lunes, 28 de junio de 2021

COMENTARIO A PROPÓSITO DEL PELIGRO QUE ACECHA A LO MEJOR DE NOSOTROS MISMO

 

M. C. Escher: Reptiles


  Decía Ortega que “la forma es un movimiento detenido”[1]. La Creación es una gran fuerza centrífuga que empuja, como en el lema olímpico, hacia “más alto, más lejos, más fuerte”. En suma, en la dirección de alcanzar nuevas versiones de lo posible, de lo que aún falta por rellenar entre lo ya logrado y el infinito. El animal es una forma, un movimiento detenido, un desistimiento de seguir adelante (la fuerza centrípeta) logrado antes de lo que ocurre con el hombre. Su paquete de instintos cristalizó en algo definitivo y ya invariable. El animal es ya el que es. La vida humana, sin embargo, es la parte de la Creación que peor acomodo encontró entre lo ya formado e irrevocable. El hombre, debido a ello, pasó de ser una criatura a colaborar en la Creación.

    El instinto es una cristalización, una forma, un movimiento detenido. Cuando el animal llegó hasta él, Dios estaba ya en el séptimo día de la Creación, el día de descanso, y así se quedó. Pero al hombre lo dejó incompleto, y tuvimos que seguir colaborando en esa tarea centrífuga hacia algo superior. Lo que está, pues, por encima del instinto: el comportamiento moral, la aspiración a la belleza, a la justicia, la inteligencia… hay que entender que es parte de ese nivel superior que nos dirige hacia el Punto Omega.

   Otra forma menos enrevesada de decir todo esto es la de Ortega: “Todo lo que somos positivamente lo somos gracias a alguna limitación. Y este ser limitados, este ser mancos, es lo que se llama destino, vida. Lo que nos falta y nos oprime es lo que nos constituye y nos sostiene.” [2]. Gracias, pues, a que nos sentimos incompletos, deficientes, a falta de respuestas (algo que no le pasa al resto de la Creación), hemos inventado modos de resolver nuestras insuficiencias. Todo lo que somos diferencialmente los hombres es porque no nos bastaban los instintos. Creo que también me apunto a una forma de decirlo, la de Cioran, que yo retuerzo un poco para adaptarla a este contexto: “La primavera, como cualquier comienzo, es una deficiencia de eternidad”[3].

  Las reglas comunitarias de los animales son asimismo parte de su paquete de instintos. No se rebelan los miembros de la manada contra esas reglas porque la Creación se interrumpió en ellos en esa primera etapa, que también atravesamos los humanos, en la que el “nosotros” es lo original. Los humanos seguimos adelante hasta descubrir la siguiente etapa, en la que aparece el “yo”. El “yo” es el que tiene entre sus componentes, como resulta evidente, el del inconformismo y la rebeldía. El “yo” es el que asume el encargo de proseguir la Creación.



[1] Ortega y Gasset: “El Espectador”, Tº VII, “Obras Completas”, Tº 2, pág. 590.

[2] Ortega y Gasset: “Vicisitudes en las ciencias”, O. C. Tº 4, p. 68.

[3] E. M. Cioran: “El ocaso del pensamiento”, Barcelona, Tusquets, 2000, pág. 81

domingo, 27 de junio de 2021

LO MEJOR DEL HOMBRE ES LO QUE ESTÁ SIEMPRE EN MAYOR PELIGRO

 

"El curso del Imperio. Destrucción"-Thomas Cole

   “Siempre el hambre y sed de comer y beber será psicológicamente más fuerte, tendrá más energía bruta psíquica que el hambre y sed de justicia. Cuanto más elevada es una actividad en un organismo es menos vigorosa, menos estable y eficiente. Las funciones vegetativas fallan menos que las sensitivas, y éstas, menos que las voluntarias y reflexivas. Como dicen los biólogos, las funciones últimamente adquiridas, que son las más complejas y superiores, son las que primero y más fácilmente son perdidas por una especie. En otros términos: lo que vale más es lo que está siempre en mayor peligro. En un caso de conflicto, de depresión, de apasionamiento siempre estamos prontos a dejar de ser inteligentes. Diríase que llevamos la inteligencia prendida con un alfiler. O dicho de otra forma: el más inteligente lo es... a ratos. Y lo mismo podríamos decir del sentido moral y del gusto estético. Siempre en el hombre, por su esencia misma, lo superior es menos eficaz que lo inferior, menos firme, menos impositivo” [Ortega y Gasset-1].

