“La mayor parte de los hombres no hacemos sino querer en el sentido
económico de la palabra; resbalamos de objeto en objeto, de acto en acto, sin
tener el valor de exigir a ninguna cosa que se ofrezca como fin a nosotros” (Ortega y Gasset[1]).
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“De esta cadena de voliciones, en que un querer sirve a otro querer, se
compone el tejido de nuestra habitual existencia (…) El querer ético, en
cambio, hace de las cosas fines, conclusiones, últimas fronteras de la vida,
postrimerías” (Ortega y Gasset[2]).
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“No tenemos la voluntad de una existencia dinámica: vivimos rendidos e
incapaces para el entusiasmo. Los mayores acontecimientos pasan sobre nosotros
sin producirnos ningún temblor (…) Cada individuo se desliza silencioso por la
sociedad sin la vigorosa decisión de realizar su destino” (Ortega y Gasset[3]).
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