La realidad de cada cosa no se reduce a estar en lo que de
esa cosa nos es accesible y evidente, lo que está, pues, al alcance de la
ciencia; y es que siempre quedarán preguntas por responder sobre las cosas, puesto
que cada una nos remite a todo el resto del Universo, con el cual está
interconectada. Y para indagar en ese espacio que
discurre entre cada cosa y el resto del Universo es para lo que está dispuesta
la filosofía.
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“Todas las ciencias particulares empiezan por acotar
un trozo del Universo, por limitar su problema, que al ser limitado deja en
parte de ser problema (…) Pero el Universo en cuya pesquisa parte audaz el
filósofo como un argonauta no se sabe lo que es. Universo es (…) todo cuanto
hay (es decir, es) la negación de lo que sólo sea parte, trozo, fragmento. El
filósofo, pues, a diferencia de todo otro científico, se embarca para lo
desconocido como tal. Lo más o menos conocido es partícula, porción,
esquirla de Universo (…)a las demás ciencias les es dada su objeto, pero el
objeto de la filosofía como tal es precisamente el que no puede ser dado;
porque es todo, y porque no es dado tendrá que ser en un sentido muy esencial
el buscado, el perennemente buscado” (Ortega y Gasset[1])
[1] Ortega y Gasset: “¿Qué es filosofía?, O. C. Tº 7, pp. 308-309.
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