Nuestro reino es de este mundo sólo
en la medida en que incluye aquél que añoramos, aquel que nos hemos prometido. Y “sólo tras de haberse señalado un
fin lejano aparecen las finalidades inmediatas. Esa lejana luz es claridad que
recae sobre las circunstancias inmediatas y las ordena, las hace cobrar
sentido” (María Zambrano[1]). “Lo próximo, el objeto que vemos en nuestra
inmediatez, se nos presenta desde luego destacando sobre un fondo de otras
cosas más distantes; esto es, sobre el fondo de un horizonte” (Ortega y Gasset[2]).
El “más allá” al que cada cual aspiramos, la distancia que nos queda por
recorrer, hace que sea diferente para cada uno este mundo que, a primera vista,
parece que compartimos.
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