Como digo, UPyD ha sido y es un partido importante, en el
sentido de que ha hecho cosas de mucha trascendencia y que ningún otro partido
ha llevado a cabo o ha propuesto hacer: ha sido el único partido que realmente
ha luchado contra la corrupción, no solo de boquilla, sino con hechos tangibles
y denuncias concretas. El único partido, asimismo, que defiende que el idioma
español sea suficiente para moverse por España, por ejemplo, a la busca de
trabajo, y que (en esto coincidiendo con Ciudadanos) se ha manifestado a favor
de los derechos lingüísticos de los hispanohablantes en las zonas
nacionalistas. Junto con Ciudadanos también, es el único partido que defiende
la igualdad fiscal entre los españoles, y aboga, por tanto, por la supresión
del cupo vasco y el amejoramiento navarro. Es el partido que más decididamente
se ha manifestado a favor de las víctimas del terrorismo y por la ilegalización
de los grupos pro-terroristas. El único partido del Parlamento, asimismo, que
no entró en el juego de reparto político de jueces y que de forma más decidida
está a favor de la despolitización de la Justicia. También, el que más rotundamente
apuesta por la racionalización de las estructuras del estado y la supresión de
duplicidades, de modo que, entre otras cosas, se llegue a la fusión de
ayuntamientos y la supresión de las Diputaciones, en la medida en que las
competencias de estas últimas están ya asumidas por los entes autonómicos...
Una hoja de servicios al estado y a la nación, en fin, esta de UPyD, que ha de
calificarse de sobresaliente.
Por lo demás, cuando yo entré en UPyD, había en Burgos unas
cuantas personas de primerísimo nivel intelectual, moral y cívico. Estaba Tino
Barriuso, que era nuestro rostro más reconocible (¿quién no conoce a Tino en
Burgos?), que en las elecciones generales de 2008 se presentó como cabeza de
lista por Burgos para el Senado, y fue el candidato de UPyD que mayor
porcentaje de voto tuvo de toda España; llegó a estar también en el Consejo de
Dirección nacional de UPyD (aguantó allí muy poco). Estaba también Rodolfo
Angelina, que había sido uno de los fundadores del partido y que fue
Coordinador Territorial de UPyD en Castilla y León, una persona entusiasta y de
encomiable capacidad de trabajo. Algo parecido a lo que se puede decir de
Juanjo Ruiz Salcedo, que fue Coordinador Local de la formación en Burgos, y con
el cual pasamos de reunirnos en las trastiendas de las cafeterías a tener sede
propia, que el mismo Juanjo amuebló con dinero de su bolsillo, montando incluso
personalmente diversos muebles. Tan elegante es Juanjo que, cuando se marchó
por la puerta de atrás, incluso ahora que milita en Ciudadanos, nunca se le
ocurrió reclamar aquellos muebles ni pedir indemnización alguna al partido por
ellos. Estaba también por allí Carlos Moliner, que fue candidato al Congreso
por UPyD en las elecciones generales de 2013 y había sido portavoz de la
formación a nivel provincial; Carlos, una de las personas con más reconocimiento
y respaldos personales en el contexto de Burgos y provincia. Y estaba también
Paco Román, profesor, sindicalista, que llegó a tener un cargo institucional
por el PSOE en tiempos pasados; la persona con más sabiduría política de todos
nosotros. Y Hermenegildo Lomas, arquitecto técnico del Ayuntamiento y
sobresaliente pintor; y su hermano José Javier, abogado de la Junta y otro de
los miembros destacados del partido. Estos tres últimos, Paco, Hermenegildo y
José Javier, estuvieron en el primer plano de la lucha contra la corrupción en
Burgos en los tiempos del Juicio de la Construcción de principios de los 90.
Hablamos, pues, de personajes muy relevantes que militaron en UPyD, y de cuya
amistad hoy me enorgullezco. Bien, pues todos ellos fueron saliendo de UPyD por
la puerta de atrás, decepcionados y con la sensación de haber sido estafados.
¿Cómo demonios pudo ocurrir todo esto? ¿Cómo es posible que el partido que
venía a cubrir el hueco más importante y necesario de la actual política
española esté hoy en grave peligro de desaparición o, al menos, de instalarse
en la irrelevancia política?
