“ ‘Ser’
significaba para el griego la realidad fija, dada de una vez para siempre,
permanente (…) ‘Ser’ viene de ‘sedere’: estar sentado. ¡Hasta este punto
significaba “quietud”. Pero la vida no se sienta nunca, no tiene un ser fijo y
dado de una vez para siempre, sino que está siempre pasando y aconteciendo (…)
¡La vida es la grande, esencial inquietud!” (Ortega y Gasset[1]).
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“La historia entera de Occidente es un bloque
unitario, el cual ha sido lo que ha sido –es decir, que ha pasado en la
historia lo que ha pasado–, porque hace veintisiete siglos los hombres de
Grecia resolvieron adoptar una cierta forma de pensamiento. Podían haber adoptado
otra y entonces la historia del hombre hubiera sido muy distinta (…) Si ahora
adoptamos una manera de pensar radicalmente opuesta, formalmente “otra”,
¡calculen los quilates que concentra la reforma, y la vastedad de nuevos
horizontes posibles para el destino humano que nos bosqueja y nos anuncia el
dedo trémulo de la esperanza!” (Ortega y Gasset[2]).