“Para que el pensamiento actúe tiene que haber un
problema delante (…) El problema supone (…) que algo sea dado y que lo dado sea
incompleto, no se baste a sí mismo (…) Esto es la conciencia de problema. Es
saber que no sabemos bastante, es saber que ignoramos. Y tal fue, en rigor, el
sentido profundo del «saber el no saber» que Sócrates se atribuía como único
orgullo. ¡Claro!, como que es el comienzo de la ciencia la conciencia de los
problemas.
“Por eso se pregunta Platón: ¿Qué ser es capaz de
actividad cognoscitiva? No lo es el animal porque lo ignora todo, inclusive su
ignorancia, y nada puede moverle a salir de ella. Pero tampoco es Dios, que lo
sabe ya todo de antemano y no tiene por qué esforzarse. Sólo un ser de
intermisión, situado entre la bestia y Dios, dotado de ignorancia pero a la vez
sabedor de esta ignorancia, se siente empujado a salir de ella y va en dinámico
disparo, tenso, anhelante, de la ignorancia hacia la sabiduría. Este ser
intermedio es el hombre. Es, pues, la gloria específica del hombre saber que no
sabe —esto hace de él la bestia divina cargada de problemas” (Ortega y Gasset[1]).
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“Si todos los problemas humanos fueran resueltos, la
humanidad se moriría de resultas de ello, porque el hombre es un ser hecho para
existir en lo problemático, para ser espoleado por la conciencia y el dolor de
sus problemas” (Ortega y Gasset[2]).
[1]
Ortega y Gasset: “¿Qué es filosofía?”, O. C. Tº 7, p. 358.
[2]
Ortega y Gasset: “Las profesiones liberales”, O. C. Tº 7, p. 700
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