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   “No hay adquisición humana que sea firme. Aun lo que nos parezca más logrado y consolidado puede desaparecer en pocas generaciones. Eso que llamamos «civilización» —todas esas comodidades físicas y morales, todos esos descansos, todos esos cobijos, todas esas virtudes y disciplinas habitualizadas ya, con que solemos contar y que en efecto constituyen un repertorio o sistema de seguridades que el hombre se fabricó como una balsa, en el naufragio inicial que es siempre el vivir—, todas esas seguridades son seguridades inseguras que en un dos por tres, al menor descuido, escapan de entre las manos de los hombres y se desvanecen como fantasmas. La historia nos cuenta de innumerables retrocesos, de decadencias y degeneraciones. Pero no está dicho que no sean posibles retrocesos mucho más radicales que todos los conocidos, incluso el más radical de todos: la total volatilización del hombre como hombre y su taciturno reingreso en la escala animal, en la plena y definitiva alteración. La suerte de la cultura, el destino del hombre, depende de que en el fondo de nuestro ser mantengamos siempre vivaz esta dramática conciencia y, como un contrapunto murmurante en nuestras entrañas, sintamos bien que sólo nos es segura la inseguridad” [Ortega y Gasset-2].



[1] Ortega y Gasset: “¿Qué es filosofía?”, O. C. Tº 7, p. 346.

[2] Ortega y Gasset: “El hombre y la gente”, O. C. Tº 7, p. 90.

viernes, 25 de junio de 2021

LA EPIDEMIA DE SOLEDAD QUE SUFRE EL MUNDO ACTUAL

 

"Automat"-Edward Hopper


   “No contento con producir el aislamiento, el sistema engendra su deseo, deseo imposible que, una vez conseguido, resulta intolerable: cada uno exige estar solo, cada vez más solo y simultáneamente no se soporta a sí mismo, cara a cara. Aquí el desierto ya no tiene ni principio ni fin” (Gilles Lipovetsky[1])

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   “Hombres y mujeres siguen aspirando a la intensidad emocional de las relaciones privilegiadas (quizá nunca hubo una tal «demanda» afectiva como en esos tiempos de deserción generalizada), pero (…) cuanto más la ciudad desarrolla posibilidades de encuentro, más solos se sienten los individuos (…) más rara es la posibilidad de encontrar una relación intensa. En todas partes encontramos la soledad, el vacío, la dificultad de sentir, de ser transportado fuera de sí; de ahí la huida hacia adelante en las «experiencias» que no hace más que traducir esa búsqueda de una «experiencia» emocional fuerte. ¿Por qué no puedo yo amar y vibrar? Desolación de Narciso, demasiado bien programado en absorción en sí mismo para que pueda afectarle el Otro, para salir de sí mismo, y sin embargo insuficientemente programado ya que todavía desea una relación afectiva” (Gilles Lipovetsky[2]).

