“¡Dios ha muerto! ¡Y nosotros lo hemos matado! ¿Cómo podremos
consolarnos, asesinos entre los asesinos? Lo más sagrado y poderoso que poseía
hasta ahora el mundo se ha desangrado bajo nuestros cuchillos. ¿Quién nos lavará
esa sangre? (…) ¿No es la grandeza de este acto demasiado grande para nosotros?
¿No tendremos que volvernos nosotros mismos dioses para parecer dignos de ella?
(…) ¿Pues, qué son ahora ya estas iglesias, más que las tumbas y panteones de
Dios?” (Friedrich Nietzsche[1]).
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“Dostoievski escribe: ‘Si Dios no existiera, todo estaría permitido’.
Este es el punto de partida del existencialismo. En efecto, todo está permitido
si Dios no existe y en consecuencia el hombre está abandonado (…) no
encontramos frente a nosotros valores u órdenes que legitimen nuestra conducta
(…) Estamos solos, sin excusas. Es lo que expresaré diciendo que el hombre está
condenado a ser libre” (Jean-Paul Sartre[2]).
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“Cuando alguien llega a la extraña idea de que Dios ha muerto, o de que
no existe en absoluto, la imagen psíquica de Dios, que representa una
determinada estructura dinámica y psíquica, retorna al sujeto y genera
‘semejanza con Dios’, es decir, todas aquellas características propias de los
hombres locos que conducen a catástrofes” (Carl Gustav Jung[3]).
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“Antes de que el demonio de la Filosofía, el extraño
demonio que hizo huir a todos los demás, tomara posesión del hombre, la tierra
estaba llena de Dioses, de ángeles; estaba habitada y llena de sentido” (María
Zambrano[4]).
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“Los dioses han sido, pueden haber sido inventados, pero no la matriz de donde han surgido un día” (María Zambrano[5]).
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“Decir que no hay dioses es decir que las cosas no tienen, además de su
constitución material, el aroma, el nimbo de una significación ideal, de un
sentido” (Ortega y Gasset[6]).
[1]
Friedrich Nietzsche: “La Gaya Ciencia”, parágrafo 125.
[2]
Jean-Paul Sartre: “El existencialismo es un humanismo”, Barcelona, Orbis, 1984,
pp. 68-69.
[3]
Carl Gustav Jung: “Después de la catástrofe”, en “Civilización en transición”,
Obra Completa, vol. 10, Madrid, Trotta, 2001, p. 206.
[4] María
Zambrano: “Hacia un saber sobre el alma”, Barcelona, Planeta De Agostini, 2011,
p. 92.
[5] María Zambrano: “El hombre y lo divino”, México, Fondo de cultura Económica, 1973, p. 32.
[6] Ortega
y Gasset: “El Espectador”, Vol. I, O. C. Tº 2, Madrid, Alianza, 1983, p. 58
Es difícil para mí entender lo que pubicas
ResponderEliminarNo sé qué decirte. En los comentarios, especialmente en la página de facebook (en la que me dirijo a más gente) procuro resolver las dudas que se me plantean, y mi interés es que lo que publico sea accesible en general. Pero quizás tendrías que acotar alguna duda concreta.
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