“Cumpla lo que la justicia exige. Sé que no es creyente,
pero le juro que la vida le sacará a flote. Después estará contento de sí
mismo. Lo que usted necesita es aire, ¡aire, aire!”[1].
Esto
es lo que, en la más famosa novela de Dostoievski, “Crimen y
Castigo”, le espetó el comisario Porfiri Petrovich, en privada
conversación, a Rodia Raskólnikov, cuando le hizo a este evidente que sabía que
era el asesino de Aliona Ivánovna, una vieja usurera, y de su hermana Lizaveta,
tratando amistosamente de aconsejarle para que su alma encontrara por fin el
sosiego que había perdido desde que empezó a planear aquel asesinato. El gran
escrutador de almas que fue Fiodor Dostoievski hizo en la novela un detallado
retrato psicológico de Raskólnikov y de la recargada atmósfera vital en la que
sus intenciones asesinas fueron fermentando: “Se había replegado hasta
tal punto sobre sí mismo –dice de él Dostoievski en cierto
momento de la narración– y se había aislado tanto de los demás, que le
producía aprensión la idea de cruzarse, no ya con la dueña de su casa, sino con
cualquiera otra persona (…) Se había desentendido por completo de las
cuestiones del diario vivir y no quería ocuparse de ellas”[2].
Por
eso el comisario le recomendaba ¡aire!, salir de sí mismo, de esa centrípeta
manera de situarse ante las cosas en la que el mundo dejaba de ser tenido en
cuenta.
Y es que, como decía María Zambrano, “Constitutivamente la vida corre y aun se escapa
hacia una finalidad. Basta no encontrarla tanto como es preciso, o fatigarse de
ella para recaer y sentirse siempre ‘aquí’, fijo, sometido a sujeción” (María Zambrano[3]). Que
es, precisamente, como se encontraba Raskólnikov, incapaz de salir de su
habitación.
Si hubiera tenido la oportunidad, Ortega también le habría recomendado
a Raskólnikov algo semejante al comisario Petrovich y a María Zambrano, puesto
que dejó dicho que “Vivir significa tener que ser fuera de mí” (Ortega
y Gasset[4]). Y también dijo: “Existencia (...) significa (...) ejecución
de una esencia (...) fuera de mí” (Ortega y Gasset[5]). Las metas de la vida nos
esperan ahí afuera, en el mundo.
Otro día más. Hasta entonces, amigos.
[1] Fiodor
Dostoievski: “Crimen y Castigo”, Barcelona, Orbis, p. 503.
[2] Fiodor
Dostoievski: “Crimen y Castigo”, Barcelona, Orbis, pp. 5-6.
[3] María
Zambrano: “Persona y democracia”, Madrid, Siruela, 1996, p. 62.
[4] Ortega y
Gasset: “El hombre y la gente”, O. C. Tº 7, p. 106.
[5] Ortega:
“Unas lecciones de Metafísica”, O. C., Tº 12, pp. 56-57.
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