Concentrándonos en uno de los síntomas principales, la
locura vendría a ser una especie de delirio desafortunado, demasiado excéntrico
e improductivo, mientras que la genialidad sería resultado de un delirio que,
rebajado de grado, pasa a ser solo metáfora. Pero en los dos procesos, los que
respectivamente dan lugar a la locura y a la genialidad, hay un desajuste de
partida, una inadaptación profunda a la realidad. Con menor gravedad la
sufrimos todos los mortales. Decía Eugéne Minkowski, psicólogo existencial: “La locura no es nada más que la exageración
del carácter habitual”[1]. Algo así como una metáfora que se
toma literalmente. Todos, para empezar, somos unos inadaptados, y eso quiere
decir que habilitamos en nuestra imaginación un mundo alternativo al que
efectivamente encontramos ante nosotros. Por eso decía también Minkowski: “El
hombre no se limita a adaptarse; él crea y, en ese incesante esfuerzo creador, arrastra
consigo al universo entero y lo hace progresar constantemente”[2].
Esa “creación” no siempre es realmente productiva: a menudo es una simple ensoñación,
y siguiendo por ese camino se puede llegar al desbarre, esto es, al delirio; es
el caso en que, por ejemplo, se llega a confundir molinos de viento con
gigantes. Pero si ese delirio tiene un enlace posible con la efectiva realidad…
por ahí es por donde se discurre hacia la genialidad. Puede así construirse un
lenguaje nuevo, una perspectiva inédita sobre las cosas, encontrar claves
ocultas debajo de lo que parecía normal…
Así que
podríamos concluir que el genio discurre sobre el filo de la navaja de una manera
de mirar que hacia un lado da al delirio y hacia el otro, a la metáfora; por
ejemplo la que Einstein imaginó pensando en la energía “como si” fuera una masa
en movimiento (E=mc2). A veces (bastantes veces, como intento demostrar en la
lista de mi canal dedicada a este asunto), el mismo individuo bascula
alternativamente hacia la genialidad poética y hacia el delirio.
[1] Eugène
Minkowski: “La esquizofrenia”, Buenos Aires, Paidós, 1980. P. 16.
[2] Eugène
Minkowski: “La esquizofrenia”, Buenos Aires, Paidós, 1980, p. 37.
Muy razonable en muchos aspectos..
ResponderEliminarMuchas gracias Alejandro
EliminarGenial
ResponderEliminarMuchas gracias amigo
Eliminar...o amiga
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