En resumidas cuentas, las cosas son lo que parecen ser…
hasta que llega algún nuevo acontecimiento (¡y siempre acaba llegando!) y lo pone
todo patas arriba. Por si fuera poco, ese acontecimiento es, a priori,
imposible de predecir. Por tanto, parece que no podemos confiar en ninguna ley
general, que la navaja de Ockham puede hacer lo que realmente estaba llamada a
hacer: eliminar cualquier inferencia que sobrepase el perímetro de cada
acontecimiento individual… ¡Tremendo! No es que uno no se pueda fiar ni de su
padre, es que no se puede fiar ni de Dios Padre, que es el responsable último
de que las cosas tengan un por qué… o no.
Así que una de dos: o renunciamos a la ilusión de vivir en
un mundo sujeto a normas y previsible, y aceptamos que nuestro hábitat natural
es el caos, que sólo admite una última previsión (qué tramo de la vía del tren
sería el más adecuado para preparar la salida de este mundo absurdo), o
seguimos pugnando por encontrar el modo
de hallar algún sentido, pese a todo, a lo que ocurre. De momento, yo opto por
este segundo plan (¡mero instinto de supervivencia quizás!).
Puestas así las cosas, y sin dejar de comprometerme a seguir dándole vueltas
a las muy sugerentes e inquietantes reflexiones de Taleb sobre el impacto de lo
altamente improbable, propongo pensar que el orden viene envuelto en paquetes a
la manera de las muñecas matrioskas, y que, para la muñeca más pequeña, el orden
que supone la que la envuelve le supera, desborda y descalabra. Partamos, por
ejemplo, de nuestra capacidad de ver como seres humanos: nuestras células
fotorreceptoras sólo son capaces de detectar tres colores básicos, rojo, verde
y azul, así como los diferentes colores secundarios y terciarios. Nada que esté
más allá, hacia el infrarrojo o el ultravioleta. Existen sin embargo muchos
animales capaces de apreciar una gama de colores mucho más amplia que la que
los hombres reconocemos. Ellos ven, en general, un mundo muy diferente del que
nosotros alcanzamos a percibir. Si por un momento una de las imágenes de ese
otro ámbito invisible para nosotros se colara en nuestro campo visual, quedaría
invalidada nuestra imagen del mundo hasta entonces habitual, mucho menos
expresiva de lo que realmente existe... ¿O no? Quizás seguiría siendo válida para
un conjunto de variables determinado, y quedaría trastocada cuando irrumpen
variables hasta entonces desconocidas, pero sin anular la verdad (parcial) que
hasta entonces resultaba válida. De esa manera, el pavo tendría razón al pensar
que su dueño le cuidaba; solo que se trataba de una pequeña verdad que queda
desplazada, incluso contradicha (pero no anulada), cuando asoma la otra verdad
mayor.
Nos movemos, pues, en un campo que no necesariamente está
hecho de mentiras (de absurdos), sino de verdades insuficientes. Cada una tiene
su momento o su campo de vigencia, normalmente seobrevalorada. Y la historia
estaría ahí, abierta para que vayamos entrando, a través de lo que parecían
excepciones a la regla, en nuevas normas generales con un ámbito de aplicación
superior. Por ejemplo, en la entrada anterior de este blog se analizaba la
perspectiva que sobre las decepcionantes cosas de este mundo han tenido los
hombres a lo largo de la historia. En el hombre primitivo predominaba una
perspectiva retrospectiva y nostálgica, según la cual, y tal y como quedaba
expresado en sus mitos, todo procede de una edad dorada y de un paraíso perdido
en los cuales las cosas estaban instaladas en la plenitud; de entonces hacia
delante, todo habría ido degenerando. Tales, Anaximandro y Anaxímenes resultaron
ser unos Cisnes Negros respecto de sus antecesores, los creadores de mitos,
cuando inventaron la filosofía, y en vez narrar la existencia de una edad
dorada pasada, se elevaron, a través del pensamiento abstracto, hacia la idea
de naturaleza; mantuvieron la perspectiva anterior, la pequeña verdad alcanzada
por los creadores de mitos, pues también ellos, los filósofos, entendían que el
ser auténtico de las cosas estaba en el pasado, en su estado natural, pero a la
vez descubrieron la matrioska superior al sustituir la narración mítica por los
conceptos. Aristóteles fue un nuevo Cisne Negro que dejó pequeña la verdad
anterior: el ser de las cosas no estaba en el pasado, sino en lo que serán en
el futuro, cuando realicen sus potencialidades. Y sin embargo, la verdad
antigua no fue a parar al vertedero, sino que incluso fue incorporada en la
nueva perspectiva-matrioska: en el pasado ya existía el ser auténtico de las
cosas, como habían dicho los filósofos hasta entonces… pero existía sólo en
potencia. Y así sucesivamente. Como los fractales, la nueva estructura se monta
sobre la pauta de la estructura antigua, aunque en una nueva escala, en un
nuevo bucle de la espiral evolutiva.
