que buscarlo siempre
en una situación en que nos encontramos, a la cual reaccionamos queriendo otra
mejor y para obtener esa otra situación que ambicionamos, para hacerla, nos
resolvemos a ejercer una actividad, a ejecutar una acción. Todo hacer
humano es ininteligible si no procuramos descubrir y representarnos la
‘situación’ que lo ha provocado. ¡Quién
sabe, quién sabe si en el por qué y
el para qué del hacer humano se
esconde la clave de un problema acaso el
más fundamental de todos! (…) el hecho absoluto y misterioso de que en el
universo exista eso que llamamos sentido, nous –lo inteligible como tal, lo que da ocasión a que entendamos o no
entendamos (…) Abismático problema (…) Los haceres humanos posibles son
infinitos y más o menos diferentes. Sin embargo (…) los elementos constantes
son: ejecutar una actividad –el por y
el para del hacer”[1].
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