(PUBLICADO EN "EL CORREO DE BURGOS" EL 4 DE AGOSTO DE 2011)
Vivir es ir abriéndose paso hacia lo decepcionante. Me gustan, como siempre, las melancólicas, pero humorísticas, maneras de decirlo de Cioran, como ésta, que parece el registro de una pura contingencia, de un estado de ánimo cazado al vuelo: “Hace un rato, queriendo profundizar un tema serio y no lográndolo, me acosté. Con frecuencia mis proyectos me han conducido a la cama, término predestinado de mis ambiciones”. Cuando descubrimos que la realidad nunca va a estar a la altura de nuestros deseos, hemos madurado. Mejor dicho, hemos dado el primer paso hacia la madurez; el definitivo consiste en atreverse a seguir adelante una vez que hemos comprobado que no vamos a ningún sitio (a ningún sitio predeterminado). Vicente, esta cita de Nietzsche parece especialmente escrita para ti: “Debemos experimentar en nosotros el nihilismo para llegar a comprender cuál era el verdadero valor (…) Éste (el nihilismo) es solamente un estado de transición”. Decía también que “El hombre nunca se eleva a mayor altura que cuando ignora hacia dónde puede llevarle todavía su destino”, es decir, su resolución de seguir adelante. No es fácil (no hay que engañarse) entender esto; o aceptarlo; o saber que no se está abogando aquí por vivir una vida sin rumbo, sin motivaciones y entregada al azar, en la medida en que no parece haber para ella, según lo dicho, una finalidad objetiva, válida en sí misma, que venga obligatoriamente a servir de reparación a las insuficiencias que alimentan y ponen en marcha esa vida. Sólo se está diciendo que madurar es decidirse a vivir sabiendo que no existe la utopía, que hay que dejar atrás la infancia, el pensamiento mágico, la suposición de que, como se dice en ese superventas del género literario infantil, que lleva ya tropecientas ediciones, “El secreto”, de Rhonda Byrne, basta con desear algo con mucha fuerza para que el deseo se haga realidad. Madurar es, por el contrario, aceptar que (sigamos con Nietzsche) “en última instancia lo que amamos es nuestro deseo, no lo deseado”; y también que “amamos la vida no porque estemos acostumbrados a vivir, sino porque estamos acostumbrados a amar”. Pero eso exige despedirse de nuestras expectativas infantiles y atreverse a pasar a la otra orilla, la de la madurez. “Yo amo –aún sigue diciendo Nietzsche por boca de Zaratustra– a quienes no saben vivir de otro modo que hundiéndose en su ocaso, pues ellos son los que pasan al otro lado”.
Capítulo dos. En principio, no tengo casi nada que objetar: los hombres somos seres racionales. Pero si nos ponemos estrictos habremos de matizar esa afirmación y concluir que la razón auténtica, la que se pone al servicio de la verdad, es una conquista de nuestras decepciones, que son las que nos ponen en contacto con la realidad (lo que hay, no lo que quisiéramos que hubiera). Volvamos a Cioran: “De todo lo que nos hace sufrir, nada tanto como la decepción nos produce la sensación de que alcanzamos por fin lo Verdadero”. Antes de la decepción (después, cuando decidimos seguir adelante, también, pero de otra manera, conscientemente), todo lo que parece que razonamos está contenido en un molde hecho de mitología. Carl Gustav Jung diría que de arquetipos, y la razón sería, por tanto, una mera superestructura (“racionalización”) del inconsciente; Ortega y Gasset diría que de creencias, lo cual nos disculparía de la necesidad de emplear la razón en tener ideas. No necesariamente esas dos cosas, razones y mitos, ideas y creencias, nos empujan a sus depositarios en direcciones contrapuestas: creo que uno puede cultivar pensamientos muy elaborados y perfectamente razonados, y hacerlos vitalmente compatibles con nuestro ser profundo o primario, que es otra cosa que razón (mito, arquetipo, creencia). Alcanzada la madurez, esos arquetipos o creencias funcionan como principios morales o imperativos categóricos, y la razón puede situarse perfectamente en su prolongación o estela. Pero si ese ser profundo no ha salido de la etapa infantil, de la etapa del pensamiento mágico, los razonamientos puede que sólo sean una coartada, una manera de vestir esas otras tendencias más profundas, y acaban no valiendo sino para dar una pátina de civilidad a bulliciosos instintos cuya evolución quedó interrumpida en aquella fase infantil, y que, así enmascarados, se cuelan mejor por los resquicios de nuestro comportamiento (lo siento, pero no es éste sitio para explicarse más a fondo).
