Los psicólogos de la gestalt
dicen que buena parte del aprendizaje humano se produce por insight, es decir, por la comprensión
repentina de algo. Esto significa que el paso de la ignorancia al conocimiento
ocurre con rapidez, “de repente”, una vez que se descubre una estructura que
une de una manera inédita y efectiva los elementos presentes. Wolfgang Köhler (1887-1967),
el principal representante de la psicología Gestalt, demostró que esa forma de
aprendizaje, ese insight, era algo
que algunos animales, concretamente los monos con los que experimentó, también
llegaban a realizar. Comprobó cómo esos monos eran capaces de organizar los
elementos presentes en una concreta situación para conseguir un objetivo: se subían,
por ejemplo, a un cajón, incluso a dos que amontonaban, que hasta entonces
formaban parte del escenario como algo ajeno a la situación, para alcanzar
plátanos que estaban demasiado altos; o utilizaban un palo, incluso enganchaban
dos cañas, dentro de su jaula, para con su ayuda alcanzar otros plátanos a los
que no llegaban con la mano. “El animal parece haber entendido el nexo ideal que se establece entre un
objeto y una finalidad, merced al cual el objeto se convierte en medio para otra cosa” (1).
No hay motivo para no considerar eso como conducta inteligente: “La
inteligencia es, pues, la percatación de relaciones entre las cosas; es ver a
éstas como miembros de una estructura, en la cual cada una tiene su papel, su
“sentido”. Un ser que al cambiar la situación o estructura perciba el
cambio de papel, de “sentido” de las cosas integrantes, a pesar de que
visualmente siguen siendo las mismas, es un ser inteligente” (2).
Fracasado el intento natural de alcanzar el plátano con la mano, y antes de dar
con la solución, se quedaban los chimpancés de Köhler quietos, como si hubieran
desistido, hasta que reestructuraban mentalmente los objetos presentes y, de
repente, utilizaban el instrumento. Un animal “ha creado un instrumento. Ya no
puede definirse al hombre como homo faber” (3).
Los chimpancés Grande y Sultán en la Casa Amarilla (Tenerife), donde se realizaron, a principios del siglo XX, las primeras investigaciones relacionadas con la conducta humana a partir de la observación y el estudio de primates
Efectivamente, los hombres, cuando ejercitamos nuestra
inteligencia, hacemos lo mismo que aquellos monos, estructurar los elementos
presentes en cada situación, hasta entonces aislados e inconexos, pero con una
diferencia: incluimos en esa recomposición de los elementos otros que no están
presentes, elementos que nos aporta la memoria y, de su mano, la imaginación.
La primera imagen de algo ausente fue, por tanto, un recuerdo. El primer
recuerdo, hay que pensar que por la fuerza emocional que le acompañaba, fue la
imagen de alguien querido pero ausente. Si fuera así, el momento en que
empezamos a hacer ritos funerarios señaló también aquel en el que apareció la
imaginación, es decir, el género humano. “El sepulcro es tal vez el primogénito de la
cultura. “A la piedra —dice Bachofen— que indica el lugar del enterramiento
está adherido el culto más antiguo; a la construcción sepulcral, el más antiguo
edificio religioso; al adorno de la tumba, el origen del arte y la
ornamentación”” (4).
Podríamos diferenciar la fantasía de la imaginación, reservando solo para esta
última la capacidad de ordenar los elementos presentes, recordados o
vislumbrados en una estructura que permite una nueva adecuación a la realidad.
El psicoanálisis de Freud también utiliza el concepto de insight para referirse al momento en el que un paciente acaba por
descubrir una relación entre componentes de su personalidad que hasta ese
momento permanecía ignorada y que le permite un paso adelante significativo en
su proceso psicoterapéutico.
Los productos de la imaginación se decantan finalmente, en
su forma más acabada, como conceptos o ideas. La razón trabaja con esos conceptos.
