"El curso del Imperio. Destrucción"-Thomas Cole |
“Siempre el hambre y sed de comer y beber será
psicológicamente más fuerte, tendrá más energía bruta psíquica que el hambre y
sed de justicia. Cuanto más elevada es una actividad en un organismo es menos
vigorosa, menos estable y eficiente. Las funciones vegetativas fallan menos que
las sensitivas, y éstas, menos que las voluntarias y reflexivas. Como dicen los
biólogos, las funciones últimamente adquiridas, que son las más complejas y
superiores, son las que primero y más fácilmente son perdidas por una especie.
En otros términos: lo que vale más es lo que está siempre en mayor peligro. En
un caso de conflicto, de depresión, de apasionamiento siempre estamos prontos a
dejar de ser inteligentes. Diríase que llevamos la inteligencia prendida con un
alfiler. O dicho de otra forma: el más inteligente lo es... a ratos. Y lo mismo
podríamos decir del sentido moral y del gusto estético. Siempre en el hombre,
por su esencia misma, lo superior es menos eficaz que lo inferior, menos firme,
menos impositivo” [Ortega y Gasset-1].
“No hay adquisición humana que sea firme. Aun lo que
nos parezca más logrado y consolidado puede desaparecer en pocas generaciones.
Eso que llamamos «civilización» —todas esas comodidades físicas y morales,
todos esos descansos, todos esos cobijos, todas esas virtudes y disciplinas
habitualizadas ya, con que solemos contar y que en efecto constituyen un
repertorio o sistema de seguridades que el hombre se fabricó como una balsa, en
el naufragio inicial que es siempre el vivir—, todas esas seguridades son
seguridades inseguras que en un dos por tres, al menor descuido, escapan de
entre las manos de los hombres y se desvanecen como fantasmas. La historia nos
cuenta de innumerables retrocesos, de decadencias y degeneraciones. Pero no
está dicho que no sean posibles retrocesos mucho más radicales que todos los
conocidos, incluso el más radical de todos: la total volatilización del hombre
como hombre y su taciturno reingreso en la escala animal, en la plena y
definitiva alteración. La suerte de la cultura, el destino del hombre, depende
de que en el fondo de nuestro ser mantengamos siempre vivaz esta dramática
conciencia y, como un contrapunto murmurante en nuestras entrañas, sintamos
bien que sólo nos es segura la inseguridad” [Ortega y Gasset-2].
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