Capítulo tres. Trataré de ejemplificar lo que quiero decir, copiando el trozo final de un texto redactado por los indignados de la Puerta del Sol:
“Debemos extender, por tanto, el principio de liberación colectiva que nos ha permitido apropiarnos de Sol a todo Madrid, a todos sus espacios y lugares desaprovechados que la economía malogra y los políticos olvidan. Las plazas se han de convertir en espacios para hacer política sin políticos. Tenemos todo el derecho de reunión y de manifestación en las plazas públicas, ya que éstas son propiedad del pueblo, por ello, al igual que se ha producido en Sol de forma instintiva, las plazas han de ser espacios sin dinero, sin dirigentes y sin mercaderes, son el germen de un nuevo mundo y el único poder que reconocen es el de la asamblea de su barrio o pueblo. Pero que ese deseo de liberación no se quede ahí (…) Hacia la proclamación de la Comuna de Madrid. Todo el poder a las asambleas. ¡Lo queremos todo y lo queremos ahora!”.
La aludida Comuna de Madrid hace evidente referencia a su pretendida homóloga, la Comuna de París de 1871, un movimiento insurreccional que reivindican como propio tanto los comunistas marxistas como los anarquistas y en el que gente desesperada se rebeló contra el Estado francés. La insurrección (violenta) duró dos meses, durante los cuales, el poder político pasó a manos de la Comuna, que no era sino expresión de las asambleas locales (repudiaban, también aquellos revolucionarios, el parlamentarismo), y acabó con un saldo de 30.000 muertos en los combates con el Gobierno, cuando éste decidió poner fin a la situación de rebeldía. La Comuna de París reverberó en el nuevamente parisino Mayo del 68 y ha pasado a convertirse en una efeméride a celebrar por todos aquellos que aspiran a ver realizada la utopía social comunista o anarquista, es decir, por aquellos que han trasladado al ámbito político los principios que Rhonda Byrne ha dejado enunciados en su citado superventas infanto-juvenil.
Capítulo cuatro: conclusiones. Madurar en política es aceptar el principio de realidad, aceptar que esa realidad es y seguirá siendo decepcionante, y que no se la puede impunemente arrollar manifestando que “¡lo queremos todo y lo queremos ahora!”, consigna que decididamente harían propia todas las multitudes analizadas en el artículo anterior. Lo cual no quiere decir, ni mucho menos, que debamos conformarnos con lo que hay, especialmente cuando, como ocurre en España y ya tiene dicho Rosa Díez, “estamos tocando fondo”. Pero ya es hora de ir enterándose: el movimiento 15-M ha derivado hacia el extraparlamentarismo y hacia métodos que desprecian el estado de derecho y que, soterrado en buena parte todavía, contienen un alto potencial de violencia. Si quienes pretendemos regenerar la vida política de este país (que, insistamos en ello, ha tocado fondo) por métodos democráticos y parlamentarios hemos de encontrarnos con algunos sectores del movimiento 15-M, será con aquellos que demuestren haber superado la fase infanto-juvenil de encandilamiento con el pensamiento utópico. A los demás, a los nostálgicos de la Comuna de París, les acabaremos teniendo, les estamos teniendo ya, en la (ojalá que no demasiado virulenta) barricada de enfrente.
¡Vaya, que agradable sorpresa verte por aquí... ¿Félix?! Es estimulante comprobar cómo esto de iternet reduce las distancias, no sólo las comerciales. Como se suele decir: muchas gracias por tu visita (por tu seguimiento).
ResponderEliminarHola, Javier: me siguen gustando tus citas de Ciorán; y las de Niestze, pero tengo problemas con los dos. A saber. no sólo la versión pasajera que Niestze anuncia como destino del nihilismo es la que vislumbro, sino que más bien no preveo otro desarrollo y final. Creo que la vida carece de sentido predeterminado (no creo que ningún creador obrara el ininteligilble espacio, y que la vida se ha llevado a cabo por una -otra- incomprensible conjunción de causalidades). Nuestros elementos conformadores de el cuerpo conocido pertenecen a la totalidad de los que en el universo están.
