“(Es preciso) contrarrestar nuestra ingenua tendencia a creer que la
sobra de medios favorece la vida. Todo lo contrario. Un mundo sobrado de
posibilidades produce, automáticamente, graves deformaciones y viciosos tipos
de existencia humana —los que se pueden reunir en la clase general
«hombre-heredero,» de que el «aristócrata» no es sino un caso particular, y
otro, el niño mimado, y otro, mucho más amplio y radical, el hombre-masa de
nuestro tiempo (…) Cabe formular esta ley que la paleontología y biogeografía confirman;
la vida humana ha surgido y ha progresado sólo cuando los medios con que
contaba estaban equilibrados por los problemas que sentía. Esto es verdad lo
mismo en el orden espiritual que en el físico (…) Pues bien, la civilización
del siglo XIX es de índole tal que permite al hombre-medio instalarse en un
mundo sobrado, del cual percibe sólo la superabundancia de medios, pero no las
angustias” (Ortega y Gasset(1)).
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