“Desde el Renacimiento existe un enorme poder de convicción en la
sociedad occidental la autoexperiencia del ser humano como ser aislado y
encerrado en su propio «interior» frente a todo aquello que está «fuera»”. “Es posible encontrar esta idea del ‘yo encerrado
en sí mismo’ como uno de los leit-motiv de la filosofía moderna: está en el yo
pensante de Descartes, que se ve enfrentado al resto del mundo en el interior
de su mente, también en la mónada ciega de Leibniz, en el sujeto del
conocimiento kantiano, quien es incapaz de salir de su casa apriorística para
alcanzar la ‘cosa en sí’. Cabe encontrar expresiones de esta autoexperiencia de
una forma menos reflexiva en la literatura; por ejemplo, en las afirmaciones de
Virginia Woolf, quien se queja de la incomunicabilidad de las experiencias de
la vida, considerándola como la causa de la soledad humana (…) Las sociedades
europeas modernas sostienen una imagen del hombre en la que su propio ‘yo’, su
auténtico ‘yo’, es algo encerrado en el ‘interior’, separado de todos los demás
hombres y cosas” (Norbert Elias[1])
[1] Norbert
Elías: “El proceso de la civilización”, Madrid, Fondo de Cultura Económica,
1987, p. 36 y ss.