¿Somos, para empezar, una pizarra vacía y vamos conociendo
el mundo a medida que las experiencias que tenemos van dejando su huella en esa
pizarra desocupada que somos inicialmente? Aunque resulte contraintuitivo,
ocurre, por el contrario, que conocemos sólo aquella parte del mundo a la que
prestamos atención, y la atención es un
recurso que significa que buscamos a través de ella algo que ya estaba
prefigurado en nuestra expectativa; como dice Ortega, “fijarse es precisamente buscar
el objeto de antemano, y es como un preverlo antes de verlo”. Esa es la
razón de que Don Quijote se enamorara de Dulcinea antes de que ésta fuera una
mujer real. De modo que, sustituyendo ese ideal de mujer por la verdad, puede
decir asimismo Ortega: “Una verdad no es verdad porque se la desea;
pero una verdad no es descubierta si no se la desea y porque se la desea se la
busca”[1].
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