“Ahora bien, ¿qué sucede
cuando el espíritu tiene lo que quiere? Su actividad ya no es excitada; su alma
sustancial ya no entra en actividad (…) Solo tengo interés por algo, mientras
este algo permanece oculto para mí, o es necesario para un fin mío, que no se
halla cumplido todavía. Cuando el pueblo se ha formado por completo y ha
alcanzado su fin, desaparece su más profundo interés” (G.
W. F. Hegel[1]).
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“No he conocido
una sola sensación de plenitud, de dicha verdadera sin pensar que ese era el
momento justo de retirarme para siempre” (Cioran[2]).
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“Es condición de
todo ideal no ser posible realizarlo. Su papel consiste más bien en erguirse
más allá de la realidad, influyendo simbólicamente sobre ésta, a la manera que
la estrella influye simbólicamente sobre la nave. Norte y Sur no son puertos
donde quepa arribar: son gestos remotos y ultrarreales que definen rutas y
crean direcciones” (Ortega y Gasset[3])
[1]
G. W. F. Hegel: “Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal”,
Madrid, Alianza, 1982, pág. 71
[2] Emil M.
Cioran: “Del inconveniente de haber nacido”, Madrid, Taurus, 1982, p. 141.
[3]
Ortega y Gasset: “El Espectador”, Vol. V, O. C., Tº 2, p. 434.
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