Estamos tocando fondo. Al menos si comparamos nuestro nivel actual con el que nos exigen nuestra posibilidades y nuestras potencialidades como país. Esta de España, más que una sociedad, a veces parece un ¡sálvese quien pueda! O como ya Ortega lo decía: “Hoy es España, más bien que una nación, una serie de compartimientos estancos”. Si es cierto, como Hegel sostiene, que cuando “los individuos se retraen en sí mismos y aspiran a sus propios fines (…) esto es la ruina del pueblo”, por ningún rincón de nuestra mentalidad colectiva parece asomar todavía, con el ímpetu necesario para compensar esta situación, la idea de que el bien común necesita de cuidados y atención. Los políticos (dejemos aparte esa rara y hoy por hoy minoritaria clase de políticos con vocación regeneracionista que se cobijan, nos cobijamos, en pequeños partidos como UPyD o Ciudadanos) se han acabado consolidando como castas perversas que tienen el doble poder de generar sus propios privilegios y de, acto seguido, administrarlos. El gasto público (… ¡el despilfarro del gasto público!) discurre por derroteros que demasiadas veces hacen de las (supuestas) necesidades objetivas sólo una coartada o disfraz para esos otros intereses espurios que, soterrados, van a desembocar en el beneficio privado de personas, partidos, clientelas o chiringuitos múltiples. La corrupción moral ha llegado a tan altos grados de indignidad que el partido gobernante, con la aquiescencia de hecho, o cuando menos la dolosa laxitud moral del PP, vende el entendimiento con un grupo terrorista (que no ha cambiado, que no ha hecho más que adaptar su estrategia a la nueva circunstancia de sentirse cortejado por el poder) y el correlativo desprecio y humillación de las víctimas como uno de los máximos logros de las dos últimas legislaturas. A la defensa de la cohesión nacional la llaman atentado contra las “naciones” que componen España; por el contrario, el deshilachamiento progresivo de la nación y del estado, que hace sentir a quienes quieren destruir ambos que están a punto de alcanzar sus objetivos máximos, cursa, correlativamente como respeto a las particularidades territoriales. La justicia, las leyes y los jueces que las administran no son el cauce ineludible por el que han de discurrir los comportamientos de nuestros gobernantes, sino al contrario, éstos conforman el criterio al que, por las buenas o por las bravas, han de acoplarse aquellos, hasta el punto de que cosas tan espeluznantes como el atentado del 11-M quedan sin investigar y, por tanto, no hay castigo para sus culpables, porque así se ha decidido desde instancias políticas. La educación, extraviada en los paletos andurriales que caprichosamente diseñan los poderes regionales, se está hundiendo, y con ella nuestro potencial como país, en un pozo sin fondo, como año tras año certifican los informes de la OCDE… Y quienes damos la voz de alarma sobre todo esto, todavía parecemos, sin embargo, disonantes catastrofistas que apenas llegan a perturbar la conformista adaptación de la mayoría a tal situación.
Desolador.
Sin embargo, gracias a la filosofía es posible saber que éste del que hablamos es sólo un momento dentro de una dinámica histórica que tiende a abrirse paso hacia el progreso y, por tanto, sólo queda comprender la manera de encajar la actual situación dentro de esa dinámica.
Hegel, efectivamente, considera que los momentos de crisis social son sólo un paso en la infinita dialéctica de contrarios sobre la que discurre el progreso. Lo esencial en ellos es el retraimiento de las personas hacia sus intereses exclusivamente privados: “La ruina (del espíritu del pueblo) –dice– arranca de dentro, los apetitos se desatan, lo particular busca su satisfacción y el espíritu sustancial no medra y por tanto perece. Los intereses particulares se apropian las fuerzas y facultades que antes estaban consagradas al conjunto”.
Ampliemos la idea en el sentido que Ortega propone, según el cual es el particularismo no sólo de los individuos, sino también el de las regiones y el de las clases o grupos sociales lo que, haciendo que cada persona o grupo deje de sentirse a sí mismo como parte de un todo y de compartir los sentimientos de los demás, está en el origen de las crisis sociales. “Las partes del todo –afirma también– comienzan a vivir como todos aparte. A este fenómeno de la vida histórica lo llamo particularismo y si alguien me preguntase cuál es el carácter más profundo y más grave de la actualidad española, yo contestaría con esa palabra” (desde que Ortega escribió esto, en 1921, las cosas, en este sentido, no han mejorado precisamente).
