(PUBLICADO EN EL CORREO DE BURGOS EL 6 DE ABRIL DE 2012)
Cuenta Diógenes Laercio en su “Vida de los más ilustres filósofos griegos” que el sofista Protágoras fue el primero que dijo: “En todas las cosas hay dos razones contrarias entre sí”. Incapaces de encontrar la manera de hacer coexistir esas perspectivas contradictorias, los hombres vamos dando bandazos desde la una hasta la otra, llevándolas respectivamente hasta el punto de exageración en el que, para compensar, empezamos a sentir la necesidad de ponernos a caminar en la dirección de la exageración contraria. Y así, decía Ortega, por ejemplo: “Siempre, por una propensión mecánicamente dialéctica de la mente humana, cuando se desespera de una forma de vida, la primera solución que se ocurre, la más obvia, la más simple es volver del revés todas las valoraciones. Si la riqueza no da la felicidad, la dará la pobreza; si la sabiduría no resuelve todo, entonces el verdadero saber será la ignorancia (…) Si la ley y la institución no nos hacen felices, esperamos todo de la iniuria y la violencia”.
Pitirim Sorokin (1889-1968), un sobresaliente sociólogo norteamericano de origen ruso, halló dos contrapuestos modos de ser que consideró los más básicos tanto desde el punto de vista de los individuos como de las culturas, y que serían los responsables de las diferentes configuraciones globales que van tomando las sociedades: eran éstos el modo ideativo y el sensual, y un tercero, el idealista, vendría a ser la síntesis ponderada de los otros dos. El contraste entre los dos iniciales modos de ser se establecería a través de pares de rasgos contrapuestos, del tipo de éstos que pasamos a relacionar:
La realidad no es, para el ideativo, lo que resulta evidente (esto sería sólo la realidad aparente), sino que está más allá, al fondo de sus referentes modélicos, aspiraciones y anhelos; mientras que para el sensitivo, lo real es estrictamente aquello que puede ser percibido por los sentidos. Predominio, pues, del racionalismo y del misticismo versus empirismo y materialismo; y vida regida, en el primer caso, por valores espirituales y supeditada a principios ascéticos y de sacrificio, frente a hedonismo, apego a placeres sensuales y vida regida por un egoísmo bien entendido, en el segundo.
Búsqueda de verdades permanentes, de las que se responsabiliza la mente (la razón), en los primeros, frente a verdades coyunturales, incluso desechadas como tales “verdades”, de las que responden sólo nuestros sentidos, en los segundos. En suma, absolutismo frente a relativismo. En congruencia con ello, en las épocas en las que predomina el ideativismo se realizan pocos descubrimientos en las ciencias naturales, aunque se presta atención al sentido de la vida, mientras que en las épocas sensuales, más atentas a los productos de la experiencia, se producen muchos descubrimientos e inventos, mientras que la filosofía cotidiana que predomina es la del “carpe diem”.
Otro rasgo diferencial lo constituye la estabilidad de la vida social en las épocas ideativas, en las que los sujetos tienden a adaptar sus necesidades a las posibilidades que ofrece el entorno, mientras que las épocas sensuales se caracterizan por su carácter dinámico e inestable, resultado de la tendencia de las personas imbuidas por esta mentalidad a transformar las circunstancias para adaptarlas a sus deseos.
En arte, las sociedades ideativas promoverían motivos simbólicos que aludirían a realidades no inmediatas, y las sensuales motivos impresionistas y apegados a la realidad inmediata. En el extremo, y hablando en lenguaje aristotélico, un ideativo tendería a elevar la materia hasta donde queda realizado su valor formal, y un sensual, a reducir las formas a sus componentes materiales y primarios.
Las culturas ideativas consideran al hombre responsable de sus actos; las sensuales creen que el hombre está determinado por el ambiente. Consiguientemente, el Derecho Penal en las sociedades del primer tipo estaría regido por la idea de castigo, y en las sensuales, por la de reeducación.
