Me apoyo para decir esto en dos citas de Ortega,
cuya referencia, como siempre, irá en el primero de los comentarios:
Una: “El hombre es un sistema de deseos imposibles en este
mundo”, (Ortega y Gasset[1]).
Dos: “Lo
más valioso en el hombre es su eterno y como divino descontento; descontento
que es una especie de amor sin amado y un como dolor que sentimos en miembros
que no tenemos. El hombre es el único ser que echa de menos lo que nunca ha
tenido. Y el conjunto de lo que echamos de menos sin
haberlo tenido nunca es lo que llamamos felicidad” (Ortega y Gasset[2]).
A ver lo que tenéis que decir a esto aquellos a quienes os seduce el
budismo. Porque Buda abogaba por la amputación de los deseos, que es lo
contrario de lo que dice Ortega…
Es
más, para Ortega la evolución humana se ha dado gracias a esa insatisfacción, a
ese constante desear. Si, como dice Darwin, los hombres fuéramos seres
adaptativos, nos conformaríamos con lo que hay, no nos haríamos problema de lo
que son las cosas y nos acoplaríamos a lo que el entorno nos propone. Pero lo
que nos caracteriza, por el contrario, es, precisamente, la insatisfacción,
querer lo que no hay, ser, pues, unos inadaptados. En vez de encoger nuestros
deseos hasta adaptarlos a lo que hay, a lo que son las cosas, aspiramos siempre
a algo más de lo que hay, y lo que hacemos entonces es convertir las cosas en
problemas. Ese impulso hacia algo más es lo que, dice Ortega, está en la base
de la evolución. A ver si se lee a Ortega la gente de aquí al lado, los paleontólogos,
biólogos y antropólogos de Atapuerca, que son muy darwinistas.
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