sábado, 21 de enero de 2012

TODO TIENDE A LA UNIDAD

El Universo, la entera Creación, tiene forma de pirámide. En el vértice superior mora la Unidad, el Orden supremo, el Espíritu decía Hegel. En la base, hierve y se agita caóticamente lo múltiple y disperso. Esta muchedumbre de cosas no deja, sin embargo, de estar acogida dentro de un marco o perímetro que gobierna desde arriba la Unidad, atrayendo a esas cosas hacia su altura, empujándolas a la conjunción, a la previsibilidad, a la armonía. Todo nace de la Unidad y vuelve a ella. Y así, cuando un árbol retoña en primavera y muestra su exuberante pulsión hacia lo múltiple, que se ramifica y pulula, no deja que cada hoja, cada átomo de su dispersión, olvide la unidad arbórea que los sostiene y alimenta. Lo múltiple no es, pues, sino la capa exterior de lo unitario, o su primera manifestación. Y si esto observamos en el espacio, no es sustancialmente diferente lo que ocurre cuando, asomados al tiempo, vemos desenvolverse el devenir: la base de la pirámide sería ahora el caos bullicioso y multitudinario de los fenómenos simples, azarosos, imprevisibles, aparentemente desasistidos del afán ordenador del Espíritu. Pero, latente, la Unidad, el Orden, eso que nuestra mente racional es capaz de descubrir y anticipar, tutela desde la sombra lo que acontece. La Historia no es conducida por el capricho: desde el vértice superior de la pirámide, todo es atraído hacia la complejidad, la regulación, la ley (Hegel decía “la libertad”)… Hacia el punto en el que la pródiga y desparramada profusión de aconteceres individuales (de átomos de realidad temporal) de que es capaz la Creación recuerde la soterrada Unidad que está esperándoles en el futuro.

5 comentarios:

  1. Bienvenid@, Claro. Extraordinarias las fotos del Mar Azul de Málaga

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  2. Bienvenidos Pedro y Pelayo. Un privilegio y un placer teneros por aquí.

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  3. PIRÁMIDE INVERTIDA

    Hola, Javier: creo que te voy a invertir la pirámide. Cuando uno mira desde el suelo de lo contingente y alza la vista hacia el firmamento, la proyección visual saldría en una forma cónica cual pirámide con su vértice en el suelo y la base extendiéndose hacia el infinito. Parece ser, además que el universo, dicen los físicos, más bien es de forma plana y se halla en expansión para, no se sabe cuándo, iniciar la forma inversa y comenzar a contraerse.

    Así, lo caótico mundano sería la unidad a pesar de cada expresión individual moviéndose por su caos. La inabarcable infinidad que nos cubre la veo como una enorme explosión aún vigente que no deja tranquilo al orden que se le supone. La continua fulminación de estrellas y el nacimiento de otras tantas; las supernovas, los agujeros negros, etc. se lo ponen difícil al ponderado orden. Intentar prever un marco que tenga organizado dicho caos dentro de sus límites, me resulta raro. Pero lo más raro del mundo es un ser tan insignificante como un servidor intentando creer que escudriña los entresijos de lo uno y lo múltiple; de la unidad y el caos; del orden y el desconcierto.

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  4. Entiendo, Vicente, que para ti el orden es lo que está en el origen, y el desorden empezó a acaecer a partir de ahí: nuevas estrellas, expansión indefinida, imprevisibilidad… Déjame confrontártelo con algo que decía Anaximandro: “El principio de todas las cosas es lo indeterminado, el ápeiron. Ahora bien, de donde todas las cosas tienen su origen, hacia allá tienen que perecer también, según la necesidad, pues tienen que pagar las culpas y ser juzgadas por su injusticia, de acuerdo con el orden del tiempo”. Excluyendo a Pitágoras y a Parménides, los presocráticos entendían que había que entender las cosas remitiéndolas a su origen; que a partir de allí, todo había degenerado, había caído en la injusticia (justicia era equivalente a equilibrio: allí, en el origen, ninguna cosa prevalecía sobre su contrario. Cuando esto último ocurre, aparecen las cosas individuales: todas ellas se sustentan sobre la injusticia que supone que cada una prevalezca sobre su contraria). Finalmente, esta perspectiva aboca hacia la añoranza del retorno a los orígenes, a la paz de lo indeterminado, al ápeiron, en donde se recuperará el equilibrio perdido. La historia entera sería, pues, el resultado de la injusticia.

    En suma: esa perspectiva nos retrotrae hacia la nada. El ápeiron, lo indeterminado, allí donde no existen las cosas individuales es una metáfora de la nada. Mirar hacia atrás con ese tipo de añoranza yo creo que es peligroso. Desde ahí es desde donde Cioran hablaba del “inconveniente de haber nacido”. Prefiero mirar hacia el futuro, porque ahí hay hueco en el que encajar la vida. Y a mí dame hueco, que diría José Mota, que yo, habiendo hueco, ya, si eso, yo ya… Prefiero mirar las cosas como transitando desde lo menos hacia lo más, desde lo simple a lo complejo, desde lo múltiple y caótico hacia lo unitario y ordenado. En eso es en lo que dice Hegel que consiste la historia. Desde esta perspectiva, lo nuevo (nuevas estrellas, expansión, cosas imprevistas…) es un ramal que le sale al intento de caminar hacia la unidad, porque lo antiguo era insuficiente. Todo lo que se crea se crea para acercarse al Todo.

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    1. DESDE EL CAOS O LA NADA

      Hola, Javier: me parece muy bien tu inclinación hacia la búsqueda de la unicidad y la culminación en un orden preclaro. Pero sí, yo estoy más cerca de la nada. La historia vista como injusticia, tal y como dices, se acerca al desconcierto y a la ambición del hombre que, aún suponiéndose civilizado, ha sembrado la sinrazón. El determinismo de Hegel es impredecible: nos seguimos aniquilando.

      En cuanto a la añoranza del mirar atrás puedo citar los versos de Jorge Manrique en la “Coplas a la muerte de su padre”: “como a nuestro parecer/ cualquiera tiempo pasado fue mejor”. Él no dice que fuera mejor, sino que, a nuestro parecer, o sea, según nuestra elaboración del recuerdo, según la selección de la memoria, ahora sí: cualquier tiempo pasado nos puede llegar a parecer mejor que el tiempo de las tribulaciones presentes.

      El futuro será el pasado de un presente, así que sólo existe el ahora, y el problema es que nos tenemos que abrir el hueco (para tu proyección de futuro) desde el esfuerzo del único momento existente: el presente continuo. Desde este presente, toda la direccionalidad prestada hacia un equilibrio supuesto es una incógnita, no una certeza. Si Sócrates nos legó el aforismo de que “yo sólo sé que no sé nada”, como para saber algo sobre el futuro. Sí que puedo dejar abierta la hipótesis que tú o cualquiera pueda manejar para proyectarnos, pues hemos de proseguir ya que no nos quedamos en el no nacer de Ciorán. Todo escrito que nos prestemos, es ya proyección o intención. Algo es algo.

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