Un concepto es una generalización, analogía o relación entre partes a raíz de
observaciones en las que se descubre un patrón común. Lo peculiar en el hombre,
como decimos, es que realiza esas generalizaciones, analogías o relaciones no
solo a partir de lo que ve en el momento, sino también de imágenes que extrae
de su memoria. Jung añadiría que esa conceptualización puede provenir de una
cierta propensión a incluir lo que observamos o experimentamos en un patrón
que, efectivamente, guarda nuestra mente, pero esta vez en esa parte de ella
que constituye el inconsciente colectivo, y que precede a cualquier
observación. De todas formas, esa implicación del inconsciente colectivo en la
conformación de patrones sería asimilable a la memoria, por el mismo motivo por
el que Platón decía que guardamos en la mente la memoria de las ideas o
arquetipos de los que tuvimos experiencia antes de nacer.
En contraste con estos humanos modos de discurrir, “es
probable que las ideas del animal no sean estables y posean un carácter de
ideas-relámpagos, de “ocurrencias” que no se solidifican en su mente y por esto
no llegan a ser “ideas generales”. Pero este defecto de su inteligencia se debe
más bien a insuficiencia de otra facultad que no es el pensamiento: a falta de
memoria” (5) (valdría decir también que a falta de nostalgia, de duelo por la pérdida... de religiosidad, según lo dicho antes).
Ideas de los animales que podríamos considerar magníficas, como las que mostró
Köhler en sus experimentos con monos, no las saben conservar, no les sirven
para la vez siguiente, porque se dedican a vivir apegados al momento.
Resulta curioso, por paradójico, el hecho de que el valor
decisivo de la memoria en los hombres no se lo otorga tanto el pasado como el
futuro. “La memoria no es sino un culatazo que da la esperanza” (6).
Y es que “la vida, lo mismo en el animal que en el hombre, es una faena que se
hace hacia adelante. Es afrontar la situación que en cada nuevo momento
sobreviene” (7).
Vivimos de cara a ese futuro más inmediato o más lejano que viene hacia
nosotros planteándonos problemas. Y ante esos problemas reaccionamos
interpretando lo que pasa, confrontando cada nueva circunstancia con las
pasadas que conservamos en la memoria, en suma, contraponiendo ideas, conceptos,
a los problemas que se nos presentan. “De este confrontamiento surge un esquema o
figura ideal de la nueva situación en vista de la cual el ser viviente resuelve
una actitud. Hay, pues, una construcción imaginativa del inmediato porvenir, de
lo que va a pasar, de lo que va a ser el contorno en relación con el sujeto.
Parecerá extraño, pero es la pura y simplicísima verdad: vivir es una obra de
imaginación” (8).
Esa imaginación se construye articulando el material que nos entrega la memoria
con las percepciones o imágenes presentes, y con el objeto de afrontar los
problemas que de cara al futuro se nos presentan. El animal tiene poca
imaginación porque tampoco tiene mucha memoria, añade muy poco a los hechos
estrictos que ocurren ante él, y solo se preocupa de lo que inmediatamente le
pasa. El hombre, por el contrario, anticipa para cada paso que da todo lo que
habrá de venir después, hasta llegar a preguntarse finalmente por el sentido de
su vida. “El hombre es el único viviente que para vivir necesita darse razones
de existir” (9).
Necesita justificar su existencia, no simplemente existir. Y, en fin, el pasado
viene a ser el instrumento que utilizamos para preparar el futuro, un futuro,
un plan de vida con el que podamos justificarnos.
[1] O y G:
“La inteligencia de los chimpancés”, O. C. Tº 3, p. 577.
[2] O y G:
“La inteligencia de los chimpancés”, O. C. Tº 3, pp. 578-79.
[3] O y G:
“La inteligencia de los chimpancés”, O. C. Tº 3, p. 578.
[4] O y G:
“Oknos el soguero”, O. O. Tº 3, p. 596.
[5] O y G:
“Los “nuevos” Estados Unidos”, O. C. Tº 4, p. 358.
[6] O y G:
“Goethe desde dentro”, O. C. Tº 4, p. 386.
[7] O y G:
“Los “nuevos” Estados Unidos”, O. C. Tº 4, p. 358.
[8] O y G:
“Los “nuevos” Estados Unidos”, O. C. Tº 4, p. 358.
[9] O y G:
“Los “nuevos” Estados Unidos”, O. C. Tº 4, p. 359.
No hay comentarios:
Publicar un comentario