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   “«No exactamente una idea, sino una especie de iluminación... Si eso es; vete, Bruno. Déjame sola.» ‘La mujer zurda’, la novela de P. Handke cuenta la historia de una chica que sin ninguna razón, sin objetivo, le pide a su marido que la deje sola con su hijo de ocho años. Exigencia ininteligible de soledad que no debe ni mucho menos achacarse a una voluntad de independencia o de liberación feminista. Todos los personajes se sienten igualmente solos, la novela no puede reducirse a un drama personal; por lo demás, ¿qué cuadrícula psicológica o psicoanalítica podría explicitar lo que precisamente se presenta como algo que escapa al sentido? (…) la soledad se ha convertido en un hecho, una banalidad al igual que los gestos cotidianos (…) Después de la deserción social de los valores e instituciones, la relación con el Otro es la que sucumbe, según la misma lógica, al proceso de desencanto. El Yo ya no vive en un infierno poblado de otros egos rivales o despreciados; lo relacional se borra sin gritos, sin razón, en un desierto de autonomía y de neutralidad asfixiantes. La libertad, como la guerra, ha propagado el desierto, la extrañeza absoluta ante el otro. «Déjame sola», deseo y dolor de estar solo. Así llegamos al final del desierto; previamente atomizado y separado, cada uno se hace agente activo del desierto, lo extiende y lo surca, incapaz de «vivir» el Otro” (Gilles Lipovetsky[3]).



[1] Giles Lipovetsky: “La era del vacío”, Barcelona, Anagrama, 2002, p. 48.

[2] Gilles Lipovetsky: “La era del vacío”, Barcelona, Anagrama, 2002, pp. 77-78.

[3] Giles Lipovetsky: “La era del vacío”, Barcelona, Anagrama, 2002, pp. 47-48.


miércoles, 23 de junio de 2021

PELIGROS QUE ACECHAN A OCCIDENTE

"La invasión de los bárbaros"-Ulpiano Checa (1887)

   “A todo lo humano, y con mayor razón a realidad tan sutil y delicada como la filosofía, le pertenece constitutivamente ese riesgo: el hombre y todo lo que es verdaderamente suyo, quiero decir humano, están siempre abiertos a las dos posibilidades radicales: perderse o salvarse” (Julián Marías[1]).

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   “Ha sido el realismo histórico quien me ha enseñado a ver que la unidad de Europa como sociedad no es un «ideal», sino un hecho de muy vieja cotidianeidad. Ahora bien, una vez que se ha visto esto, la probabilidad de un Estado general europeo se impone necesariamente. La ocasión que lleve súbitamente a término el proceso puede ser cualquiera: por ejemplo, la coleta de un chino que asome por los Urales o bien una sacudida del gran magma islámico” (Ortega y Gasset[2]).

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    “Tal vez, andando el tiempo, se diga con verdad que la realidad histórica más profunda de nuestros días, en parangón con la cual todo el resto es sólo anécdota, consista en la iniciación de un gigantesco enfrentamiento entre Occidente y Oriente” (escrito en 1923) (Ortega y Gasset[3]).

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  “Los actuales medios de comunicación han traído consigo que, por vez primera, sea normal el frecuentísimo traslado de innumerables personas desde su país a los demás, incluso los más lejanos. Este hecho, que hace pocos años ha comenzado a producirse, no hará verosímilmente sino crecer en los próximos (…) Pues bien, ¿qué efectos va a traer todo esto para la vida de cada sociedad? Porque no está dicho que esos efectos, por fuerza, tenga que ser benéficos o, por lo menos, que la velocidad con que este proceso avanza no acarree graves consecuencias, aunque sean transitorias”  (±1954)(Ortega y Gasset[4]).

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“Cuando la resignación parece ser el remedio mejor para la mayoría de los hombres que viven despiertos, para eso que Ortega ha llamado ‘las minorías’, estamos sin duda atravesando una crisis histórica” (María Zambrano(5)).



[1] Julián Marías: “Ortega. Circunstancia y vocación”, Madrid, Revista de Occidente, 1973, p. 83.

[2] Ortega y Gasset: “La rebelión de las masas”, O. C. Tº 4, p. 119.

