"Ventana de hotel"-Edward Hopper |
“Lo
que importa no es tanto que la vida de una persona esté llena de dolor o de
placer, sino que esté llena de sentido” (Viktor E. Frankl[1])
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El Job de la Biblia expresaba de esta manera un lamento
que es tan viejo como el hombre: “¿Por
qué no quedé muerto desde el seno? ¿Por qué no expiré recién nacido? (...)
Ahora dormiría tranquilo, y descansaría en paz”[2]. Poetas y filósofos han
hecho uso muy a menudo de sus respectivos recursos para confrontarse con ese
sentimiento que presupone que la vida es algo difícil de sobrellevar. Son
famosas las palabras de Camus en “El mito de Sísifo”: “No
hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: es el suicidio. Juzgar
que la vida vale o no vale la pena de ser vivida es la cuestión fundamental de
la filosofía”[3]. Pero mientras que la
filosofía está interesada en buscar un sentido en el que encuadrar el
sufrimiento, el recurso de los poetas frente a él es nada más que expresivo,
sirve para dar forma literaria al lamento, a veces para incluso deleitarse en
la pena. Ejemplo de ello sería aquel verso de Manuel Machado en un poema
dedicado a Unamuno: "Que la vida se tome la pena de
matarme, ya que yo no me tomo la pena de vivir..."[4]. Fórmulas que podríamos
considerar incluso peligrosas. Los filósofos, cuentan, al parecer, y como
decimos, con mejores recursos. Cioran, que no se quitaba la palabra suicidio de la
boca, sabe que pensar es un eficaz antídoto contra él: “Si
el sufrimiento no fuera un instrumento de conocimiento ―dice, por ejemplo―,
el suicidio sería obligatorio”[5]. Hablaba Cioran por experiencia propia.
Así explica lo que significó ponerse a escribir, y por tanto a pensar, su
primer libro, “En las cimas de la desesperación”: “Es evidente que, de no haberme puesto a escribir este libro a los
veintiún años, me hubiese suicidado”[6]. Parece que la palabra, pero la palabra puesta al
servicio del silogismo, es un buen recurso terapéutico frente al sufrimiento
que supone vivir.
[1] Viktor
E. Frankl: “Ante el vacío existencial. Hacia una humanización de la psicoterapia”,
Barcelona, Herder, 1980, p. 107.
[2] Job,
cap. 3, versículos 11 y 13.
[3] Albert
Camus: “El mito de Sísifo”, Madrid, Alianza, 1983, pág. 15.
[5] E.
M. Cioran: “El ocaso del pensamiento”, Barcelona, Tusquets, 2000, p. 31.
[6] Emil M.
Cioran: “En las cimas de la desesperación”, Barcelona, Tusquets, p. 13.
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