viernes, 30 de diciembre de 2022

QUÉ ES LO QUE ESTÁ CAMBIANDO EN OCCIDENTE

“ ‘Ser’ significaba para el griego la realidad fija, dada de una vez para siempre, permanente (…) ‘Ser’ viene de ‘sedere’: estar sentado. ¡Hasta este punto significaba “quietud”. Pero la vida no se sienta nunca, no tiene un ser fijo y dado de una vez para siempre, sino que está siempre pasando y aconteciendo (…) ¡La vida es la grande, esencial inquietud!” (Ortega y Gasset[1]).

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“La historia entera de Occidente es un bloque unitario, el cual ha sido lo que ha sido –es decir, que ha pasado en la historia lo que ha pasado–, porque hace veintisiete siglos los hombres de Grecia resolvieron adoptar una cierta forma de pensamiento. Podían haber adoptado otra y entonces la historia del hombre hubiera sido muy distinta (…) Si ahora adoptamos una manera de pensar radicalmente opuesta, formalmente “otra”, ¡calculen los quilates que concentra la reforma, y la vastedad de nuevos horizontes posibles para el destino humano que nos bosqueja y nos anuncia el dedo trémulo de la esperanza!” (Ortega y Gasset[2]).



[1] Ortega y Gasset: “Sobre la razón histórica”, O. C. Tº 12, Madrid, Alianza, 1983, p. 202.

[2] Ortega y Gasset: “Sobre la razón histórica”, O. C. Tº 12, Madrid, Alianza, 1983, p. 221.

lunes, 26 de diciembre de 2022

MÁS ACTIVIDADES INÚTILES PERO IMPRESCINDIBLES

 

“Yo creo que la gente en todos los aspectos prácticos de la vida debería recordar que para vivir una vida equilibrada necesitan también goces no prácticos” (Hans Selye[1]).

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“La apreciación del arte, la admiración de la naturaleza (tienen una) ventaja sobre los simples placeres de la carne: su crepúsculo dura más tiempo (…) La mayoría de los simples placeres de la carne tienden a enranciarse a medida que pasa el tiempo, pero estas satisfacciones más complejas de la mente llegan a ser cada vez más generosas a medida que son cultivadas” (Hans Selye[2]).



[1] Hans Selye: “La tensión en la vida (el stress)”, Buenos Aires, Compañía General Fabril Editora, 1960, p. 299.

[2] Hans Selye: “La tensión en la vida (el stress)”, Buenos Aires, Compañía General Fabril Editora, 1960, p. 300.

sábado, 24 de diciembre de 2022

ACTIVIDADES INÚTILES PERO IMPRESCINDIBLES

 

“El concepto de «necesidad humana» abarca indiferentemente lo objetivamente necesario y lo superfluo (…) El hombre que se convence a fondo y por completo de que no puede lograr lo que él llama bienestar, por lo menos una aproximación a ello, y que tendría que contentarse con el simple y nudo estar, se suicida. El bienestar y no el estar es la necesidad fundamental para el hombre (…) Las necesidades biológicamente objetivas no son, por sí, necesidades para él. Cuando se encuentra atenido a ellas se niega a satisfacerlas y prefiere sucumbir (…) De donde resulta que hasta lo que es objetivamente necesario sólo lo es para el hombre cuando es referido a la superfluidad. No tiene duda: el hombre es un animal para el cual sólo lo superfluo es necesario (…) La técnica es la producción de lo superfluo (…) El animal es atécnico: se contenta con vivir y con lo objetivamente necesario para el simple existir” (…) “De un lado (está, pues) servir a la vida orgánica, que es adaptación del sujeto al medio, simple estar en la naturaleza. De otro, servir a la buena vida, al bienestar, que implica adaptación del medio a la voluntad del sujeto” (y para eso inventamos la técnica) (Ortega y Gasset[1]).