Sin embargo, sostiene también Hegel, “el espíritu particular de un pueblo particular puede perecer; pero es un miembro en la cadena que constituye el curso del espíritu universal, y este espíritu universal no puede perecer”. Aquel momento de retraimiento hacia el exclusivo interés particular que pone en marcha las crisis sociales ha de encontrar, pues, la forma de volver a enlazarse con el bien general, para que la sociedad se regenere y la historia siga su camino. Como en toda clase de evolución, desde la de los organismos hasta la que la historia humana supone, lo simple (lo particular) ha de ir siendo sustituido por lo complejo (lo general). Dejemos que Hegel siga tutelando nuestra reflexión: “Debemos buscar en la historia un fin universal –afirma–, el fin último del mundo, no un fin particular del espíritu subjetivo o del ánimo. Y debemos aprehenderlo por la razón”.
La dificultad estriba en conseguir hacer discurrir el interés particular hacia el general. Hegel dice que hay una ley histórica que acaba procurando ese vínculo: “Los hombres satisfacen su interés; pero, al hacerlo, producen algo más, algo que está en lo que hacen, pero que no estaba en su conciencia ni en su intención”. Y pone un ejemplo de cómo el interés personal, perverso en este caso, acaba activando resortes que ponen en marcha el interés general: supongamos que un hombre incendia la casa de otro, en venganza por una afrenta. Él, para satisfacer su exclusivo deseo personal, no ha hecho más que acercar una pequeña llama a un punto, quizás una viga de madera. Pero lo que así empieza toma autonomía y acaba haciéndose luego por sí mismo: el punto de la viga está unido a otros muchos puntos de la casa, y ésta a otras casas, y se produce un gran incendio que consume la propiedad de otros muchos hombres, distintos de aquél hacia quien iba dirigida la venganza; acaso cuesta incluso la vida a muchas personas. Lo que en la intención privada de quien puso en marcha el incendio era sólo una venganza personal, resulta que pasa a ser un delito y las consecuencias rebasan con mucho la primera intención. “Pero tal es su hecho en sí, lo universal y sustancial del hecho”, más allá de lo que parecía ser a los particulares ojos del incendiario. Y en consecuencia, y contra lo que el particular pretendía, acaban poniéndose en marcha la justicia, el derecho y, en general, los intereses colectivos. Entendemos así que Hegel diga también que “con la ruina de lo particular se produce lo universal”.
El interés particular, cuando se desentiende del todo del interés general, acaba degenerando en corrupción y arruinando los valores que sostienen al conjunto. Cuando un particular andaluz, aprovechando el clima de corrupción generalizada, se beneficia de uno de aquellos EREs fraudulentos que se promovieron desde la Junta de Andalucía, está poniendo en marcha un proceso que, como el de aquel incendiario, acaba afectando a todas las personas que aportan sus impuestos al erario público. Llegadas a extremos como éste, las actitudes egoístas generan perjuicios en los demás, y eso es lo que, como en el caso del incendiario, acaba poniendo en marcha, tarde o temprano, el cambio de ciclo en el que quedará de nuevo realzado el interés general. Algo es cierto, sin embargo: la historia no tiene ninguna prisa, y desespera ver lo que tarda en imponer ese necesario cambio de ciclo en España.
vivimos en la epoca del "EGO" y olvidamos que el mayor espacio para el crecimiento personal esta en cultivar nuestras amistades-----AMISTAD,LIBERTAD,IGUADAD Y COMPARTIR ....Quizas deberiamos revisar nuestras prioridades y no tanto separatismo y enfrentamiento y AMAR MUCHO MAS LA UNIDAD DE TODOS Y LA COVIVENCIA
ResponderEliminarEl Regeneracionismo con toda su carga de deseo de mejora peca de ser "reducido" en su implantación. Dicho de otra manera: es un posicionamiento filosófico comprendido y compartido por una minoría y precisamente por lo que sus planteamientos tienen de compromiso y participación colectiva, no son asumibles por el conjunto social. Es una paradoja que apereciendo con mayor fuerza como es lógico, en momentos críticos, trate de "regenerar" desde el impulso de la sociedad que se ha olvidado de las virtudes sociales que aqui se tratan de revitalizar.