[3] Ortega y Gasset: “Notas de andar y ver. Viajes, gentes, países”, Madrid, Alianza, 1988, p. 119

[5] María Zambrano: “El pensamiento vivo de Séneca” - Madrid, Cátedra, 1987, p. 24

lunes, 21 de junio de 2021

COMPLICARSE LA VIDA: UNA CARACTERÍSTICA GENUINAMENTE HUMANA

 

Tommy Ingberg: "El hurgador"

Si, como dice Darwin, los hombres fuéramos seres adaptativos, nos conformaríamos con lo que hay, no nos haríamos problema de lo que son las cosas y nos acoplaríamos a lo que el entorno nos propone. Pero lo que nos caracteriza, por el contrario, es, precisamente, convertir las cosas en problemas.

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“Sentimos de pronto una forzosidad o un deseo que, para satisfacerse, requeriría una realidad circundante distinta de la que es: una piedra, por ejemplo, estorba nuestro avance por el camino. El problema práctico consiste en que una realidad diferente de la efectiva sustituya a ésta, que haya un camino sin piedra —por tanto, que algo que no es llegue a ser—. El problema práctico es aquella actitud mental en que proyectamos una modificación de lo real, en que premeditamos dar ser a lo que aún no es, pero nos conviene que sea (…) Esta audacia del hombre que le lleva a negar provisionalmente el ser y al negarlo convertírselo en problema, crearlo como problema, es lo característico y esencial de la actividad teorética que, por lo mismo, considero irreductible a toda finalidad práctica, sea del orden que sea. Esto significa que hay dentro del hombre biológico y utilitario otro hombre lujoso y deportivo, que en vez de facilitarse la vida aprovechando lo real, se la complica suplantando el tranquilo ser del mundo por el inquieto ser de los problemas (…) No se diga, pues, que la necesidad o problema práctico nos obliga a plantearnos problemas teóricos. ¿Por qué no acontece esto en el animal, que tiene y siente, sin duda alguna,' problemas prácticos? (…) Porque, viceversa, un ser sin deseo, sin necesidades, sin apetito —un ser que fuese sólo intelecto y que tendría problemas teóricos— no llegaría nunca a percibir un problema práctico” [Ortega y Gasset(1)].



[1] Ortega y Gasset: “¿Qué es filosofía?”, O. C. Tº 7, pp. 322-323


viernes, 18 de junio de 2021

LA NECESIDAD QUE EL ALMA TIENE DE MATERIALIZARSE

 


“El alma esculpe el cuerpo” (Ortega y Gasset[1]).

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“No puede llegarse (al alma) sin darle alguna forma” (Ortega y Gasset[2]).

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“No es desdeñable enseñanza que la materia, lo más opuesto al alma, sea la encargada de hacer vivir a ésta. El resto del espíritu que no ha logrado materializarse se evapora” (Ortega y Gasset[3]).

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“El mundo es, en cada caso, el correlato de nuestra alma” (Ortega y Gasset[4]).

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“Nuestro cuerpo desnuda nuestra alma, la anuncia y la va gritando por el mundo. Nuestra carne es un medio transparente donde da sus refracciones la intimidad que la habita” (Ortega y Gasset[5]).

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“La carne presenta su forma y color no para que los veamos, sino para que ‘al través’ de ellos, como al través de un cristal, vislumbremos el alma” (Ortega y Gasset[6]).

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“El gesto, la forma de nuestro cuerpo, es la pantomima de nuestra alma. El hombre externo es el actor que representa al hombre interior” (Ortega y Gasset[7]).

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“El cuerpo humano tiene una función de representar un alma” (Ortega y Gasset[8]).

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[1] Ortega y Gasset: “Sobre la expresión, fenómeno cósmico”, en “El Espectador”, Vol. VII, O. C. Tº 2, p. 590.

[2] Ortega y Gasset: “Notas de andar y ver. Viajes, gentes, países”, Madrid, Alianza, 1988, p. 137.

[3] Ortega y Gasset: “Notas de andar y ver. Viajes, gentes, países”, Madrid, Alianza, p. 136.

[4] Ortega y Gasset: “En el desierto, un león más, en “El Espectador”, Vol. VI, Tº 2, p. 513.

