Si la vida es el trayecto que discurre entre lo peor y lo
mejor, la única garantía a nuestro alcance de que sigamos existiendo resulta
del hecho de que, discurriendo de acontecimiento en acontecimiento, mantengamos
nuestra meta perpetuamente situada en la lejanía. Que siempre quede, pues, algo
que mejorar
DÑDÑDÑDÑDÑDÑ
Al hacernos
semejantes a Él, Dios nos hizo rebeldes a toda forma, inadaptables, propensos
al arrebato que nos empuja a identificarnos con lo que no existe, con lo que
aún está por descubrir. Los objetos del mundo llegaron después para convertirse
en obstáculos que amortiguaran nuestra desenfrenada ansia de más allá, para que
aceptáramos supeditar la creación a alguna clase de forma, para hacernos, como
en el amor, capaces de adaptarnos a lo que nos decepciona.