martes, 7 de octubre de 2025

A LA VERDAD SE ACCEDE DE UNO EN UNO

“De la misma manera que hicieron los griegos del ser lo único y de la belleza una norma o modelo general, va a encontrar Kant la bondad, la perfección moral en un imperativo genérico y abstracto. No, no; el deber no es único y genérico. Cada cual traemos el nuestro inalienable y exclusivo. Para regir mi conducta Kant me ofrece un criterio: que quiera siempre lo que otro cualquiera puede querer. Pero esto vacía el ideal, lo convierte en un mascarón jurídico y en una careta de facciones mostrencas. Yo no puedo querer plenamente sino lo que en mí brota como apetencia de toda mi individual persona” (Ortega y Gasset(1)).



[1] Ortega y Gasset: “Estética en el tranvía”, O. C. Tº 1, p. 38.

jueves, 2 de octubre de 2025

¿EXISTE LA IDENTIDAD O TODO ES CAMBIANTE?

El núcleo más íntimo del pensamiento, en el cual se decide la manera de entender la vida es la idea que se tenga de lo que es la realidad. ¿Qué es lo que hay, qué es lo que encontramos en nuestro derredor? –se pregunta Ortega, y se contesta:– Cosas y cambios, cambios y cosas; tan real lo uno como lo otro. ¿Pero esas dos realidades tienen el mismo valor? (…) Porque nos encontramos con que esas dos formas de realidad tienen rasgos opuestos: las cosas son siempre, nos parecen siempre, a una visión pronta e inmediata, lo igual a sí mismo, lo idéntico; en cambio, las mudanzas, los movimientos, son lo no idéntico, lo siempre distinto a sí mismo. Por tanto, esas dos formas primarias de realidad se nos presentan con caracteres opuestos”[1]. De la piedra casi podríamos afirmar taxativamente que es lo que es. Pero el río, como supo ver Heráclito, o la vida humana son y no son, son hoy una cosa y mañana otra. Unamuno dio con la clave de cómo conjugar nuestra necesidad de identidad con la contrapuesta evidencia de los cambios: “Cada cual defiende su personalidad, y sólo acepta un cambio en su modo de pensar o de sentir en cuanto este cambio pueda entrar en la unidad de su espíritu y engarzar en la continuidad de él”[2].



[1] Ortega y Gasset: “Sobre la razón histórica”, O. C. Tº 12, Madrid, Alianza, 1983, p.222.

[2] Miguel de Unamuno: “Del sentimiento trágico de la vida”, Espasa Calpe, pág. 15.

miércoles, 1 de octubre de 2025

La Sombra es el arquetipo junguiano que se forma con todo aquello que de la fuerza vital espontánea con la que originariamente venimos al mundo –el “ello” de Freud–, nuestro entorno moral y cultural nos va exigiendo que lo reprimamos. Vamos construyendo así una personalidad, un “yo” (Freud) adaptado a las exigencias de ese entorno, un “personaje” (Jung), pero allá en las mazmorras del alma sobrevive clandestinamente nuestra Sombra en forma amenazadora, porque, como Nietzsche decía: “todas las verdades silenciadas se vuelven venenosas”. Y así lo fueron comprobando personajes creados por la literatura: el Dr. Jekyll de Stevenson, el Raskólnikov de Dostoievski o el Fausto de Goethe. ¿Qué hacer para desactivar el poder maligno de la Sombra? A ello dedicamos también la reflexión que llevamos a cabo en este vídeo.

LA VERDAD NO DEPENDE DE MÍ

 


“Lo característico de la ciencia, de la moral y del arte es que sus contenidos no son patrimonio individual. Dos y dos son cuatro, no para mí sólo sino para toda criatura inteligente. Cada uno de nosotros tiene sus caprichos, sus amores y odios personales, sus apetitos propios. Mas a la vera de ese mundo sólo nuestro, ese yo individual y caprichoso, hay otro yo que piensa la verdad común a todos, la bondad general, la universal belleza” (Ortega y Gasset[1]),



[1] Ortega y Gasset: “La pedagogía social como programa político”, O. C. Tº 1, p. 512.