[5] Ortega y Gasset: “Sobre la expresión fenómeno cósmico”, en “El Espectador”, Vol. VII, O. C. Tº 2, p. 580.

[6] Ortega y Gasset: “Sobre la expresión fenómeno cósmico”, en “El Espectador”, Vol. VII, O. C. Tº 2, p. 579.

[7] Ortega y Gasset: “Sobre la expresión fenómeno cósmico”, en “El Espectador”, Vol. VII, O. C. Tº 2, p. 579.

[8] Ortega y Gasset: “Sobre la expresión fenómeno cósmico”, en “El Espectador”, Vol. VII, O. C. Tº 2, p. 580.


jueves, 17 de junio de 2021

HOY VENGO A HABLAR DE MI LIBRO (con perdón)

 



Por si mi aterciopelada voz y mi glamurosa imagen surtieran algún efecto de cara a mi pretensión de vender cuanto antes los diez mil primeros ejemplares de mi libro, he montado la siguiente estrategia: 1) Colgar en YouTube una presentación del libro en cuestión: “Ortega y Gasset para profanos” (abajo va el enlace). 2) Además, he abierto con este vídeo un canal en YouTube en el que periódicamente pretendo publicar pequeñas charlas introductorias a la obra de este filósofo, por lo que te invito a, si te interesa, hacerte seguidor del canal. Y 3) aprovecho que Amazon me deja promocionar el libro en su versión digital, de forma que se enviará gratis desde hoy, día 17, hasta el 21 de junio. Si lo adquieres y lo echas un vistazo, te agradeceré que comentes en Amazon qué te ha parecido.

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COMENTARIO A PROPÓSITO DE LA DIFERENCIA ENTRE “MATERIA” Y “SENTIDO” O “FORMA”

 

Hacer arte con la ruina, con el detritus, con los restos de las cosas
"Calavera, Yo", de Antoni Tàpies

    Cuando hacemos uso de las cosas, ya las hemos sometido a nuestra jurisdicción, las hemos interpretado, ya son lo que son "para nosotros". Lo mismo ocurre cuando ya tienen una "forma", que, como decía Aristóteles, es lo opuesto a la "materia" (lo original). La materia sería lo que nos dan los sentidos antes de cualquier interpretación añadida.

    Estas ideas tienen interés, por ejemplo, para entender lo que pretende hacer el arte moderno. Decía Picasso, por ejemplo: “Ojalá pudiéramos quitarnos el cerebro y usar solamente nuestros ojos”. Y Cézanne, el padre de la pintura moderna: “Un cuadro no representa nada, no debe representar, en principio, más que colores”[1]. Hablamos, pues, de un arte que trata de regresar a lo que sería el mundo antes de cualquier interpretación, un arte, por tanto, como Ortega decía, "deshumanizado". ¿Qué existía antes de que el hombre superpusiera a la materia su orden, su interpretación, su conversión en "cosas"? Existía el caos, lo que, por ejemplo, es capaz de percibir el bebé. Por eso, el arte moderno genuino es un arte incomprensible, porque quiere preceder a toda interpretación, quedarse solo con la materia, con el caos original. El mismo caos al que regresa el esquizofrénico cuando la interpretación que pudiera tener del mundo se le derrumba, y las cosas quedan sin significado. Podríamos decir que en tales casos solo resta el detritus, la ruina de las cosas. Y por eso, ampliando el foco de la idea, llega a decir Ortega: “Está en ruinas casi todo, desde las instituciones políticas hasta el Teatro, pasando por todos los demás géneros literarios y todas las demás artes. Está en ruina la pintura —sus escombros son el cubismo—; por ello, los cuadros de Picasso tienen un aspecto de casa en derribo o de rincón del Rastro. Está en ruina la música —el Strawinsky de los últimos años es un ejemplo de detritus musical” (2)



[1] Paul Cézanne citado por Ernst Fischer en “La necesidad del arte”, Barcelona, Altaya, 1999, pp. 88-89

