Miguel Ángel Quintana Paz es actualmente miembro del Consejo Político nacional de Unión Progreso y Democracia (UPyD) y responsable de Estudios, Programa y Comunicación de este partido en Castilla y León. Fue uno de los ciento cincuenta ciudadanos que, como miembros de su primer Consejo Político, participaron en la inauguración del partido el 28 de septiembre de 2007 en la Casa de Campo de Madrid. Es además profesor universitario, y sus especialidades académicas son, fundamentalmente, la Filosofía y la Ética. Miguel Ángel me ha propuesto que pasemos a colgar en nuestros respectivos blogs (el suyo es: http://upyd.tumblr.com/ ) un debate que pretendemos mantener por escrito, a raíz de alguna conversación previa, con la intención de que pueda ser compartido por otras personas. Por supuesto, he aceptado encantado: es un privilegio debatir con él. El desencadenante inmediato de nuestro debate es el que, por su parte, mantuvieron hace ya un tiempo Antonio Elorza y José Álvarez Junco en la prensa sobre el mismo tema (http://blogs.periodistadigital.com/24por7.php/2005/11/28/elorza_vs_alvarez_junco_o_como_ven_dos_c).
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No conocía la polémica entre Elorza y Álvarez Junco. Me parece que está en el meollo del debate que sabemos que hay pendiente sobre ese tema, el que no creo que haya que dar por clausurado en UPyD y del que ya tuvimos ocasión de hablar nosotros cuando nos conocimos personalmente. Lástima que, según me ha dado la impresión, Álvarez Junco se retirara a posiciones menos comprometidas, porque dejó un poco cojo el ángulo del debate que a él le hubiera tocado haber defendido.
En fin, retrocediendo a ese punto radical del que suelen arrancar los debates, aquél en el que se dilucida si fue antes el huevo o la gallina, yo sí creo (con Elorza) que la nación es inevitablemente anterior al derecho que viene a sancionar y regular su realidad. No es función de la ley generar realidades, creo yo, sino regularlas. Puedo conceder que, antes de la Constitución de 1812, había una serie de realidades, latencias o hechos en gestación cuyo conjunto no podríamos decir que fuera contenido suficiente para llamar a aquello nación moderna; pero es que las realidades sociales no surgen de un día para otro, y España, nuestra nación, como todos los hechos históricos (¿hay algún hecho humano que no sea histórico?), viene gestándose desde tiempo atrás (mucho tiempo atrás en este caso). Por ejemplo, como también refiere Elorza, desde los tiempos de los visigodos (y aun antes). Recuerdo cómo en nuestra intensa conversación del día que nos vimos en Valladolid tú te planteabas ser precavido y eludir el proponer la historia como eventual campo de batalla con los nacionalistas, porque de allí podrían ellos extraer suficientes argumentos victimistas; por ejemplo, el de que los visigodos agredieron a los vascones. Bien, pues yo creo que la historia es un vector que no deja ninguna realidad quieta, que empuja hacia ser otra cosa además de lo que se era; y cuando llegaron los romanos, empezamos por aquí a pertenecer al vector que pasaba por ellos. Desde entonces, la historia dejó atrás lo tribal.
Los antepasados de los vascos actuales, digámoslo así, son más los visigodos que la tribu vascona (incluso aunque todos hubieran seguido teniendo el Rh negativo). Y el vector histórico siguió aún empujando hacia un idioma común en cada ámbito de lo que después serían las naciones modernas, hacia un mercado único, hacia la unidad legislativa después de todo el fárrago legislativo medieval, hacia la unificación fiscal y la desaparición de los privilegios… y, llegado el momento, hacia la formulación de las constituciones modernas. Luego quien quiera regresar a algún punto anterior a lo que marca ese vector histórico acumulativo, es, simplemente, un reaccionario. Ése es el caso de nuestros nacionalismos. Y por todo esto yo creo que la historia es el campo de batalla (no se me ocurre ahora una expresión mejor) más genuino para desarrollar nuestro combate con los nacionalistas. Ellos quisieran haber parado la rueda de la historia (o algo de ella) en algún momento del pasado, pero en este mundo todo se mueve sin parar (se mueve con sentido… pero ese, quizás, es otro debate).
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