[1] Ortega y Gasset: “Meditación de la técnica”, Tº 5, pp. 327 a 329.

martes, 20 de diciembre de 2022

NO ES POSIBLE VIVIR SIN TENER UNA TEORÍA O INTERPRETACIÓN DEL MUNDO

 

Aunque sea envueltos en una interpretación prestada, dentro de la cual vivamos insertados como en una nube

“Vean el nuevo sentido que cobra la vieja y hasta chabacana locución latina: “Primum est vivere; deinde philosopari’. En efecto, vivir es primero, filosofar, teorizar es después (…) Descartes filosofa porque se encontraba existiendo en ese elemento de oscuridad (que era su mundo, su vida) y, no sabiendo qué hacer en él para subsistir, no tiene más remedio que hacerse ideas claras y distintas sobre esa realidad. Es decir: que no se puede vivir sin filosofar y, más en general, sin teorizar, sin construirse una orientación sobre ese elemento que (llamamos) ‘mundo en el cual se vive’ (…) La teoría tiene su comienzo y raíces esenciales en la vida (…) Sócrates había dicho: ‘Una vida sin teoría no es vividera para el hombre’ (…) Y quien no lo advierte es que ignora la torpe, la tosca, la irresponsable filosofía que le sostiene, que le orienta y en que va envuelto, como la tropilla pampera en la nubecilla de polvo que el sol declinante orifica” (Ortega y Gasset(1)).



[1] Ortega y Gasset: “Sobre la razón histórica”, O. C. Tº 12, Madrid, Alianza, 1983, p. 191.

domingo, 18 de diciembre de 2022

POR QUÉ CONTRADECIRSE NO ES TAN MALO

 

“Un pensamiento que no contiene una ligera contradicción no es completamente convincente” (Carl Gustav Jung)[1].

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“La triste verdad es que la auténtica vida del hombre consiste en un complejo de oposiciones inexorables: día y noche, nacimiento y muerte, felicidad y desgracia, bueno y malo. Ni siquiera estamos seguros de que uno prevalecerá sobre el otro, de que el bien vencerá al mal o la alegría derrotará a la tristeza. La vida es un campo de batalla. Siempre lo fue y siempre lo será, y si no fuera así, la existencia llegaría a su fin” (Carl Gustav Jung[2]).

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“Toda cultura consiste en la resolución de contradicciones. Barbarie, en cambio, es aquella ceguera para la contradicción que nos permite quedarnos con uno solo de los términos” (Ortega y Gasset[3]).

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Las gentes suelen mostrarse demasiado presurosas en decidirse por lo mejor: olvidan que cada acto de preferencia abre, a la vez, una oquedad en nuestra alma. No, no prefiramos; mejor dicho, prefiramos no preferir. No renunciemos de buen ánimo a gozar de lo uno y de lo otro; religión y ciencia, virtud y placer, cielo y tierra… Cierto que hasta ahora no se han resuelto las antítesis; pero cada hombre debe pensar que es él el llamado a resolverlas” (Ortega y Gasset[4]).

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“Toda contradicción se resuelve ahondando, penetrando en el subsuelo, donde las raíces se entrecruzan y confunden” (María Zambrano[5]).



[1] Carl Gustav Jung: “Los complejos y el inconsciente”, Madrid, Alianza, 1970, p. 124.

[2] Carl Gustav Jung: “El hombre y sus símbolos”, Barcelona, Caralt, 1977, p. 83

[3] Ortega y Gasset: “El Espectador”, Tº II, O. C., Tº 2, p. 144

[4] Ortega y Gasset: “Notas de andar y ver. Viajes, gentes, países”, Madrid, Alianza, 1988, p. 38

[5] María Zambrano: “Horizonte del liberalismo”, Barcelona, Galaxia Gutenberg, O. C. Tº 1, p. 100

lunes, 12 de diciembre de 2022

QUÉ SIGNIFICA “YO QUIERO”


 

