domingo, 17 de agosto de 2014

Por qué la civilización occidental es superior al "Estado Islámico"

     Cualquier musulmán suscribiría aquello de Jesucristo de que “Mi reino no es de este mundo”. Pero no aquello otro de “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Los primeros cristianos se inclinaron más hacia la primera máxima, y su modelo de vida quedó marcado por los anacoretas que se retiraban al desierto. No había para ellos puente que se pudiera transitar entre este mundo pecador, que es uno de los enemigos del alma (los otros son el demonio y la carne), y aquel otro dichoso que nos espera tras la muerte (y que cuando llegaron los musulmanes poblaron de huríes).

     En consonancia con ello, en el Imperio bizantino a lo largo del siglo VIII, los herejes iconoclastas se dedicaron a destruir todas las imágenes que pretendían servir de metáfora o alegoría de lo sobrenatural. Lo divino era inefable e inexpresable, y tratar de vestirlo con las formas que este mundo oferta era idolatría. Los severos artes bizantino y románico, eran una iconoclasia de segunda mano, en donde las imágenes solo pretendían tener un valor didáctico, de transmisión de las Sagradas Escrituras (incluidas esas sorprendentes esculturas de tema sexual de algunas iglesias), pero seguía vigente por entonces la idea de que nada de lo que pudiera proceder de este mundo era bueno ni servía para enlazarnos con el del más allá. En sus “Soliloquios”, San Agustín describe un supuesto diálogo que mantiene con la Razón, y en él afirma: “Deseo conocer a Dios y al alma”. “¿Y nada más?”, le pregunta su alter ego, la Razón. “Absolutamente nada más”, responde categórico. El mundo (la realidad externa) no merecía ser conocido, puesto que era la morada del pecado, un error, una distracción, algo que había que combatir o, al menos, alejarse de él. ¿Qué ciencia hubiera podido desarrollarse a partir de esos presupuestos?

     Hubo que esperar a Santo Tomás para que desde el cristianismo se pudiera afirmar: “No me avergüenzo en decir que yo hallo que mi razón es alimentada por los sentidos”. Ortega dejó señalado que “Santo Tomás (…) hizo de Dios algo en muchas porciones interior al mundo”. Y aún empujó más Guillermo de Ockham hacia la atención a lo mundano cuando dijo que solo existían los entes individuales. La atención a lo concreto, lo particular, lo que conocemos por los sentidos fue pasando al primer plano. El arte gótico hizo que las imágenes esculpidas en sus edificios se acercaran cada vez más a las configuraciones de los seres reales y reconocibles entre los que discurren por el mundo.

     Y al fin, lo que acabó llegando, y que marcó la diferencia sustancial entre la cultura occidental y las demás, la islámica para empezar, fue el Renacimiento, donde las imágenes artísticas reflejaban cada vez más las configuraciones que de lo real se mostraban a los sentidos (por ejemplo, apareció el retrato). Llegado el Barroco, esa encarnación de lo divino en el mundo real llega a incluir la ironía cuando, por ejemplo, Velázquez hizo descender del Olimpo a los dioses y pintó a Baco coronando a una cuadrilla de borrachines. Pero lo más decisivo de aquel tiempo fue que, una vez permitido ese acercamiento a lo concreto, al mundo empírico, pudo Galileo concebir el método científico, y de su mano las generaciones que desde entonces se han sucedido han elevado el conocimiento de lo real a una altura enorme.

     Mientras tanto, los musulmanes siguen aferrados a la idea iconoclasta de que el mundo divino al que aspiran no tiene comunicación con este de aquí abajo. No solo la representación de la divinidad (su encarnación) sigue prohibida, sino que la atención a lo mundano sigue siendo, como en la Edad Media, pecado. Lo humano ha de someterse a los dictados de Dios (“islam” significa “sumisión”), que son recogidos por el Profeta en el Corán y transmitidos fielmente por los imanes. La sharia es el código moral que marca la conducta de los musulmanes, y su fuente, además del Corán, es la propia vida del Profeta Mahoma. Dentro de la sharia existe un tipo específico de ofensas conocidas como hadd. Estas ofensas, entre las que no se incluye la poligamia o el matrimonio consumable con niñas de nueve años, que son permitidos, son crímenes castigados con penas especialmente severas, tales como el ahorcamiento, la lapidación, los azotes o la amputación de una mano. Esas transgresiones incluyen el adulterio, la homosexualidad, las acusaciones falsas, el consumo de bebidas alcohólicas, el robo, la desobediencia de las mujeres hacia la autoridad del padre o el esposo, las relaciones con infieles y el incumplimiento de las normas de vestimenta de las mujeres (hiyab), a las cuales, si efectivamente incumplen esta obligación, se considera inmorales y culpables en caso de violación.

