sábado, 25 de octubre de 2025

EXISTIMOS, LUEGO PENSAMOS

En algo tiene razón Aristóteles: heredamos una constitución biológica preparada para hacer funcionar la inteligencia, igual que heredamos ojos para ver o tacto para percibir el lado tangible de las cosas. Se ve, diría Ortega, que el esfuerzo acumulado de nuestros antepasados ha cristalizado fisiológicamente, a través de la evolución, en esas capacidades. Pero no por ello deja de ser aquella inteligencia una función de lo que hagamos con ella: la inteligencia está ahí para resolver problemas, y si renunciáramos a los problemas o desaparecieran de nuestro horizonte estaríamos renegando de esa función y haciendo algo así como dar órdenes a nuestra base biológica para que desactivara esa función. “Yo soy yo y mi circunstancia” quiere decir en este caso que la cantidad de “yo” que tengamos dependerá de la cantidad de “circunstancia” que afrontemos. Depende del horizonte que aceptemos como marco para nuestra vida el que nuestras potencialidades se activen en una u otra forma, en una u otra medida. Siempre teniendo en cuenta, claro está, las limitaciones que nos impone la circunstancia, incluida, por ejemplo, la circunstancia biológica.

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