Ilustración:
Samuel Martínez Ortiz
Decía Marshall McLuhan, filósofo y teórico de la
comunicación, que el medio es el mensaje. Yo creo que no es exactamente así,
que normalmente el mensaje tiene contenidos que no caben en el medio, el canal a
través del cual llega el mensaje a la opinión pública, pero sí me resulta
evidente que ese aserto es real en un nivel superficial, que es el único que
resulta operativo en lo que se refiere a la formación de la opinión pública. Y
UPyD ha tenido o ha constituido un medio, un canal de comunicación (propio, no
el que a su vez ha pasado el filtro de los medios de comunicación externos) que
ha transmitido muy mal el mensaje, su mensaje. Todo
eso, en un momento como el actual en que las propuestas de este partido
resultan no solo objetivamente necesarias, sino imprescindibles y apremiantes.
Pese a ello, pues, el mensaje de UPyD no ha conseguido cuajar en la opinión
pública, o lo ha hecho de una manera muy incompleta. ¿Por qué? Sin duda, porque
el medio a través del cual se emitía ese mensaje era inadecuado. Atendiendo a
ese nivel superficial dentro del cual es válido el aserto de que el medio es el
mensaje, es posible observar cómo la gente percibe a Rosa Díez o Carlos
Martínez Gorriarán (menos a Juan Luis Fabo, el otro miembro, menos conocido,
del politburó todopoderoso) y a UPyD en general, como gente antipática,
mandona, autoritaria, poco dialogante... El medio ha apagado el contenido del
mensaje, el potencial votante ha dejado de prestar atención a ese contenido o,
al recibirlo, ha mostrado tener preparado un "sí, ya, pero..."
distanciador. Esto es y ha sido un hecho. Ocurre así.
Y de puertas adentro, efectivamente, UPyD ha sido dirigido
de una manera autoritaria, desconsiderada con los militantes y poco dialogante,
hasta el punto de que la media de estancia de un afiliado antes de
desencantarse y volver a irse ha sido de menos de dos años. Se calcula que en
estos ocho años se han ido unos 18.000 afiliados, y quedan unos seis mil. De
los 127 fundadores de UPyD (integrantes del Consejo
Político fundacional), 105 se han ido del partido de Rosa Díez, denunciando
autoritarismo y fraude. El partido ha sido dirigido desde el principio con mano
de hierro, y desde siempre se ha castigado, incluso humillado, al discrepante.
Lo ocurrido este verano pasado con Sosa Wagner, que acabó abandonando el
partido abochornado, fue seguramente un punto de no retorno para UPyD, porque
dejó en evidencia lo que significa discrepar dentro del partido, incluso
hacerlo de la elegante manera en que lo hizo el hasta entonces eurodiputado. El
afán de querer tenerlo todo controlado, las maniobras dedicadas a que la
militancia no se vertebrara ni conociera entre sí, el interés explícito de
Gorriarán en que en las sedes del partido no se hablara de política, la
filosofía que este mismo ha defendido según la cual en UPyD hacen falta
votantes, no militantes, demostrando así que el triunvirato dirigente ha
entendido que el militante, todo lo más, está para hacer simple seguidismo y no
incordiar… todo esto ha ido configurando a UPyD como un cauce inadecuado para
expresar un mensaje que, sin embargo, es políticamente imprescindible.
En esto, va y aparece en el panorama político un tío
guaperas, simpático, con don de gentes... Albert Rivera. Su mensaje real está trufado
de lagunas, pero quien lo emite, el medio a través del cual ese mensaje llega a
la opinión pública, es mucho más atractivo y creíble que Rosa y que Gorriarán.
Suficiente con eso para que la gente, toda esa gente que constituye el mismo
mercado de votantes que disputa también UPyD, se apunte a él. Finalmente, C's
se ha impuesto de forma cada vez más arrolladora como la alternativa para ese
conjunto de votantes, lo que, correlativamente, hace que UPyD vaya hacia abajo.