ResponderEliminarEn el caso de nuestro país, la regeneración ha sustituido a la "revolución" ya que aquí esta última no se dió...
Lamentablemente creo que el panorama aún ha de degenerar más para que se produzca la reacción social y por ello, y aún pensando que el modelo regenaracionista , que no deja de ser "burgués", podría en principio ser deseable y conveniente, me temo que muy bien podríamos asistir a otro tipo de soluciones de actualidad en paises árabes.
Hoy no voy a empezar por "puff", voy a empezar, simplemente. Me vienen muchas ideas a la cabeza, y voy a ver si soy capaz de ordenar y saber exponerlas.
ResponderEliminarYo, a lo largo de mi vida, he pasado por diferentes etapas, me supongo que como todos. Cuando era joven quería cambiar el mundo, pero el mundo entero, mejor dicho, sobre todo Africa, quería cambiar Africa, y también, es verdad, América Central y América del Sur...Pobre infeliz, y quería hacerlo casi casi, yo solita...Bueno, con ayuda de algún amigo, alguna ONG...pero esto me empezó a producir un amargor profundo, e incluso, hasta un cabreo conmigo, con los demás y precisamente con ese mundo, y hasta con Dios...
Entonces, empecé a pensar en mi padre, no sé porqué, siempre he pensado que es un hombre sencillo y normal, que me supongo que habrá cometido sus fallos, pero que siempre nos educó en ser buena gente, incluso a veces le criticamos mis hermanos y yo, y le decimos que no nos ha preparado para este "cochino" mundo...que nos ha hecho un poco ingenuos. Tal vez su bondad no le permitía trasladarnos otra cosa. El caso es (me estoy enrollando) que el acordarme de mi padre, el leer alguna cosa, la madurez (supongo, si es que la he alcanzado)me hizo llegar a la conclusión que, como dice el dicho: "la caridad empieza por uno mismo", sólo aceptando mis limitaciones y dándome cuenta de mi soberbia, es como podía ayudar a cambiar al mundo.
Cada día, tengo ocasiones, motivos, personas...para cambiar el mundo...
Y todo esto, me ha venido a la cabeza por el ejemplo que has puesto del incendio.
Pienso que el actuar individual de cada uno repercute en los demás, es más, estoy convencida.
Traba que me encuentro, pues que a veces me canso, entonces tengo que ir a mis raíces, a mis tripas y contemplar e interiorizar, leer...y una serie de cosas que me hagan poner distancia...y volver a ser quien realmente me gusta ser para poder salir de mí y así intentar cambiar el mundo.
Sí, efectivamente, este mundo es individualista, pero luego muchas veces en el "tú a tú", me encuentro con buena gente, y yo, sigo creyendo en la buena gente...no quiero ser catastrofista, lo siento...Tal vez la culpa es de mi padre, no lo sé...
en fin... (no sé si he metido un rollo muy personal)
Recuerdo, amigo Anónimo, que otro viejo amigo,químico él, hace ya muchos años (no los suficientes como para olvidarme de aquello)me dijo, concluyente, al final de una conversación: "Al fin y al cabo sólo somos la suma estructurada de unos cuantos productos químicos, agua y sales minerales". ¿Y quién le hubiera dicho que no... si sólo fuéramos la suma de nuestras partes (nuestras partes más básicas y primarias)? Pero, claro, somos también, cada uno, la demostración fehaciente de que el todo es mucho más que la suma de las partes. Y todos los "cada uno" conjuntados, también somos mucho más que la mera suma de cadaunadas.
ResponderEliminarMuchas gracias, Saguntino, por tu comentario, que añade, además, algún matiz crítico que siempre ayuda a la hora de contrastar. Ciertamente, es cosa de minorías, al menos hoy por hoy, tener conciencia de la necesidad de la regeneración; pero lo que yo he tratado de argumentar es que, creo que coincidiendo en buena medida contigo, el aumento cuantitativo de los perjuicios sociales que produce el actual sistema acabará provocando el cambio cualitativo cuando, en algún momento, no quepa ya más corrupción en el sistema (de la que hoy todavía participa, aunque sea por omisión, la mayoría).
