“La piedra, la planta, el animal cuando empiezan a ser son ya lo que
pueden ser y, por tanto, lo que van a ser. El hombre, en cambio, cuando empieza
a existir no trae prefijado o impuesto lo que va a ser, sino que, por el
contrario, trae prefijada e impuesta la libertad para elegir lo que va a ser
dentro de un amplio horizonte de posibilidades. Le es dado, pues, el poder
elegir, pero no le es dado el poder no elegir. Quiera o no, está comprometido en cada momento a resolverse a hacer esto o
aquello, a poner la vida en algo determinado” (Ortega y Gasset[1]).
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“A poco que vivimos
hemos palpado ya los confines de nuestra prisión. Treinta años cuando más
tardamos en reconocer los límites dentro de los cuales van a moverse nuestras
posibilidades. Tomamos posesión de lo real, que es como haber medido los metros
de una cadena prendida de nuestros pies. Entonces decimos: «¿Esto es la vida?
¿Nada más que esto? ¿Un ciclo concluso que se repite, siempre idéntico?» He
aquí una hora peligrosa para todo hombre” (Ortega y
Gasset[2]).
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“Vivir es no poder
reposar hasta la muerte” (María Zambrano[3]).
[1]
Ortega y Gasset: “Una interpretación de la historia universal”, O. C. Tº 9, p.
14.
[2]
Ortega y Gasset: “Meditaciones del Quijote”, O. C. Tº 1, p. 379.
[3] María
Zambrano: “Persona y democracia”, Madrid, Siruela,
1996, p. 149.
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