[2] Ortega y Gasset: “Idea del teatro”, O. C. Tº 7, p. 450.


martes, 15 de junio de 2021

EL MUNDO TIENE DOS COMPONENTES: MATERIA Y SENTIDO

 

Don Quijote lucha contra los molinos de viento-Gustavo Doré

   “Caminando (…) con Don Quijote y Sancho, venimos a la comprensión de que las cosas tienen dos vertientes. Es una el ‘sentido’ de las cosas, su significación, lo que son cuando se las interpreta. Es otra la ‘materialidad’ de las cosas, su positiva sustancia, lo que las constituye antes y por encima de toda interpretación (…) Estos molinos tienen un sentido: como ‘sentido’ estos molinos son gigantes. Verdad es que Don Quijote no anda en su juicio (…) Bien que estos gigantes no lo sean, pero (…) ¿de dónde ha sacado el hombre los gigantes? Porque ni los hubo ni los hay en realidad (…) Siempre se trataría de una cosa que no era un gigante, pero que mirada desde su vertiente ideal tendía a hacerse gigante (…) Si obedecemos al impulso de esa alusión y nos dejamos ir según la curva allí anunciada, llegaremos al gigante” (Ortega y Gasset[1]).

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   “Los objetos sensibles dan sólo una cara cuando los vemos: el resto, la integridad del objeto es una construcción nuestra, un pequeño edificio ideal que instauramos tomando como materiales los trozos de él que hemos visto” (Ortega y Gasset[2]).

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   “La única diferencia está en que la ‘realidad’ –la fiera, la pantera– cae sobre nosotros de una manera violenta, penetrándonos por las brechas de los sentidos, mientras la idealidad sólo se entrega a nuestro esfuerzo” (Ortega y Gasset[3]).

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[1] Ortega y Gasset: “Meditaciones del Quijote”, O. C. Tº 1, p. 385.

[2] Ortega y Gasset: “Una primera vista sobre Baroja”, en “El Espectador”, Vol. I, O. C. Tº II, pp. 188-189.

[3] Ortega y Gasset: “Meditaciones del Quijote”. O. C. Tº 1, p. 349.


domingo, 13 de junio de 2021

EL POETA EXPRESA EMOCIONES, EL FILÓSOFO LAS SOMETE A DISCIPLINA

 


 

“Yo no soy el filósofo.
El filósofo dice: Pienso... luego existo.
Yo digo: Lloro, grito aúllo, blasfemo... luego existo.
Creo que la Filosofía arranca del primer juicio. La Poesía, del primer lamento. No sé cuál fue la palabra primera que dijo el primer filósofo del mundo. Lo que dijo el primer poeta fue: ¡Ay!
¡Ay!
Éste es el verso más antiguo que conocemos.”
(León Felipe[1])

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     “El aullido es como el grito de dolor en el hombre, un «gesto» expresivo. En él, como en los demás gestos espontáneos, se manifiesta un estado emocional del sujeto. La palabra, por el contrario, en lo que tiene estrictamente de palabra, no expresa nada, sino que tiene significación (la palabra «tristeza» (…) tiene siempre la misma significación. El triste incluirá en la pronunciación de ella algo de gemido, y el alegre algo de risotada, y esto —el modo de pronunciar la misma palabra— es lo único que esta tiene de expresión). Paralelamente acaece que el aullido y el grito son involuntarios, y cuando no, es que son fingidos, imitados. No se puede querer dar un auténtico «grito de espanto»; lo único que se puede querer es reprimirlo. La palabra, en cambio, no es emitida sino voluntariamente. Por eso aullar y gritar no son «decir»” (Ortega y Gasset[2]).

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[1] León Felipe: “Obras Completas”, Buenos Aires, Losada, 1963, pág. 257.

[2] Ortega y Gasset: “Prólogo a ‘Veinte años de caza mayor’, del conde de Yebes, O. C. Tº 6, p. 459.

