“Horizontes”- Francisco Antonio Cano
“Todas las experiencias sufridas, todos los
desencantos, todas las angustias que ha padecido desde hace un millón de años,
no han sido capaces de impedir que el hombre en primer movimiento sea
optimista. El sencillo fenómeno tiene una trascendencia que no es fácil
exagerar. Porque hay sobradas razones para que el hombre no sea optimista y no
hay ninguna para que de suyo, inicialmente y en su más pura espontaneidad,
resulte que lo es” (Ortega y Gasset[1]).
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Ortega habla de “sensibilidad para el más allá”, la
cual supone dos cosas: “una, fe en la vida al esperar que la
porción ignorada de ella es mayor y mejor que la ya sabida; otra, fuerza
creciente en la persona, porque el horizonte no se amplía nunca o casi nunca
por sí mismo, sino que lo ensanchamos empujándolo con los codos de nuestra
alma, que para ello necesita dilatarse, rebosar hoy su volumen de ayer”[2].
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“Todas las creencias y también
las ideas, que se refieren al orden del mundo, la figura de la realidad, están
sostenidas por la esperanza” (María Zambrano[3]).
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“Creo, ¡dame, Señor, en qué creer!” (Miguel de Unamuno[4]).
[1] Ortega
y Gasset: “Goya”, O. C. Tº 7, pp. 512-513..
[2]
Ortega y Gasset: “El Espectador”, Vol. VIII, O. C. Tº 2, pág. 741
[3]
María Zambrano: “Hacia un saber sobre el alma”, Madrid, Alianza, 1987, p. 95.
[4]
Miguel de Unamuno: “Del sentimiento trágico de la vida”, Madrid, Espasa Calpe,
p. 152.
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