“La lección que yo aprendí en los tres
años que hube de pasar en Auschwitz y en Dachau, y (que) los psiquiatras
militares pudieron confirmar en el mundo entero (fue) que los prisioneros de
guerra más capacitados para sobrevivir eran aquellos que se orientaban hacia el
futuro, hacia una meta de futuro, hacia un sentido que debían cumplir en el
futuro. (Lawrence) LeShan estudió la trayectoria de 450 enfermos de cáncer y
descubrió en el 75% de ellas una línea típica: la aparición de la enfermedad en
una época en que los pacientes ‘no se orientaban ya hacia el futuro’” (Viktor E.
Frankl[1]).
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En una investigación dirigida por el neurocientífico Clifford
Saron, de la universidad de California en Davis “descubrieron que el efecto de la
telomerasa (enzima que ralentiza el envejecimiento celular al proteger los
telómeros) era más intenso en aquellas persona que habían declarado tener mayor
sensación de control y de propósito en la vida (…) El mero hecho de dedicar
tiempo a hacer algo importante para uno mismo, ya sea la jardinería o el
trabajo voluntario, puede ejercer efectos beneficiosos parecidos en la salud.
Lo que de verdad demuestra el estudio, según Saron, es el profundo impacto que
supone tener la oportunidad de vivir la vida de un modo que nos parezca
significativo”[2]
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