[3] Spinoza: “Tratado político”, Madrid, Alianza Editorial, 1986, pp. 80 a 82.


viernes, 11 de junio de 2021

EL PELIGRO DE ATENERSE A LA ESTRICTA REALIDAD Y QUEDARSE SIN ILUSIONES Y SIN FUTURO

"La ronda de los presos" - Van Gogh

   “Pertenezco a una generación que heredó el descreimiento en la fe cristiana y que creó en sí un descreimiento en todas las demás fes (…) Quedamos, pues, entregados cada uno a sí mismo, en la desolación de sentirse vivir. Un barco puede ser un objeto cuyo fin es navegar; pero su fin no es navegar, sino llegar a puerto. Nosotros nos hallamos navegando, sin la idea del puerto al que deberíamos acogernos. Reproducimos así, en su forma dolorosa, la fórmula aventurera de los argonautas: navegar es preciso, vivir no.

“Sin ilusiones vivimos apenas del sueño, que es la ilusión de quien no puede tener ilusiones. Viviendo de nosotros mismos, nos disminuimos (…) Sin fe, no tenemos esperanza, y sin esperanza no tenemos propiamente vida. No teniendo una idea del futuro, no tenemos tampoco una idea del hoy, porque el hoy, para el hombre de acción, no es sino un prólogo del futuro. La energía para luchar nació muerta en nosotros, porque hemos nacido sin el entusiasmo de la lucha” (Fernando Pessoa[1]).

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    “Hay una fijeza absoluta alrededor de mí. Todavía tengo menos movilidad respecto del porvenir que en el presente y en el pasado. Hay en mí una especie de rutina que no permite encarar el porvenir. El poder creador está suprimido en mí. Veo el porvenir como repetición del pasado” (Paciente esquizofrénico de Eugène Minkowski[2]).

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“Normalmente la vida se limpia por su entrega a los poderes del futuro, y de estos provienen los temas o tareas a cumplir (…) La vida sana, a medida que avanza y penetra en el futuro, se limpia del pasado. El obsesivo queda prendido en este pasado que flota sobre él, abrumándole” (Juan José López Ibor, psiquiatra(3)).



[1] Fernando Pessoa: “El libro del desasosiego”, Barcelona, El Acantilado, 2002, pp. 322-323.

[2] Eugène Minkowski: “La esquizofrenia”, Buenos Aires, Paidós, 1980, p. 69.

[3] J. J. López-Ibor: “La angustia vital”, Madrid, Paz Montalvo, 1969, pp. 150-151.

miércoles, 9 de junio de 2021

MODOS DE AFRONTAR LA PENA DE VIVIR

 

"Ventana de hotel"-Edward Hopper

“Lo que importa no es tanto que la vida de una persona esté llena de dolor o de placer, sino que esté llena de sentido” (Viktor E. Frankl[1])

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El Job de la Biblia expresaba de esta manera un lamento que es tan viejo como el hombre: “¿Por qué no quedé muerto desde el seno? ¿Por qué no expiré recién nacido? (...) Ahora dormiría tranquilo, y descansaría en paz”[2]. Poetas y filósofos han hecho uso muy a menudo de sus respectivos recursos para confrontarse con ese sentimiento que presupone que la vida es algo difícil de sobrellevar. Son famosas las palabras de Camus en “El mito de Sísifo”: “No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: es el suicidio. Juzgar que la vida vale o no vale la pena de ser vivida es la cuestión fundamental de la filosofía”[3]. Pero mientras que la filosofía está interesada en buscar un sentido en el que encuadrar el sufrimiento, el recurso de los poetas frente a él es nada más que expresivo, sirve para dar forma literaria al lamento, a veces para incluso deleitarse en la pena. Ejemplo de ello sería aquel verso de Manuel Machado en un poema dedicado a Unamuno: "Que la vida se tome la pena de matarme, ya que yo no me tomo la pena de vivir..."[4]. Fórmulas que podríamos considerar incluso peligrosas. Los filósofos, cuentan, al parecer, y como decimos, con mejores recursos. Cioran, que no se quitaba la palabra suicidio de la boca, sabe que pensar es un eficaz antídoto contra él: “Si el sufrimiento no fuera un instrumento de conocimiento ―dice, por ejemplo―, el suicidio sería obligatorio”[5]. Hablaba Cioran por experiencia propia. Así explica lo que significó ponerse a escribir, y por tanto a pensar, su primer libro, “En las cimas de la desesperación”: “Es evidente que, de no haberme puesto a escribir este libro a los veintiún años, me hubiese suicidado”[6]. Parece que la palabra, pero la palabra puesta al servicio del silogismo, es un buen recurso terapéutico frente al sufrimiento que supone vivir.



