“Decimos que hemos encontrado una verdad cuando hemos hallado un cierto
pensamiento que satisface una necesidad intelectual previamente sentida por
nosotros. Si no nos sentimos menesterosos de ese pensamiento éste no será para
nosotros una verdad. Verdad es, por lo pronto, aquello que aquieta una
inquietud de nuestra inteligencia. Sin esta inquietud no cabe aquel
aquietamiento. Parejamente decimos que hemos encontrado la llave cuando hemos
hallado un preciso objeto que nos sirve para abrir un armario cuya apertura nos
es menester. La precisa busca se calma en el preciso hallazgo: éste es función
de aquélla” (Ortega y Gasset[1]).
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“La verdad objetiva –sin que por esto padezca lo más mínimo su
objetividad– es buscada y reconocida o desestimada por nosotros, por los
sujetos. De suerte que hay un punto en que la verdad objetiva tiene que ser
además verdad subjetiva (…) La verdad objetiva tiene que pasar por el estado de
verdad subjetiva, como por el de larva la mariposa” (Ortega y Gasset[2]).
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