domingo, 30 de diciembre de 2018

Mujeres fuertes, hombres frágiles



     Teresa Giménez Bartat, diputada de la cuasi extinta UPyD, ha puesto en marcha como eurodiputada en Bruselas lo que El Mundo dice que es la mejor iniciativa que haya tenido un eurodiputado español a lo largo del tiempo, Euromind. Allí convocó un seminario sobre “Mujeres fuertes, hombres frágiles”. En él, Susan Pinker (hermana del Steven, el autor del muy recomendable libro “Los ángeles que llevamos dentro”) argumenta como psicóloga (con cifras estadísticas) que en la etapa escolar los niños demuestran ser mucho más frágiles, más carne de cañón para los psicólogos (y también tienen menos supervivencia a partos prematuros, más muertes súbitas…) que las niñas. Y el rendimiento escolar de estas, o su capacidad para la empatía, es mayor que el de los niños. Todo esto se traslada también a la edad adulta: los hombres contraen más enfermedades crónicas y más infecciones (las muertes por infecciones hospitalarias son de hombres en un 70%), hay diez veces más población reclusa masculina que femenina, las lesiones en la columna vertebral por accidentes son cuatro veces más en los hombres; la esperanza de vida en los países desarrollados es entre 5 y 8 años más corta entre los hombres. Las demencias también afectan más a los hombres. El rendimiento en la universidad también es mayor en las chicas. Hasta los estragos de la polución afectan mucho más a niños y hombres que a niñas y mujeres. Curiosamente, puesto que han de luchar contra mayores déficits para sobreponerse y tener una vida exitosa, la resiliencia lleva muchas más veces a alcanzar el éxito (tal y como suele entenderse) a los hombres que a las mujeres. Pero, en resumen: hay más idiotas varones… y más genios varones (Premios Nobel incluidos, y no porque la Academia sueca sea reducto heteropatriarcal). No hay Mozarts femeninos… pero tampoco homólogas de Jack el Desptripador.

     Las diferencias, ¿son, por tanto, atribuibles al “heteropatriarcado”? ¿Por qué hay diferencias laborales? Resulta que las mujeres, a la hora de escoger un trabajo, priorizan la flexibilidad, la autonomía y los fines humanitarios mucho más que el poder o el dinero. Y tienden a poner el foco de su interés en la gente y los procesos orgánicos, y no en las cosas (prefieren la medicina o la política pública en vez de tecnología de la información o ingeniería). El 70% de las mujeres está dispuesta a cambiar dinero por significado; tienden a buscar un propósito social. Obstetricia y veterinaria son carreras casi exclusivamente femeninas. También trabajo social, ginecología o pediatría son mayoritariamente femeninas. El 90% del voluntariado es femenino. Todo esto explica la brecha salarial.

     ¿Deben las mujeres medirse por el estándar de éxito entendido al modo masculino? ¿Somos los hombres culpables y llevamos el machismo impreso en nuestro ADN, como diría la alcaldesa de Madrid? Desde luego, Teresa Giménez se ha convertido en el blanco de las diatribas del feminismo radical por atreverse a impulsar el debate sobre estos temas.
Para más información a propósito de las diferencias biológicas entre hombre y mujer, remito al vídeo de la conferencia de Susan Pinker.

No hay comentarios:

Publicar un comentario