Las opiniones expuestas en esas citas son el contrapunto de esto
otro que decía Nietzsche:
“En
última instancia lo que amamos es nuestro deseo, no lo deseado”. El
deseo este de Nietzsche no se paraba en ningún objeto, no se detenía en ninguna
meta, proponía que cuando se llegase a una se estuviera pensando en ir sin
descanso a la siguiente. María Zambrano decía
de esta actitud: “Nietzsche, ímpetu sin fin de vida, necesitaba la gracia luminosa que
detuviera su desesperada carrera, que encantara su ambición demoníaca, que
hiciera al fin descansar al judío errante”. Y concluía la misma Zambrano:
“Nietzsche
destruyó su vida al no haber podido alcanzar forma” (Nietzsche acabó en
la locura). Adquirir "forma" es, como dice Ortega, detenerse en alguna clase de
meta, considerar que en alguna parcela de la vida ya se ha llegado a donde
había que llegar, no seguir, por tanto, anhelando ir más allá. Lo que toca entonces
es repetir. Por ejemplo, cuando uno ha llegado a formar un hogar: si se
concluye que eso es lo que se quería, ese ha de ser el lugar al que regresar
cada noche, no hay algo alternativo que seguir buscando en esa parcela de vida.
El compromiso, la fidelidad han de venir a sustituir a aquel deseo que sigue
empujando, como en Nietzsche, más allá de lo deseado. En esa parte de la vida
hay que desistir de seguir buscando, de seguir deseando.
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