El mundo interior es para Ortega un dinamismo que atraviesa varios niveles escalonados que constituyen el trayecto que va desde el más informe y profundo estrato de nuestra intimidad hasta el que sirve de frontera con el mundo exterior, acogido ya a las formas y propuestas que este permite. Al que marca el punto inicial de salida de ese dinamismo lo llama alma corporal, y aún más específicamente, vitalidad: “Cada uno de nosotros es ante todo una fuerza vital: mayor o menor, rebosante o deficiente, sana o enferma. El resto de nuestro carácter dependerá de lo que sea nuestra vitalidad”[1]. En la dirección que va desde la vitalidad, esa fuerza que emana de nuestra intimidad, hacia el mundo exterior, el siguiente estrato de nuestra vida psíquica es el alma: “Es la región de los sentimientos y emociones, de los deseos, de los impulsos y apetitos”[2]. Pero no es a esta parte de nosotros a lo que todavía podamos llamar “yo”. Por el contrario, se trata de fluencias que se nos imponen, emociones que sufrimos pero que emanan de algo profundo y no sometido a nuestro control, y deseos que nos vapulean, que nos hacen brincar de un objeto a otro de manera centrífuga y todavía sin nuestra consciente colaboración. Cuando de uno de esos deseos que trascienden de los objetos, que nacen en nosotros pero que no somos nosotros, se apropia, por fin, nuestra voluntad, o cuando asimismo esta pasa a controlar la manifestación o no de una de aquellas emociones en el mundo exterior, es cuando podemos decir que ha aparecido el último estrato de nuestra vida psíquica: el yo, el espíritu. “Llamo espíritu al conjunto de los actos íntimos de que cada cual se siente verdadero autor y protagonista. El ejemplo más claro es la voluntad. Ese hecho interno que expresamos con la frase ‘yo quiero’, ese resolver y decidir, nos aparece como emanando de un punto céntrico en nosotros, que es lo que estrictamente debe llamarse ‘yo’”[3]. O sea, mi espíritu, que soy yo, superponiéndose a mi alma, que son mis deseos, mis inclinaciones.



[1] O y G: “Vitalidad, alma, espíritu”, “El Espectador” Vol. V, O. C. Tº 2, p. 456.

[2] O y G: “Vitalidad, alma, espíritu”, “El Espectador” Vol. V, O. C. Tº 2, p. 462.

[3] O y G: “Vitalidad, alma, espíritu”, “El Espectador” Vol. V, O. C. Tº 2, p. 461.

lunes, 5 de diciembre de 2022

“POR MUNDO ENTENDEMOS LA ORDENACIÓN UNITARIA DE LOS OBJETOS” (ORTEGA Y GASSET )


 

“Cada cosa (es) una encrucijada: su vida, su ser es el conjunto de relaciones, de mutuas influencias en que se hallan todas las demás. Una piedra al borde de un camino necesita para existir del resto del Universo” (Ortega y Gasset[1]).

“O confusión, enlazamiento mutuo (de átomos) y dispersión, o unión orden y providencia. Así pues, si lo primero ¿para qué deseo perdurar en un compuesto fortuito y en semejante mezcla? ¿Para qué me preocupo de otra cosa que no sea de cómo llegar al final de una vez? ¿Para qué me inquieto? Pues la dispersión llegará a mí haga lo que haga. Pero si es lo segundo, lo venero, soy constante, y confío en el que me gobierna” (Marco Aurelio[2]).

“Acabamos de reconocerlo: por la hominización, el Universo ha alcanzado un nivel superior, en el que sus potencias físico-morales toman, poco a poco, la forma de una afinidad fundamental que religa los individuos entre ellos y a lo que hemos llamado el «Punto Omega» (…) de este término refluye, en definitiva, la Energía esencial del Mundo, la que, después de haber agitado confusamente la masa cósmica, emerge de ella para formar la Noosfera. ¿Qué nombre hay que dar a semejante clase de influencia? Uno solo: el Amor” (Teilhard de Chardin[3]).

“La realidad no es más que el síntoma de que una cosa ejerce influjo sobre todas las demás y de ellas lo recibe, de que una cosa es necesaria para que el resto subsista. Porque los sapos silban al crepúsculo en sus hoyos, hilan las princesas en sus camarines” (Ortega y Gasset [4]).



(0) (Título): Ortega y Gasset: “Introducción a una estimativa”, O. C. Tº 6, Madrid, Alianza, 1983, p. 318.

[1] Ortega y Gasset: “Adán en el Paraíso”, O. C. Tº 1, p. 482

[2] Marco Aurelio: “Meditaciones”, Madrid, Alianza Editorial, 1985, Lº V, &29, Lº VI, &10, pág. 72

[3] Pierre Teilhard de Chardin: “La energía humana”,  https://docer.com.ar/doc/15xn885, p. 84.

