Cézanne- “Mont Sainte Victoire” |
Es este un tema que Ortega deja expuesto de una forma
que hace que inmediatamente se abran en abanico multitud de cuestiones (algo
que sucede a menudo con Ortega): ¿qué clase de realidad es
la justicia? ¿Es más real la justicia que pone en práctica un juez o vale
también como real –quizá de menor graduación– la justicia tal y como la
entiende un profano analfabeto… o, ya que estamos, un ladrón? ¿En qué sentido
comparten realidad esa justicia, el arte, Dios y la naranja de los que habla Ortega
en la anterior publicación?
Se me ocurre, para intentar salir de este complicado
atolladero, empezar a considerar la realidad en sus dos vertientes básicas:
materia y forma. La materia es la realidad antes de ser interpretada, ordenada,
estructurada; cuando son los sentidos los que nos dan noticia de esa realidad,
esta se nos aparece, según dice Ortega, como “un caos de puntos luminosos”.
La realidad extrasensorial (por ejemplo, la que fundamenta las ideas de
justicia o la religiosidad), en su modo digamos “material”, se nos presenta
inicialmente asimismo como un caos. La mente humana interviene sobre ese caos
(de puntos luminosos o extrasensorial) añadiendo la “forma”, aunando y configurando
esos puntos dispersos en una “idea”. Esa idea es también un ideal: nunca
llegaremos a acceder del todo a la realidad (formal) de la justicia, ni
siquiera de una naranja, que siempre ofrecerá ángulos nuevos que investigar
para ir completando su realidad. Esta, por lo tanto, es algo en construcción, y
se ofrece a cada individuo según sea el punto de vista en el que esté.
Ejemplo: eso que tengo ante mí responde al concepto
“montaña”. Cézanne, que en nombre del arte moderno quería reducir la realidad a
su materia, a lo que dan los sentidos, veía solo colores (pongo la foto de uno
de sus cuadros). Yo, por el contrario, construyo (o me sumo a la construcción
ya hecha) la idea de “montaña”. Pero, puesto que la miro desde el norte, mi
idea de la montaña en cuestión es diferente de la de quien la ve desde el sur.
Y además, esa montaña siempre ofrecerá nuevos matices a quien quiera ir
completando su realidad. La realidad absoluta siempre estará más allá.