Así que se trata de encontrar un hilo conductor en el que ir
encajando las cosas que pasan, en este caso, lo que nos pasa como sociedad.
“Sociedad”, entre nosotros, quiere, sobre todo, decir, para empezar a fijar
certeramente ese hilo conductor, “España”. Una sociedad en la que su realidad
queda reflejada a partir de unos cuantos datos definitorios: seis
millones de parados, 3,44 millones de viviendas vacías (13,7 % del total),
según datos oficiales, un sistema educativo fracasado, a la vista de los datos
comparativos, una corrupción generalizada en nuestras élites políticas y
sindicales, un sistema judicial deteriorado por su ineficacia e ineficiencia y
por su dependencia de esas élites políticas, y, en general, unas instituciones
desacreditadas, y un sistema autonómico de organización territorial que
culminará su fracaso cuando, en un tiempo tasado ya, los nacionalismos más
exitosos en sus respectivas autonomías acaben de echar el órdago de la
declaración unilateral de independencia para sus territorios… ¡Ah!, y una
ciudadanía en la que el cabreo y la angustia se distribuyen a la par, dejando
lo que queda para la desorientación. Evidentemente, en la selección de los
datos definitorios va ya incluida cierta preliminar interpretación de los
mismos, aunque de lo que se trata es de hacerlos encajar en una interpretación
más cabal, que intentaremos realizar.
El inicio del relato que habría de servirnos de hilo
conductor interpretativo podríamos hacerlo coincidir, aunque nos dejemos
coyunturalmente fuera asuntos muy importantes, con la llegada del euro, por un
lado, que eliminaba el riesgo cambiario (los riesgos que para el inversor
suponía la posible devaluación del valor de la moneda en la que aquel había
invertido) y, por otro, con el intervencionismo político de Alan Greespan,
presidente de la Reserva Federal norteamericana, que redujo al mínimo los tipos
de interés crediticios. Estos acontecimientos significaron abrir las puertas al
dinero fácil y abundante: los créditos se multiplicaron, la gente empezó a
vivir por encima de sus posibilidades… Fundamentalmente, ese dinero extra que
apareció se invirtió en bienes inmuebles. Se incrementó el número de viviendas
muy por encima de las necesidades, como fórmula de inversión para ese dinero
fácil. Una inversión que resultó ser, en principio, muy productiva, dada la imparable
demanda de viviendas. Otra consecuencia de ese proceso fue que los sueldos en
el sector de la construcción se inflaron enormemente, lo que empujó a muchos
jóvenes estudiantes a abandonar sus estudios, porque el mercado laboral ofrecía
esos altos sueldos sin necesidad de que se correspondieran con una
cualificación de la mano de obra. Millones de extranjeros, mano de obra
asimismo sin cualificar, vinieron también al reclamo de esa llamada.
Aún más: el poder político encontró en esa intensa actividad
del sector de la construcción una enorme fuente de ingresos que le permitió
afrontar obras que, más que responder a necesidades sociales, se llevaban a
cabo para satisfacer impulsos megalómanos: la Ciudad de la Cultura de Santiago
de Compostela, la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia o distintos
aeropuertos que apenas han llegado a usarse son paradigmáticos en este sentido.
Las Cajas de Ahorros, mediatizadas por el poder político autonómico y
municipal, se convirtieron en temerarias suministradoras de los créditos que
permitían poner en marcha esas obras faraónicas. Al albur de tanto dinero fácil,
los políticos se corrompieron en gran número y dejaron de afrontar su tarea
como un servicio a la comunidad; desprovistos de esa función, pasaron a convertirse
en una casta que protegía sus intereses. Y a la vez que se corrompían y se
organizaban como casta, ponían en marcha fórmulas de autoperpetuación en las
que dejaron de ser valores a considerar su capacidad, sus méritos o su voluntad
de servicio, y pasaron a serlo su sumisión a las élites y su servicio a los
intereses de la casta.
Pero un día explotó la burbuja y entonces se vio que aquel
dinero fácil no era sino dinero adelantado por encima de lo que, una vez
gastado de forma suntuaria e improductiva, se podía devolver. El parón de la
construcción dejó fuera del mercado laboral a muchos miles de trabajadores sin
cualificar y, en esa medida, con muy pocas oportunidades de volver a tener vida
laboral en un mercado que cada vez exige mayor cualificación. De esta forma,
las prestaciones sociales se dispararon, aumentando vertiginosamente los gastos
de un estado ya de por sí desorbitados. Las Cajas de Ahorros se hundieron porque era imposible recuperar
unos fondos que, administrados directa e indirectamente por los políticos, no
por técnicos bancarios, se habían prestado sin valorar los riesgos. Pero la
casta política pretende salir de rositas de esta situación: no ha disminuido ni
en número ni en privilegios; ni siquiera ha enmendado sus hábitos corruptos.
Mantiene toda su estructura clientelar y sigue gastando por encima de lo que se
ingresa, a pesar de que los impuestos han aumentado muy sensiblemente,
deteriorando la ya flácida economía productiva que queda en España. La banca
reflotada canaliza su capacidad crediticia hacia la deuda pública, que sigue
creciendo porque los políticos mantienen funcionando un estado mastodóntico a
la vez que inoperante. Mientras tanto, desentendida de los auténticos problemas
de los españoles, deja medrar sin oposición a los separatismos, que, ya sin
reparos y blanqueados los terrorismos, estiran la cuerda hasta un punto de
tensión máxima.