Esas tendencias ya han tomado posesión de la vida social y política, y yo no
creo que vayan a cambiar, porque las variables no van a hacerlo. Rosa Díez
seguirá machacando con sus inapelables argumentos, que cada vez, sin embargo,
la gente oirá con más sordina y como si la voz se fuera alejando, y Albert
Rivera conseguirá que parezca bien todo lo que diga, aunque a un oído atento le
resaltarán sus deficiencias. Como patético recurso final, los dirigentes de
UPyD aún tratarán de defenderse diciendo que están siendo víctimas de una
conspiración de Ciudadanos, aliados con la prensa, el PP y vete a saber qué más
enviados del Averno. Es el último argumento que hace que un servidor sea
pesimista a la hora de pensar que UPyD se pueda regenerar: si la culpa la
tienen otros, no hay nada que modificar ni corregir. El medio, al final,
se habrá cargado el mensaje.
El fracaso de UPYD viene en parte también porque somos más papistas que el Papa, y tememos a gente nueva que nos puedan hacer sombra.
ResponderEliminarO también, Temujin, que tengan ideas propias y puedan romper los esquemas, los rígidos esquemas, de los poderes establecidos en el partido. Yo creo que en UPyD ha habido muy pocas disensiones en materia de ideología, pero las formas, el estilo autoritario han hecho que mucha gente (mucha) se haya sentido incómoda en el partido. Y de cara hacia afuera, ese estilo autoritario también ha sido percibido y ha hecho recelar a los votantes. Parece una sutileza y un motivo inconsistente, pero UPyD ha fracasado por ser un partido antipático.
ResponderEliminarBuscando en un momento absurdo el complejo de inferioridad de los españoles, he encontrado este blog repleto de magnificas reflexiones. He continuado leyendo algunas entradas hasta que me he encontrado con esta que recoge un tema bastante actual, la política de centro. UPyD y C´s, más allá de sus diferencias, abarcan el mismo espectro político de centro. Ese centro es el que me preocupa, no se por qué en este país está condenado a la extinción cuándo en realidad ese estado de moderación, de nodo, de arbitraje es más que necesario para una sociedad que convive con diversas ideas. Soy de las que dicen que en el centro está la virtud, aunque es verdad que sin extremos…tampoco hay centro. Nuestro problema es que estamos demasiado obcecados con la idea de posicionarnos siempre en un equipo de partido y nos olvidamos en el árbitro. Ese centro que da continuidad para poder avanzar es del que carecemos aquí, y cuándo parece que empieza a tener representación…se disipa. Me parece un síntoma que empieza a ser grave en nuestra sociedad, porque además son los partidos que al final aportan ideas constructivas y aportaciones eficientes. Mi reflexión ahora es, ¿Será nuestro complejo de inferioridad el que nos polariza tanto?
ResponderEliminarMuchas felicidades por el blog, Un saludo
Muchas gracias, Alicia, por su comentario y por sus estimulantes felicitaciones.
EliminarYo sí creo, efectivamente, que nuestro gran problema colectivo es nuestro generalizado complejo de inferioridad. El mismo que, precisamente, nos lleva a tratar de eludir nuestra (inevitable) condición de españoles, y que tiene su fuente principal en la Leyenda Negra, que a estas alturas hemos metabolizado más y mejor incluso que quienes la pusieron en marcha. El sentimiento de inferioridad puede ser una palanca, un estímulo que empuja hacia formas productivas de intentar sobreponernos a él. Pero también tiene desarrollos improductivos, patológicos, que son los que resultan de la elusión de ese ser que se rechaza y que se trata de sustituir por ensoñaciones, falsas identidades, máscaras o histrionismos con los que tratar de engañar y engañarse a propósito de quién uno es realmente. En este sentido, nuestros nacionalistas, nuestra izquierda hispanófoba, nuestra derecha acomplejada no son sino modos espurios, inauténticos de ser, falsas construcciones de una personalidad colectiva que surge no de lo que uno, por suerte o por desgracia, realmente es (al menos para empezar), sino de una ensoñación que falsea la historia y las auténticas fuentes de nuestra identidad.
Y claro está, las ensoñaciones son la fuente de los utopismos, fuente de la que, a su vez, beben todos los extremismos. El extremismo es un histrionismo, una manera exagerada de autoafirmarse, la misma de la que suelen echar mano los adolescentes cuando precisamente se sienten a falta de una identidad sólida.
Un cordial saludo, Alicia.