Etimológicamente, la palabra emoción deriva del
latín “emotio”, que significa
“movimiento”, “impulso”. Parece que ya desde la misma etimología se nos va
indicando que lo emocional forma una capa más profunda y primordial que el
pensamiento, y que desde esa base empuja hasta que éste acaba apareciendo. Pero
parece que debamos pensar “en un principio” anterior tanto a la emoción como a los procesos
cognitivos. Ortega apunta, en los seres vivos, a la “vitalidad”, a la
fuerza vital. Y, de alguna manera, parece que no solo en los seres vivos, puesto
que dice: “Porque hay en cada cosa una aspiración a ser más que materia,
a ser lo que los físicos llaman fuerza viva”(1). Algo empuja a
la Creación o, mejor dicho, eso que empuja es el origen mismo de la Creación,
es la fuerza creadora, la “fuerza vital”. Esa fuerza vital no ha sido ciega: en
el hombre ha acabado desembocando en el pensamiento y en la razón. En
conclusión: es una fuerza que empuja hacia una finalidad, que tiene sentido.
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