“Todos ignoramos cosas
elementales que está harto de saber nuestro vecino. Lo vergonzoso no es nunca
ignorar una cosa —eso es, por el contrario, lo natural. Lo vergonzoso es no
querer saberla, resistirse a averiguar algo cuando la ocasión se ofrece. Pero
esa resistencia no la ofrece nunca el ignorante, sino, al revés, el que cree
saber. Esto es lo vergonzoso: creer saber. El que cree que sabe una cosa pero,
en realidad, la ignora, con su presunto saber cierra el poro de su mente por
donde podía penetrar la auténtica verdad. La torpe idea que tiene, soberbia o
terca, actúa como en las termiteras —nidos de insectos algo semejantes a las
hormigas— el guardián, que tiene una cabeza enorme, charolada, durísima y se
dedica al menester de ponerla en el orificio de entrada, obturando con su
propia testuz el agujero para que nadie entre. Así, el que cree saber cierra
con su propia idea falsa, con su propia cabeza el opérculo mental por donde el
efectivo saber penetraría. En el español este hermetismo mental es un vicio
permanente y endémico (Ortega y Gasset[1])
No hay comentarios:
Publicar un comentario