ResponderEliminarSi estuvieramos situados a otra distancia distinta respecto al Sol, o bien el hielo, o el calor, o la oscuridad habrían modificado todo el estadio evolutivo. Así que NO VEO INTENCIONALIDAD O SENTIDO EN LA VIDA. Éste nos le tendremos que ir dando nosotros una vez que estamos aquí y nos encontramos con nuestros congéneres.
Siguiendo con Niestze, a veces me da tanto temor (la comprensión que otros hayan hecho de su pensamiento) como a alguno de nuestros compañer@s de pensamiento el "cerco" del movimiento de los "indignados". " El hombre decidido y valiente estará siempre cien pasos por delante del débil y resentido"(...) ¿Qué haremos con los débiles, con los no decididos ni emprendedores ni valientes...?
Respecto a Ciorán (que no lo domino,por supuestísimo) creo que no sólo toma su propio pensamieento como una ironia de la obligada existencia, sino que el nihilismo marca la única (no) salida conocida. Aquí lo enlazaría con otro admirable irónico y "desengañado" como fue Schopenhauer.
Toda utopía ha fracasado. Tristemente, su intento de plasmarse en realidad ha desembocado en la tozudez de los vicios humanos. Todas su realizaciones han sometido al pueblo a una masa de explotados, alienados, aniquilados..., pero también es cierto, como ya plasmó Temujin , que la democracia es en realidad una oligarquía: el gobierno de unos pocos, que se benefician , más que se sacrifican, del pueblo. Cierto es que no ha lugar a la generalización, pero ,por ejemplo, podríamos echar un vistazo a los apellidos de ciertos "fijos" de la política (ciertamente, no de la parte de los "descamisados"), que toman su "derecho a presencia en la cosa pública" desde cualquiera de los desmembramientos que el suelo patrio ha sufrido, ya sea por sus favorecidos señoríos, condados, linajes...
La no salida actual la siento en el ya hiperhinflado poder de la vertiente financiera del capitalismo. El color del partido que nos gobierne (recordemos que gracias a ellos dos mismos, coto cerrado) puede poseer ciertos matices en lo tocante a los servicios públicos, pero estamos todos, en Occidente, sujetos al mandato del Banco central Europeo, al Fondo Monetario Internacional, etc. Sabido es que el único vislumbre posible saguirá siendo el restrictivo. Y nadie va a poder quitar a estos dos Partidos-Estado. Yo daría una oportunidad a tu opción por ver si lograba desbancar privilegios respecto a la obligatoriedad del uso de las lenguas cooficiales y en según qué condiciones; en la distribución de la riqueza; en la conformación del estado de las autonomías; en la modificación de la ley electoral para suprimir privilegios de los nacionalismos "periféricos". Y aquí recordaría que el mantenimiento de los fueros ha sido por obra de una serie de causalidades históricas, que otros territorios dispusieron de ellos y los perdieron (cuestión de dinastías vencedoras y de apoyos a según qué bandos) y, sobre todo, que el mantenimiento de esos privilegios (siempre con la excusa de que a cambio de la permanencia en el común, sólo que, como Santa Teresa de Jesús: "viviendo sin vivir en él"), el mantenimiento, decía es una rémora del Antiguo Régimen (y no del de Franco, sino del anterior a la Revolución francesa).
Bueno, y lo dejo porque, amen, de resultar cansino, Gogle me puede pasar ya mismo su "guillotina" por la extensión. VICENTE
Me gustaría enlazar con lo de la visión infantil y la madurez que, en buena lógica, hemos de alcanzar.(Puntos uno y cuatro de la exposición de Javier).
ResponderEliminar"Quizás porque mi niñez..." (Joan Manuel Serrat).
"Mi patria es la infancia" (Rainer María Rilke).
Son sólo dos ejemplos de la marca que la infancia ha dejado en los caracteres de dos adultos creativos. ¿Los políticos lo son? Y, cuando lo han sido, ¿cuáles han sido los resultados o las consecuencias? (Si toda revolución ha sido, al fin y a la postre, una reacción, un fraude o una infantilización por lo utópico mantenido...).
