miércoles, 17 de enero de 2024

POR QUÉ NO SABEMOS LO QUE NOS PASA

 

Los hombres primitivos se aferraban tanto a su pasado que periódicamente hacían ceremonias para restaurar simbólicamente el “tiempo original”, que merecía subsistir “por los siglos de los siglos”. El historiador de las religiones y antropólogo Mircea Eliade decía: “Lo que hace el hombre arcaico ya se hizo. Su vida es la repetición ininterrumpida de gestos inaugurados por otros”[1]. Las verdades a las que se aferraba ese hombre primitivo eran eternas e inamovibles. No había nada que añadir a lo que en ellas se establecía, por lo que el progreso era imposible. A partir del Renacimiento, pero sobre todo desde el siglo XVII, los hombres se fueron desprendiendo de ese lastre inmovilizador. El mismo Eliade dice: “La diferencia capital entre el hombre de las civilizaciones arcaicas y el hombre moderno, ‘histórico’, está en el valor creciente que este concede a los acontecimientos históricos, es decir, a esas ‘novedades’ que, para el hombre tradicional constituían hallazgos carentes de significación, o infracciones a las normas (por consiguiente, ‘faltas’, ‘pecados’, etc.), y que por esa razón necesitaban ser ‘expulsados’ (abolidos) periódicamente”[2]. Pero el caso es que el péndulo de la cultura se fue yendo para el otro extremo: van dejando de estar vigentes cada vez más los valores que nos ligan al pasado: la fidelidad, el compromiso, el sentimiento de pertenencia… Incluso nuestro pasado en sentido biológico: el sexo ya no es parte de la propia identidad; el ciborg, el hombre-máquina, se propone como referencia de lo que vamos a pasar a ser. Las fuentes de identidad han ido desapareciendo. Ya no sabemos quiénes somos. O como dice Ortega y Gasset“No sabemos lo que nos pasa, y esto es precisamente lo que nos pasa, no saber lo que nos pasa: el hombre de hoy empieza a estar desorientado con respecto a sí mismo, dépaysé, está fuera de su país, arrojado a una circunstancia nueva que es como una tierra incógnita. Tal es siempre la sensación vital que se apodera del hombre en las crisis históricas”[3].

[1] Mircea Eliade: “El mito del eterno retorno”, Madrid, Alianza, 1979. pág. 15

[2] Mircea Eliade: “El mito del eterno retorno”, Madrid, Alianza, 1979, p.141-142

[3] Ortega y Gasset: “En torno a Galileo”, O. C. Tº 5, pág. 93

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