“La historia humana es obra del descontento, que es una especie de amor
sin amado y un como dolor que sentimos en miembros que no tenemos. Esta emoción
idealista, haciéndonos percibir que somos imperfectos, nos hace rodar en busca
de lo que nos falta, y así vamos por la tierra y avanzamos por el tiempo y es
nuestro corazón una proa siempre en ruta al más allá. Decía Madame Staél: «Todo
lo que de grande y bello ha hecho el hombre lo ha hecho movido por el
sentimiento doloroso de lo incompleto de su destino»” (Ortega y Gasset[1]).
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“Cuando se ayuda a un hombre a librarse de sus complejos se le está
privando de su fuente de ayuda más valiosa. Sólo puede ayudársele a percibirlos
suficientemente y a hacer que surja en él un conflicto consciente. De ese modo
el complejo se convierte en foco de la vida” (Carl G. Jung[2]).
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“Al esforzarme en ser, al querer
ser, lo que busco es ser feliz (…) Pero como la circunstancia nos es negativa,
el yo que somos no se realiza nunca suficientemente, el hombre que consiste en
tener que ser feliz, al mismo tiempo y siempre es, más o menos, infeliz. Por
eso la vida es pena, continuo penar (…) Si sigue el hombre en la vida, es que
acepta ese defecto, desventura, infelicidad y absoluto riesgo que es. Y si lo
acepta… ¡Ah!... Entonces convierte el defecto y la desventura en tarea
entusiasta; es decir: en aventura y empresa” (Ortega y Gasset[3]).
[1] Ortega
y Gasset: “Meditación del pueblo joven”, O. C. Tº 8, pp. 370-371.
[2] Carl
G. Jung: “La lucha con la sombra”, en “Civilización en transición”, Obra
Completa, vol. 10, Madrid, Trotta, 2001, p. 216
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