Y este es el horizonte hacia el que, si no cambian las
cosas, avanzamos: por un lado, el aumento de la deuda pública no va a poder seguir por tiempo
indefinido y el crédito a nuestro estado no va a estar llegando siempre. En dos
o tres años, previsiblemente, se habrá convertido en impagable. Los inversores, demostrada
nuestra insolvencia, huirán a lugares que ofrezcan más garantías. El
crecimiento que aparenta asomar, apoyado en un crédito hasta ahora
ininterrumpido (ese crédito que sigue devorando el estado), quedará en evidencia, como un rey que hoy pocos admiten que
está desnudo. Por otro lado, a partir de noviembre, el nacionalismo catalán ha
anunciado que pondrá en marcha la etapa final de su viaje de no retorno y,
previsiblemente, no mucho más tarde (ya se han pronunciado públicamente al
respecto) llevarán a cabo una declaración unilateral de independencia. Es asimismo previsible que los
mossos d'esquadra, perfectamente adoctrinados, no obedecerán la orden que emitan
los jueces de detener a los miembros del gobierno de la Generalidad, como
dictan las leyes que ha de hacerse en un caso así, por lo que el gobierno de
Rajoy debería dar el paso de intervenir por la fuerza contra esa facción del
estado en rebeldía. Pero ¿qué se puede esperar de un gobierno dirigido por un personaje como Rajoy que
viene demostrando cada día su inoperancia, su irresolución, su incapacidad para
hacer cumplir las leyes y las sentencias que ahora mismo incumplen los
gobernantes de la autonomía catalana? Un jefe de Gobierno, este Rajoy, que, igual que aquel peculiar ministro
de Defensa, José Bono, que declaraba que prefería morir a matar y que con esa
filosofía gobernaba nuestros ejércitos, quiere resolver el irrefrenable
estado de rebeldía de los nacionalistas matándoles a besos o a propuestas de
diálogo “sin límite de tiempo”. Cuando menos, podemos decir que nadie sabe lo
que va a salir a partir de estas insólitas circunstancias previas.
Dedicaremos, en fin, próximas entradas de este blog a seguir
analizando la situación de nuestro país, esta espeluznante encrucijada nacional
en la que nos hallamos situados.
Estimado Javigracia, un panorama desolador que me ha atragantado el desayuno. Un saludo.
ResponderEliminarPues sí, amigo Navarth. Cuando tomo distancia, al ver por donde discurren mis reflexiones, algo de mí me dice que me lo tengo que hacer mirar, que un horizonte tan negro tiene que estar más en mis ojos que en el paisaje exterior. Pero mi otra parte, la reflexiva, tiene acorralada a esta otra que se pretende optimista y la agobia con los datos que aporta esta realidad tan puñetera que sufrimos. A ver si consigo darle cancha a mi parte optimista y pillo alguna vía reflexiva un poco más coloreada… Aunque solo sea para equilibrar y aprovechando los aires primaverales.
EliminarUn placer volver a verle, Navarth (bueno, ya lo hago de vez en cuando en mis excursiones al blog de mi ilustre paisano, con el que mi querida Carlota tiende generosos puentes).
Hola, Javier:
ResponderEliminarGracias a tu incisiva agudeza nos hemos encontrado con una radiografía estricta del panorama nacional. Intente por donde lo intente, no quedará prácticamente un resquicio por donde "hincar" nosotros algún incisivo. Es que no se te ha escapado detalle.
Habría que remontarse hasta los inciertos (al menos, confusos) inicios de lo que llamamos España para saber de su cimentación, ya que la degradación está carcomiendo muchas bases. Entiendo que llegará algún modo de refundación, ya sea por reajustar a los incómodos, ya por desacomodar a los que son.
Es como si, tenuamente, se estuviera originando un movimiento telúrico en la tierra de España, que, si bien hace aguas en la conformación actual, nunca ha funcionado como dotación centralizada, mal que le pesen a mis "gotas de sangre jacobina". Jefatura del estado, senado, organización territorial -federación/centralización-, circunscripciones electorales... Ahora toman auge las fuerzas centrípetas. Ahora nos cuesta ver los encantos a la otrora sugerente Europa, hoy rayana en lo mercantilista (aunque sus propios fundamentos ya lo fueran con la C.E.C,A,). Capto que nos cuesta ver si seremos capaces de reconstruirnos adecuadamente (siempre se habitará lo imperfecto). Ni constitución, ni reglamentos jurídicos, ni sistema de organización, ni pulcritud pública... Insisto, ya lo has retratado concienzudamente.
Pero no es que sea fácil adivinar claras intenciones pues los que habitan el poder (esa especie de restauración a lo Cánovas y Sagasta con P.P.- P.S.O.E. en ajustadas alternancias), sabiendo que retornarán a él, no urdirán reclamos para que el sistema modifique su apoltronado estatus.
Sigue desentrañando, Javier, para ver si avistamos visos de solución a tu encrucijada (desde luego que a cuenta de la cruz, ya quedó España desde lo inmemorial en cruz-fijada).
Recibe un cordial saludo