ResponderEliminarYo espero, sin embargo, que el cauce democrático sea suficiente para conducir esa reacción que parece razonable esperar (ni tú ni yo sabemos para cuándo). Del tipo de reacción que se ha producido en los países árabes puede resultar cualquier cosa. No espero, en principio, nada bueno de la ira colectiva desatada (aunque sea justa esa ira); en esos casos, la gente suele dejar bastante aparcada la capacidad de razonar, lo cual suele esperar a hacerse evidente a que las revoluciones hayan triunfado y toque administrar ese triunfo. Seguro que esto último que he dicho admite matices: a veces esa ira desatada puede que sea la única fuerza efectiva contra una tiranía como la de Libia o la que fue derrocada en Egipto. Pero aquí en España no es el caso.
Pilar, una de las ideas más importantes entre las que me sirven para entender qué hago aquí (en esta parte de la galaxia) es que somos seres que transcurrimos de dentro afuera. Decía Ortega (¿quién, si no? -ya siento dar el coñazo tanto con él): “La vida es precisamente un inexorable ¡afuera!, un incesante salir de sí al Universo (…) Es (el hombre) un dentro que tiene que convertirse en un fuera”. Y para que nos decidamos a salir fuera, hemos de estar confiados; si no, pondremos en marcha la estrategia del caracol: nos meteremos en la cueva. Bueno, pues un buen padre es decisivo a la hora de aprender a salir confiados de la cáscara. Está claro que a ti te ayudó a querer salir al mundo mundial: un poco más y te habrías apuntado a las misiones.
ResponderEliminarYo digo que se madura cuando se han metabolizado un número suficiente de decepciones. No las metabolizamos del todo, y a partir de cierta edad, creo yo, tenemos un pie apuntando siempre hacia la puerta de salida. Nadie nos tiene que enseñar que éste es un cochino mundo; tarde o temprano acabamos enterándonos. Y entonces se hace definitivamente patente que "la caridad empieza por uno mismo". Lo cual, sin duda, es también necesario: creo que resulta pretencioso pensar siempre en los demás o en lo que nos trasciende, como he visto hacer (más o menos) a algún religios@.
Puede que a mí mis decepciones me hayan hecho cargar un poco las tintas en el catastrofismo. Es cierto que (ya te lo he dicho alguna vez) estoy bastante harto; a veces me metería en el caparazón... y mandaría todo a tomar viento. Me salva la filosofía, que me ayuda a ponerme por encima de lo que me decepciona (este artículo de ahí arriba es una demostración de ello). Y a mantener mis ideales, que dan más a la vertiente de la esperanza que a la de las catástrofes.
No sé... Cuando se haya ido Zapatero me preguntas sobre todo esto de nuevo, que seguramente tendré un subidón y estaré más predispuesto al optimismo(bueno, si eliminamos al Barça en la Champions me lo preguntas también).
Javier, comentario sobre tu último párrafo, sobre todo porque es una guinda de humor, el cual no debe faltarnos nunca. No le des el gusto a Zapatero de que por él vayas a tener o no subidón o bajón, por favor!!! ni por Zapatero, ni por Rajoy, ni personal de ese tipo, no por favor!!! Y el fútbol, pues sinceramente, más de lo mismo...Por ponerme trascendente e incluso cursi, que te den subidón o bajón, los brotes verdes que están saliendo, el olor a lilas, el canto de los pájaros, y toda la naturaleza explotando que tenemos ahí mismo, sal a la orilla del río Arlanzón y lo ves...Eso, a mí, me da subidón, aunque venga una nube gris y de repente se ponga a llover y me tenga que ir corriendo a casa...
ResponderEliminarPor cierto, yo creo que debes tener mal ajustada la hora de tu blog, aunque en realidad todo es relativo, ya que ahora son las 9:34 y mi comentario aparece como que son las 00:34, en fin...cosas del tiempo
ResponderEliminar