Querido Javier, creo que el estadio infantil la persona lo lleva dentro toda su vida, y hasta el envejecer es otra recesión a cierta infancia, dado nuestro desvalimiento. Dentro de tu campo de la Psicología (y perdona la intromisión al no tener yo conocimientos sólidos al respecto) creo recordar que el llamado "Análisis Transacional" mantiene en cada persona tres figuras que, según el comportamiento o la predisposición, toman cada una de ellas la preponderancia. Y ahí está el Niño que todos llevamos dentro, junto con la figura del Padre y la del Adulto. Según sus seguidores, sobre todo en el país que todos sabemos, no hemos de abandonar -por mor de desinnflar nuestras rigideces- nuestro niño interior.(Con sumo gusto aceptaré tu corrección si no lo he centrado correctamente). Ello no es óbice para que nuestra formación y evolución sea un continuo -formal y serio- en nuestra existencia toda.
Continuando con los políticos, dices que la democracia, logicamente, aceptando las imperfecciones que conlleva, sería el estadio adulto abandonada cualquier veleidad infantil. Ahora yo pregunto: cuando en el Congreso de los Diputados se han producido debates (sobre todo en el llamado "Estado de la Nación") y a los de los bancos rojos no les ha gustado la opción/opinión de los del banco azul (o viceversa), esas pataletas, gritos, silvidos y tumultos ¿no son una manifestación de la reacción por todos experimentada en los patios y aulas de los colegios? ¿Cuánto de lejana se aprecia aquí, p. ej., la niñez respecto de una debida compostura adulta? Por otra parte, ¡qué pena la pérdida de los grandes oradores! (Castelar, Azaña -y hagan abstracción, por favor, aquí, de la tendencia política que él llevo-. Gracias. Etc.). Se me ocurre el ejemplo del "juego" de las mayorías. Se me podrá argumentar que el proceso democrático tiene per se inculcado el amplio (esto sí que es un decir, pues es el nuestro un sistema bipartidista) juego de los pactos postelectorales. Noto que hay veces en las que puede resultar pervertida, aunque legítima sea, la formación de los gobiernos. Una lograda personalidad adulta, habría, estimo yo, de aceptar los resultados si tan representativos aparentan ser.
También sería reseñable el "juego" de los tránsfugas que, aun habiendo partido de una opción inicial otorgada, han posibilitado la victoria (mediante moción de censura, normalmente) de otro partido o coalición distinta y/o contraria. Nuevamente acepto que se me discuta la opinión pues todo ello forma parte del llamado sistema democrático, pero, inicialmente, mi exposición se basaba en observar la renuncia, por carencia, de nuestra niñez, para aceptar como culmen la opción desarrollada y adulta que ha abandonado ya todo infantilismo utópico o irreal.
Por último, te conminaría a observar, no su comportamiento, por supuesto, sino su vocación de disfrutador nato con las novelas infanto-juveniles de aventuras de tu compañero de viaje político D. Fernando Savater, al que tan gustosamente leo yo (no así toda esa pléyade de novelas que él ensalza). Obviamente, sólo él sabe cúanto es menester mantener viva esa llama de la ¿pasada? niñez. VICENTE
Bien, Vicente: la materia prima de la vida es el sinsentido. De acuerdo. Pero nuestra misión es trabajar esa materia prima hasta convertirla en oro alquímico, en sentido. El caos es sólo el punto de partida; el orden, el sentido es el punto de llegada al que inevitablemente hemos de tender. La vida consiste en realizar ese encargo. En otro artículo dejo caer que la historia del universo comenzó en el azar y terminará en la regularidad. Hegel, que hace días dijiste que no lograbas entender, pone toda su filosofía al servicio de esa idea: la historia es el camino que media entre el caos y el cosmos, lo particular y azaroso y lo universal y reglado, lo contingente y lo necesario. Estos últimos artículos he insistido en la idea de que respondemos de nosotros mismos, de nuestro compromiso con nuestros valores, no de aquello que está en el mundo exterior y nos trasciende. Pero nuestros valores no se acaban en nosotros, sino que son expresión, precisamente, de nuestra necesidad de trascender, de convertirse en realidad objetiva, de trabajar por un mundo mejor. El sentido de la vida es algo tan necesario como el respirar, pero no nos viene dado, como el aire; hay que currárselo. Y consiste en hacer algo más allá de lo que somos individualmente. Hay que salir de lo individual y encaminarse hacia lo universal. Hegel tenía que haber sido más claro (Dios no le dio esa habilidad), desde luego, pero decirlo, lo dijo. No hay que abandonarse a nuestro estado de materia prima, de azar, sino aspirar al oro alquímico. Si Cervantes hubiera pensado que es el azar el que junta las letras, nunca habría escrito el Quijote. Y además, yo creo que esa voluntad de sentido de la que hablo no es privativa de los hombres. Creo que todo el universo partió del caos y va en busca de la regularidad, de la ley.