Históricamente, la sociedad medieval estuvo regida por un modo de ser sujeto a valores ideativos, mientras que, a partir del Renacimiento, empezaron a emerger los valores sensuales. En filosofía, ello se correspondería con el predominio del llamado realismo en la Escolástica durante la Edad Media, mientras que, a partir de la Edad Moderna (cuando ya la misma Escolástica estaba tendiendo a desaparecer), comenzaría a prevalecer el nominalismo. Al llegar los tiempos de la Revolución Francesa, ambas trayectorias se plasmaron en sendas posiciones políticas: el ideativismo/realismo sirvió de soporte cultural y filosófico a las derechas, y el sensualismo/nominalismo hizo lo propio con las izquierdas. Desde el Renacimiento, la cultura ideativa (la que cristalizó políticamente como “derecha”) ha sido una cultura en recesión, y la sensual (la que hizo lo propio como “izquierda”) ha sido la que ha tendido a imponerse.
Hoy, esta última trayectoria triunfante ha llegada a su punto de saturación, a veces, de clara exageración, incluso de caricatura. Hay un ejemplo que a mí me ronda sobre esa exageración a que han llegado los valores que puso en marcha el nominalismo escolástico, según el cual, lo sustantivo es el individuo y no la sociedad, la patria, podríamos decir, ciñendo más el concepto al contexto al que me refiero (y eso que hablamos de Estados Unidos, donde todo esto está aún contrapesado): en los respectivos monumentos que los norteamericanos han levantado como homenaje a sus soldados caídos en Vietnam y a los muertos en el atentado de las Torres Gemelas, no han incluido a los homenajeados dentro de un concepto que les pudiera integrar a todos ellos, sino que han grabado los nombres de todos y cada uno de los muertos: cincuenta mil en el primer caso, tres mil en el segundo. A mi modo de ver, esta manera de homenajear viene a significar la apoteosis cultural del individualismo.
Pero no se trata, o no debería tratarse, de regresar, para compensar, a los valores ideativos-derechistas, porque estaríamos reforzando la propensión que suele tener la historia hacia los cambios bruscos y epileptoides. Sorokin hablaba, en este sentido, del que llamaba modo de ser idealista, que vendría a ser la superación dialéctica de aquellos dos extremos pendulares representados por la izquierda y la derecha. Este nuevo tipo de mentalidad “representa –dice él– una más o menos equilibrada unificación de lo ideativo y lo sensual, pero con predominio de los elementos ideativos. En lo cualitativo, esta mentalidad sintetiza ambos tipos en una interiormente bien trabada y armoniosa unidad. Para ella la realidad es múltiple, comprendiendo los aspectos del eterno ser y del siempre cambiante devenir, de lo espiritual y de lo material. Sus necesidades y fines son a la vez espirituales y materiales, pero con lo material subordinado a lo espiritual. Los métodos de su realización comprenden en combinación simultánea la modificación del yo y la transformación del sensible mundo externo”.
Si quisiéramos completar un poco esta caracterización, podríamos aludir a la necesidad de atenerse a las realidades concretas, tal y como nos las muestran los sentidos y la experiencia (nominalismo izquierdista), pero para ser capaces de proyectarlas hacia algún tipo de ideal (realismo derechista). De recoger la idea de la responsabilidad personal, en última instancia, sobre la propia vida, pero no para adaptar ésta a los márgenes de lo que viene dado, sino para promover desde ella el dinamismo social transformador en dirección hacia el progreso. De valorar la alegría de vivir y los placeres sensuales, pero enmarcándolos en un proyecto de vida que incorpore metas de largo recorrido y que inevitablemente exigirán sacrificios. De encontrar el adecuado punto medio entre el individualismo que han promovido los tiempos modernos y aquel otro extremo al que se refería Marco Aurelio cuando recomendaba “no referir la acción a ninguna otra cosa excepto al fin común”. De saber, en fin, que todo es efímero, pero luchar porque prevalezca aquello que merecería ser perdurable.
En política, hoy por hoy, el partido político que está obligado a representar estos valores que Sorokin denomina “idealistas” (¡no hay otro!) es UPyD. Y yo espero que sepa estar a la altura de esa exigencia histórica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario