lunes, 7 de junio de 2021

CUÁNDO, CÓMO Y POR QUÉ PROCEDE RETIRARSE

 

"Filósofo meditando"-Rembrandt

“Si nos faltan fuerzas, retirémonos de refriegas y encerrémonos en nosotros mismos (…) Quien se torne inútil, pesado e importuno a los otros, procure no ser lo mismo consigo mismo (…) Hemos de servirnos de las ventajas accidentales y externas a nosotros mientras nos son gratas, pero sin convertirlas en nuestro principal fundamento, porque esto ni la razón ni la naturaleza lo quieren” (Michel de Montaigne[1]).

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“La vida es más agradable cuando ya comienza a decaer pero aún no ha parado en decrepitud, y también cuando está a punto de perecer creo que tiene sus placeres, o, cuando menos, en esta sazón, en lugar de tales placeres nos gozamos de no precisar de ninguno de ellos. ¡Cuán dulce es haber fatigado y abandonado los deseos! ‘¡Es molesto’, me dices, ‘tener la muerte ante los ojos!’ En primer lugar, tanto la tiene delante el joven como el viejo: no es según la cuenta de la edad como somos llamados. En segundo lugar, nadie es tan viejo que no pueda aguardar un día más. Y un día es un peldaño más de la vida” (Séneca[2]).

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“La ocupación que en una vida de retiro ha de elegirse no ha de ser trabajosa ni enojosa, pues de lo contrario nulo sería ir a buscar en ella descanso. Lo que se escoja dependerá del gusto particular de cada uno. El mío no se acomoda a cosas manuales, mas quienes las amen deben practicarlas con moderación (…) No siendo así, los oficios manuales degeneran en serviles, como dice Salustio. Hay actividades, entre esas, más excusables, como la jardinería (…) Cabe encontrar un medio entre el cuidado mecánico, bajo y vil, a que algunos hombres se entregan, y la profunda y extrema indiferencia, que todo lo deja caer en abandono, que en otros se ve (…) Oigamos el consejo que Plinio el Joven da a Cornelio Rufo, su amigo, a propósito de la soledad: ‘Te aconsejo que en ese ubérrimo y fecundo retiro en que estás cedas a tus gentes el bajo y abyecto cuidado de las cosas manuales y te dediques al estudio de las letras, para obtener algo que sea enteramente tuyo’ ” (Michel de Montaigne[3]).



[3] Michel de Montaigne: “Ensayos”, 3 Ts., Barcelona, Orbis, 1984, Tº 1º, Cap. XXXVIII, “De la soledad”, p. 183.


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