lunes, 11 de octubre de 2021

HABITAMOS EN UN PUNTO INTERMEDIO ENTRE LO FUGAZ Y LO ETERNO

 


   “Hay temperamentos que al contacto con el peligro aumentan su vitalidad. Son los mejores. La existencia amenazada, llena de inminencias, cobra nuevo sabor. Lo demasiado seguro y estable que se alza con un gesto de invulnerable eternidad produce en nosotros una específica angustia. Si hay la melancolía de las ruinas, existe también lo que Nietzsche llamaba la melancolía de las construcciones eternas que se apoderaba del provincial cuando iba a Roma y contemplaba los edificios imperiales. Un mundo en que nada puede cambiar ni nada cabe emprender sería un sepulcro” (Ortega y Gasset[1]).

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   “Oh, cómo no iba yo a anhelar la eternidad y el nupcial anillo de los anillos, ¡el anillo del retorno! (…) ¡Pues yo te amo, oh eternidad!” (Friedrich Nietzsche (2))

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      “Quieres clavando tus momentos,

                             corazón,

           darle a la eternidad cimientos,

                             sin razón”

                                  (Antonio Machado[3]).

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   “El hombre no tiene más remedio que aprender a (…) sentirse a la par mudable y eterno” (Ortega y Gasset[4]).



[1] Ortega y Gasset: “Sobre la muerte de Roma”, en “El Espectador”, Vol. 6, O. C. Tº 2, p. 538.

[2] Friedrich Nietzsche: “Así habló Zaratustra”, pp. 314 y ss.

[3] “Poesías Completas”, Madrid, Espasa-Calpe, 1981

[4] Ortega y Gasset: “El Espectador”, Vol. VIII, O. C. Tº 2, pág. 728.


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