Describe Dostoievski el estado de ánimo de Rodia
Raskólnikov, el protagonista de “Crimen y castigo”, en los días previos a la
realización de su asesinato de la vieja usurera Aliona Ivánovna y de su hermana
Lizaveta: “Desde hacía cierto tiempo, el joven se hallaba en un estado de
excitación y angustia rayano en la hipocondría. Se había replegado hasta tal
punto sobre sí mismo y se había aislado tanto de los demás, que le producía
aprensión la idea de cruzarse no ya con la dueña de su casa, sino con
cualquiera otra persona (…) Se había desentendido por completo de las
cuestiones del diario vivir”[1].
Y algo más adelante: “Una sensación nueva, casi invencible, se
iba apoderando de él cada vez más, de minuto en minuto. Era una especie de
repugnancia infinita, casi física, hacia cuanto encontraba y le rodeaba, una
repugnancia tenaz, rencorosa, empapada de odio. Todas las personas con quienes
se encontraba le parecían repugnantes, sus rostros, su manera de andar, sus
movimientos. Si alguien le hubiera dirigido la palabra, con toda probabilidad,
le habría escupido a la cara sin más ni más, le habría mordido”[2].
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“La vida es
precisamente un inexorable ¡afuera!, un incesante salir de sí al Universo (…)
Es (el hombre) un dentro que tiene que convertirse en un fuera” (Ortega y
Gasset[3]).
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