Teresa Giménez Bartat, diputada de la cuasi extinta UPyD, ha
puesto en marcha como eurodiputada en Bruselas lo que El Mundo dice que es la
mejor iniciativa que haya tenido un eurodiputado español a lo largo del tiempo,
Euromind. Allí convocó un seminario sobre “Mujeres fuertes, hombres frágiles”.
En él, Susan Pinker (hermana del Steven, el autor del muy recomendable libro
“Los ángeles que llevamos dentro”) argumenta como psicóloga (con cifras
estadísticas) que en la etapa escolar los niños demuestran ser mucho más
frágiles, más carne de cañón para los psicólogos (y también tienen menos
supervivencia a partos prematuros, más muertes súbitas…) que las niñas. Y el
rendimiento escolar de estas, o su capacidad para la empatía, es mayor que el
de los niños. Todo esto se traslada también a la edad adulta: los hombres
contraen más enfermedades crónicas y más infecciones (las muertes por
infecciones hospitalarias son de hombres en un 70%), hay diez veces más
población reclusa masculina que femenina, las lesiones en la columna vertebral
por accidentes son cuatro veces más en los hombres; la esperanza de vida en los
países desarrollados es entre 5 y 8 años más corta entre los hombres. Las
demencias también afectan más a los hombres. El rendimiento en la universidad también es mayor en las chicas. Hasta los estragos de la polución afectan mucho más a
niños y hombres que a niñas y mujeres. Curiosamente, puesto que han de luchar
contra mayores déficits para sobreponerse y tener una vida exitosa, la
resiliencia lleva muchas más veces a alcanzar el éxito (tal y como suele
entenderse) a los hombres que a las mujeres. Pero, en resumen: hay más idiotas
varones… y más genios varones (Premios Nobel incluidos, y no porque la Academia
sueca sea reducto heteropatriarcal). No hay Mozarts femeninos… pero tampoco
homólogas de Jack el Desptripador.
Las diferencias, ¿son, por tanto, atribuibles al
“heteropatriarcado”? ¿Por qué hay diferencias laborales? Resulta que las
mujeres, a la hora de escoger un trabajo, priorizan la flexibilidad, la
autonomía y los fines humanitarios mucho más que el poder o el dinero. Y
tienden a poner el foco de su interés en la gente y los procesos orgánicos, y
no en las cosas (prefieren la medicina o la política pública en vez de
tecnología de la información o ingeniería). El 70% de las mujeres está
dispuesta a cambiar dinero por significado; tienden a buscar un propósito
social. Obstetricia y veterinaria son carreras casi exclusivamente femeninas.
También trabajo social, ginecología o pediatría son mayoritariamente femeninas.
El 90% del voluntariado es femenino. Todo esto explica la brecha salarial.
¿Deben las mujeres medirse por el estándar de éxito
entendido al modo masculino? ¿Somos los hombres culpables y llevamos el
machismo impreso en nuestro ADN, como diría la alcaldesa de Madrid? Desde
luego, Teresa Giménez se ha convertido en el blanco de las diatribas del
feminismo radical por atreverse a impulsar el debate sobre estos temas.
Para más información a propósito de las diferencias
biológicas entre hombre y mujer, remito al vídeo de la conferencia de Susan
Pinker.