[4] Ortega y Gasset: “Azorín, primores de lo vulgar”, en “El Espectador”, Vol. II, O. C. Tº 2, pp. 182-183.

sábado, 3 de diciembre de 2022

¿ES SIEMPRE IMPRESCINDIBLE LA RECIPROCIDAD EN LA ENTREGA AMOROSA?

 


Tema importante. Con permiso de Descartes, podríamos decir que es indudable que admite dudas. Pensemos en que el amor a un hijo se da aun cuando no haya reciprocidad… pero no sé si hasta  un cierto límite. Y puedo hablar en primera persona del caso de una familiar que ha estado cuidando de su marido enfermo durante cinco duros años, hasta la muerte de este, en que toda la emisión de cariño era unidireccional de ella hacia él… aunque también pueden llegar en casos como este de los cuidadores de enfermos momentos de legítimo desánimo o saturación. Así pues: ¿Necesitamos a fin de cuentas alguna clase de compensación para nuestra más pura disposición de entrega? Para liar un poco más las cosas, pongo un par de citas; la primera de Ortega“Desde el cristianismo, el hombre, por ateo que sea, sabe, ve, no ya que la vida humana debe ser entrega de sí misma, vida como misión premeditada y destino interior –todo lo contrario que aguante de un externo destino–, sino que lo es, queramos o no”[1]. Y la otra, de Viktor Frankl, un hombre que dijo que soportaba el suplicio de estar prisionero en Auschwitz gracias al amor que sentía por su mujer, con la que hablaba mentalmente… pero su mujer, por entonces, ya había muerto en otro campo de concentración. Dice Frankl: “En todo momento el ser humano apunta, por encima de sí mismo, hacia algo o hacia un sentido que hay que cumplir, o hacia otro ser humano, a cuyo encuentro vamos con amor. En el servicio a una causa o en el amor a una persona, se realiza el hombre a sí mismo”[2].





[1] Ortega y Gasset: “En torno a Galileo”. Obras Completas, Tomo 5, Alianza, Madrid, 1983, pp. 154-155.

[2] Viktor E. Frankl: “Ante el vacío existencial. Hacia una humanización de la psicoterapia”, Barcelona, Herder, 1980, 17


viernes, 2 de diciembre de 2022

LA SOLEDAD QUE DESEAMOS VERSUS LA SOLEDAD QUE TEMEMOS


A lo largo de la vida parece que inevitablemente uno va diferenciándose de los demás cada vez más, y aumentando la parte proporcional que vamos rindiendo a la soledad. Y sin embargo, la soledad es peligrosa. Cioran se preguntaba: “¿La soledad no es, sin embargo, un terreno propicio para la locura?”[1]. Y María Zambrano (una mujer “extraordinariamente encantadora”, según Cioran) reflexionaba así al respecto: “Solemos tener la imagen inmediata de nuestra persona como una fortaleza en cuyo interior estamos encerrados, nos sentimos ser un ‘sí mismo’ incomunicable, hermético, del que a veces querríamos escapar o abrir a alguien (…) A mayor intensidad de vida personal, mayor es el anhelo de abrirse y aun de vaciarse en algo; es lo que se llama amor, sea a una persona, sea a la patria, al arte, al pensamiento (…) La pérdida de esta conciencia de ser análogamente, de ser una unidad en un medio donde existen otras, comporta la locura”[2].Así que parece inevitable estar insertados en ese movimiento pendular entre la soledad y la compañía o la entrega, como dice Ortega: “Desde el fondo de radical soledad que es, sin remedio, nuestra vida, emergemos constantemente en ansia no menos radical de compañía y sociedad. Cada hombre quisiera ser los otros y que los otros fueran él”[3].



[1] E. M. Cioran: “En las cimas de la desesperación”, Barcelona, Tusquets, pág. 67

[2] María Zambrano: “Persona y democracia”, Madrid, Siruela, 1996, p. 26.

[3] Ortega y Gasset: “En torno a Galileo”. Obras Completas, Tomo 5, Alianza, Madrid, 1983, p. 62.