“La civilización, cuanto más avanza, se hace más compleja y más
difícil. Los problemas que hoy plantea son archiintrincados. Cada vez es menor
el número de personas cuya mente está a la altura de esos problemas (…) No es
que falten medios para la solución. Faltan cabezas (…) Este desequilibrio entre
la sutileza complicada de los problemas y la de las mentes será cada vez mayor
si no se pone remedio y constituye la más
elemental tragedia de la civilización (…) Ahora es el hombre quien fracasa por
no poder seguir emparejado con el progreso de su misma civilización (…) Civilización
avanzada es una y misma cosa con problemas arduos. De aquí que cuanto mayor sea
el progreso, más en peligro está. La vida es cada vez mejor; pero, bien
entendido, cada vez más complicada. Claro es que al complicarse los problemas
se van perfeccionando también los medios para resolverlos. Pero es menester que
cada nueva generación se haga dueña de esos medios adelantados (y eso es lo que
está faltando)” (Ortega y Gasset[1])
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