[1] Viktor E. Frankl: “Ante el vacío existencial. Hacia una humanización de la psicoterapia”, Barcelona, Herder, 1980, p. 107.

[2] Job, cap. 3, versículos 11 y 13.

[3] Albert Camus: “El mito de Sísifo”, Madrid, Alianza, 1983, pág. 15.

[5] E. M. Cioran: “El ocaso del pensamiento”, Barcelona, Tusquets, 2000, p. 31.

[6] Emil M. Cioran: “En las cimas de la desesperación”, Barcelona, Tusquets, p. 13.

lunes, 7 de junio de 2021

CUÁNDO, CÓMO Y POR QUÉ PROCEDE RETIRARSE

 

"Filósofo meditando"-Rembrandt

“Si nos faltan fuerzas, retirémonos de refriegas y encerrémonos en nosotros mismos (…) Quien se torne inútil, pesado e importuno a los otros, procure no ser lo mismo consigo mismo (…) Hemos de servirnos de las ventajas accidentales y externas a nosotros mientras nos son gratas, pero sin convertirlas en nuestro principal fundamento, porque esto ni la razón ni la naturaleza lo quieren” (Michel de Montaigne[1]).

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“La vida es más agradable cuando ya comienza a decaer pero aún no ha parado en decrepitud, y también cuando está a punto de perecer creo que tiene sus placeres, o, cuando menos, en esta sazón, en lugar de tales placeres nos gozamos de no precisar de ninguno de ellos. ¡Cuán dulce es haber fatigado y abandonado los deseos! ‘¡Es molesto’, me dices, ‘tener la muerte ante los ojos!’ En primer lugar, tanto la tiene delante el joven como el viejo: no es según la cuenta de la edad como somos llamados. En segundo lugar, nadie es tan viejo que no pueda aguardar un día más. Y un día es un peldaño más de la vida” (Séneca[2]).

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“La ocupación que en una vida de retiro ha de elegirse no ha de ser trabajosa ni enojosa, pues de lo contrario nulo sería ir a buscar en ella descanso. Lo que se escoja dependerá del gusto particular de cada uno. El mío no se acomoda a cosas manuales, mas quienes las amen deben practicarlas con moderación (…) No siendo así, los oficios manuales degeneran en serviles, como dice Salustio. Hay actividades, entre esas, más excusables, como la jardinería (…) Cabe encontrar un medio entre el cuidado mecánico, bajo y vil, a que algunos hombres se entregan, y la profunda y extrema indiferencia, que todo lo deja caer en abandono, que en otros se ve (…) Oigamos el consejo que Plinio el Joven da a Cornelio Rufo, su amigo, a propósito de la soledad: ‘Te aconsejo que en ese ubérrimo y fecundo retiro en que estás cedas a tus gentes el bajo y abyecto cuidado de las cosas manuales y te dediques al estudio de las letras, para obtener algo que sea enteramente tuyo’ ” (Michel de Montaigne[3]).



[3] Michel de Montaigne: “Ensayos”, 3 Ts., Barcelona, Orbis, 1984, Tº 1º, Cap. XXXVIII, “De la soledad”, p. 183.