ResponderEliminarEn cuanto a la incursión que haces en la psicología, te diré que yo mantengo en ella la perspectiva que he expuesto en el párrafo anterior: la infancia es la materia prima, el caos, la improvisación, la falta de compromiso (de regularidad), la dispersión del deseo… Las utopías políticas han sido creaciones infantiloides que pretendían la vuelta a modos de ordenación social propios de una pasada edad dorada que, en realidad, nunca existió: el comunismo primitivo ha sido la base de todos ellos.
Y la democracia es el modo adulto de ordenación de la sociedad. Lo cual no quiere decir que los políticos integrados en ese sistema sean adultos. Efectivamente, su comportamiento es, a menudo, manifiestamente infantil.
Hola, Javier: está claro que hemos de buscar un sentido una vez aparecidos en el aleatorio mundo, nosotros mismos, como portadores de conciencia. Creo que eso ya lo reconocí. Hemos de estar haciéndonos -educándonos para el convivir- durante toda la vida. Pero como personas únicas e individuales, cada uno tenemos nuestras ideas. Aspirar a un mínimo común denominador sería, entonces, la aspiración de la democracia.
ResponderEliminarEn cuanto a mi mencionada aridez al leer a Hegel, he creído comprender en él un determinismo en la historia, una progresión inexcusable desde, como tú dices, ese estadio de caos hacia lo reglado. Ese determinismo fue abrazado por Engels y Marx para tomar la convicción de que la historia es un estadio evolutivo determinado por la explotación de la masa alienada y empobrecida por parte de los detentadores de los medios de producción. Su concepción del comunismo, igualmente, se desarrollaba en fases partiendo de la dictadura del proletariado, hasta la necesaria disolución del estado. Sabido es que esta experiencia acabó en una de las dos más sangrantes explotaciones humanas conocidas.(Los hay que opinan que el verdadero comunismo no se ha llegado a dar).
El dar sentido tiene muchas variantes y, cierto es, que hemos de llegar a una aceptable madurez que nos aleje de la "ley de la selva", tanto como de los utopismos "buenistas", pero habrá que tener en cuenta (creo que fue Leibniz; pido perdón si yerro) que: "homo homini lupus": el hombre es un lobo para el hombre, aunque cierto es que despúes matizó. Llevamos un largo trayecto para humanizarnos y creo que es la única manera de sobrellevarlo: desanimalizarnos potenciando la humanidad. También es cierto que está más que demostrado que la democracia es el menos malo de los sistemas. Al igual que todas las cosas, es manifiestamente mejorable. Creo, también, que hemos de desasimilar democracia con poder, porque éste acaba por pervertir la idea y la intención de que la "res publica" sea, efectivamente, para el común.
En cuanto a la evolución tajante en diversas edades, si bien hacia el exterior hemos de proyectarnos con la mayor madurez lograda, el perder la infancia interior creo que no se debe de llegar a dar. Pongo ahora el ejemplo de la última premiada con el Cervantes: Ana María Matute. Ella cuida su sensibilidad gracias, creo, a la persistente memoria de su niñez como conformadora de toda su biografía.
Y, obviamente, la genialidad de Cervantes partió de la innata potencialidad que poseemos como especie para articular palabras, unirlas con sentido y tomar conciencia de nuestra existencia y posibilidades. Si a Cervantes o a cualquier ser humano lo descontextualizamos, lo sacamos -desde el nacimiento- de un ambiente de convivencia con humanos, no habría llegado a la cumbre literaria que nos aportó, ya que su lenguaje no se habría producido. La imaginación humana nos hace enormes, auténticos gigantes (junto con la habilidad para fabricar herramientas y el uso del fuego para alimentarnos, p. ej.). Sigamoscreciendo. VICENTE
Sólo te voy a matizar una cosa, Vicente: Marx decía que Hegel andaba patas arriba y que él lo puso de pie. Justo hizo lo contrario. Hegel decía que la historia camina hacia el Espíritu, la superación de la materia dispersa y caótica. Marx, por su parte, decía que lo que regía la historia era la economía, lo más material que encontró en las relaciones humanas. Al final, propuso lo que era previsible en esa cosmovisión invertida: que la historia fuese hacia atrás, hacia la restauración del comunismo primitivo.
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