La cultura occidental ha discurrido hasta ahora bajo la
égida de dos grandes corrientes filosóficas: el realismo, desde
los griegos hasta el fin de la Edad Media, y el idealismo, a lo
largo de toda la Modernidad y hasta ahora. Para el realismo, la realidad
radical son las cosas, el cosmos, la naturaleza, de la cual nosotros, los
humanos, somos un apéndice más. Las cosas son entidades generales, universales,
que la razón capta a través de los conceptos. Consecuencia práctica:
el mundo tiene decidido lo que es sin contar con nosotros, y solo queda
adaptarse a él, como hicieron los estoicos, o retirarse de él, como prefirieron
hacer los cínicos o los monjes cristianos.
Ya en el siglo XIII aparece Duns Scoto afirmando que
el mundo no es algo definitivo: Dios podía haber querido que fuera otra cosa, y
esto, su voluntad, hubiera sido lo decisivo. Por lo demás, las cosas no son
buenas o malas en sí mismas, sino porque Dios lo ha querido así, pero podría
haber querido lo contrario, y su voluntad sería asimismo lo decisivo. Junto con
su alumno, Guillermo de Ockham, llevaron ambos a la filosofía a la conclusión
de que no existe nada predeterminado; la libertad, en suma, (la fe con Lutero)
está por encima incluso de la razón (que era la depositaria de los conceptos).
Estas ideas no solo quedaron referidas a Dios, sino que afectaron también a los
hombres: el mundo no estaba preestablecido, sino que pasaba a ser lo que el
hombre quisiera que fuera. Descartes cambió la voluntad por otro
atributo subjetivo: el pensamiento. Consecuencia práctica: aparecieron la
libertad, la idea de progreso, el utopismo… El mundo podía cambiar. La realidad
pasó a ser una dependencia de la voluntad y el pensamiento. También la ciencia
recogió ese espíritu y, en vez de entender el mundo como algo dado, pasó a
fundamentarse en el método hipotético-deductivo: la mente genera hipótesis que
después se contrastan con los hechos. La mente, pues, lleva la iniciativa.
Esta última etapa, el idealismo, no cuajó en las mentes
latinas, que quedaron ancladas en el realismo… a la espera de incorporarse a la
etapa que está ya llegando: el raciovitalismo (Ortega para los
amigos).