     La yihad o guerra santa es asimismo un deber para el musulmán ortodoxo. Obliga a todo buen musulmán a luchar para defender y propagar el Islam, con la fuerza si es necesario. Es lo que ordena el Corán, 9, 5: “Cuando hayan transcurrido los meses sagrados, matad a los infieles dondequiera que les encontréis. ¡Capturadles! ¡Sitiadles! ¡Tendedles emboscadas por todas partes! Pero si se arrepienten (…) entonces ¡dejadles en paz! Alá es indulgente, misericordioso”. Así es que los muyahidines (practicantes de la yihad) del Estado Islámico que ahora mismo están cometiendo terribles matanzas en Irak por la única razón de que los masacrados no quieren abrazar el Islam, y que se llevan secuestrados a las mujeres y niños a los que no matan, no están haciendo otra cosa que ser buenos musulmanes. Y los otros muyahidines de Hamás, que no pueden negociar con el estado de Israel porque el Corán les obliga a matar a todos los judíos (http://avalon.law.yale.edu/20th_century/hamas.asp --; 2º párrafo: “Israel existe y continuará existiendo hasta que el Islam lo destruya”), no son asimismo sino otros buenos, o al menos estrictos, musulmanes.

     Progres del mundo… o, para no ser demasiado pretenciosos, progres, feministas, militantes del movimiento LGTB (lesbianas, gais, transexuales y bisexuales) de los alrededores, ¿todavía no os habéis enterado? ¿A qué esperáis? Y asimismo, si ya lo sabíais, ¿a qué esperáis?

2 comentarios:

  1. Hola, Javier: estoy bastante de acuerdo con tu exposición ya que hace buena referencia al ser dogmático del "Estado Islámico". Efectivamente, el islam no separó el poder temporal del espiritual y se hallan gobernados por la ley sharia, abarcando cualquier aspecto vital, incluyendo el dejar de vivir la naturalidad que nos corresponde para pasar a depender de un estado ilusorio-mental que aplace los disfrutes y la vida "real" para el otro mundo. Esa división en dos planos diferenciados que Platón donó a la filosofía, desde entonces idealistamente triunfadora, y a la religión monoteísta, que con Plotinio y los neoplatónicos, desembocaría en el cristianismo, separó el mundo ideal, postergado, del real, mero trance hasta su conclusión.

    Sabido es que el cristianismo obra de igual modo ante la transcendencia con su metáfora del "valle de lágrimas" para esta vida -no pura, no real- y las bondades del Paraíso. En cuanto al dogmatismo, tablas. Pero hemos comenzado diciendo que que islam no concedió el beneficio de la separación de los poderes temporal y espiritual como sí lo hizo el cristianismo. Es la civilización que nos ha tocado a nosotros , y en ese nosotros, se puede estar al margen de las creencias oficiales y no por ello sufrir de fatuas o similares. El hecho de renegar de la religión supone un pecado de apostasía y está penado con la pena de muerte. Ese Dios que nos ha tocado por tradición traspasar a las siguientes generaciones, ha podido desprendérsenos, cual es mi caso, sin afectar a la honra de la comunidad, que me puede perfectamente soportar ateo, aun con un ateísmo catolizado, según el mundo protestante. En el ámbito islámico, tamaña herejía resultaría insoportable.

    Pero no todo el mundo islámico obra de una manera fanatizada. Hace unos años pregunté a un profesor de origen marroquí (daba clases en una universidad española) el porqué de la injerencia de la religión en cualquier aspecto del desenvolvimiento de los seres que en su ámbito viven. Su respuesta atañó al régimen privado de la situación, dándome a entender que cada uno en su fuero interno puede creer a su manera o no hacerlo, siempre y cuando (con la "sumisión" seguimos tocando) no ofenda a los demás (o sea a los puros, certeros...). No obstante, es una versión más moderada que la que directamente te decapita por dejar de creer en un ente abstracto.

    Como también has indicado, el humanismo se encargó, poco a poco, de descargar peso de la trascendencia para ir atribuyendo al hombre la tutela de sí mismo. Y es esta senda la que fue abriendo paso entre la maleza de los forrajes del mundo ultra-terrenal. Y lo mismo que nos vamos humanizando como personas, nos hemos de seguir civilizando basándonos en la prominencia de la responsabilidad individual, alejándonos de la superstición de las vidas futuras, que serán las que hipotéticamente nos corresponderán por mor del designio divino, de la predestinación o de las sucesivas reencarnaciones en no se sabe qué dependiendo del karma que se arrastre de otras vidas anteriores. La superstición sigue siendo cegadora de los potenciales. Pero ¿quién convence al dogmatismo de que otras vías no sentenciadas pueden ejercer de guía para los designios humanos? Y no solo atendiendo a los dogmatismos varios: ¿quién convence (aun partiendo de que intentar convencer es ya una posición dogmática) a las religiones -o sea, al ser humano aún dependiente de la superstición- de que nuestro desenvolvimiento será mejor si la esfera religiosa queda ceñida al sentimiento más íntimo posible alejándose de la impartición de poderes terrenales?

    Saludos desde mi iconoclastia particular.

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  2. Es un enigma saber cómo se lo montará una persona de naturaleza pacífica y de espíritu abierto para sobrevivir en un contexto islámico, tan cerrado e invasivo. El islam no deja resquicios: en los pueblos y ciudades en los que hay inmigrantes musulmanes, estos no se mezclan con los occidentales, no participan de ninguna de las manifestaciones de la vida de esas comunidades. No hay manera de influirles. Rechazan totalmente la cultura de los lugares que les acogen. Cualquier atisbo de acercamiento seguramente que lo viven con un grave sentimiento de culpa, con la sensación de que están violando un principio grave. Supongo que hay excepciones, pero la mayoría se mueve con este criterio. Eso les convierte en una bomba de relojería.

    ¡La tolerancia fue un gran invento de la civilización, Vicente!

    Un saludo cordial

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