Es cierto que mientras estamos situados en el ámbito de una
pequeña verdad, de una matrioska más interior, no resulta posible prever,
anticipar la forma que tendrá la verdad superior, que siempre sorprenderá y
sobrevendrá a través de un cambio cualitativo, no por mera evolución
acumulativa de factores. Pero creo que, de todas formas, sí es posible detectar
la existencia previa de factores favorables al cambio que acabará produciéndose, la existencia de estados de
perturbación o inquietud que, aunque no necesariamente aboquen hacia la
irrupción de una nueva verdad, de un cambio de paradigma, sí puede observarse a
posteriori (una vez que ese cambio se haya producido) cómo propendían hacia
ello. Por ejemplo, Taleb trae a colación el caso de la forma imprevisible en
que dio comienzo la Primera Guerra Mundial: un acontecimiento menor y azaroso, el
atentado mortal en Sarajevo contra el archiduque heredero de la Corona del
Imperio austrohúngaro y su mujer, igual que en el efecto mariposa, acaba
poniendo en marcha aquella devastadora guerra. Sin embargo, y aunque sea a
posteriori, sí que podemos detectar la previa existencia de una sopa de
inquietud en la política y en la cultura europeas que podemos decir que estaba sirviendo
de caldo de cultivo de lo que acabaría eclosionando como Guerra Mundial.
Un ejemplo más: acabo de regresar de Noruega, donde he
comprobado lo altos, rubios (bueno, siendo sinceros: altas, rubias…) y de ojos
azules que son los habitantes prototípicos de aquel país. Una raza hermosa. Sin
embargo, en algunas de los barrios de Oslo, llamaba la atención el alto
porcentaje de inmigrantes (especialmente llamativo el de los gitanos rumanos), y entre ellos muchos
mendigos y grupos de personas sentados en alguna acera o vagabundeando por la
calle, que contrastaban abruptamente con aquel otro paisaje humano tan selecto.
Debido a ello, los noruegos, parece ser que como fórmula defensiva perentoria, se han cerrado
sobre sí mismos. Varios españoles que andaban por allí buscándose la vida me
ratificaron una impresión que debe de ser bastante común entre los no noruegos:
estos no se comunican ni mantienen contactos
con los de otras nacionalidades, a los que probablemente, en mayor o menor
medida, desprecian. En ese contexto, que en julio de 2011 surgiera un paranoico
como Anders Breivik cometiendo aquel terrible acto terrorista en el que
murieron 77 personas, y argumentando que quería llamar la atención sobre la
invasión de inmigrantes, especialmente islámicos, hay que considerarlo como un
Cisne Negro, un acontecimiento inusitado puesto en marcha por una mente
delirante. Delirios estos, entiéndaseme bien, que no guardan ninguna
proporción con aquellas otras actitudes de cerrazón defensiva de los noruegos
en general, pero estas , sin embargo, podrían valorarse a posteriori, de alguna manera, como campo
de inquietud que formaría el caldo de cultivo
preparatorio para la irrupción de aquel Cisne Negro.
Toda esta argumentación, amigo Sierra, lo único que pretende
es salvar la idea de que, aunque en gran medida lo desconozcamos, el mundo
tiene sentido, y este va desvelándose a través de la historia. Hegel seguiría
teniendo razón, porque lo que irrumpe como caos, desestructurando nuestras
pequeñas verdades, trabajosamente conquistadas, acaba mostrándose como parte de
una nueva verdad que incluso incorpora (pura dialéctica hegeliana) a la antigua
pequeña verdad. De modo que incluso lo que a nivel microcósmico parece puro
caos, una vez que asciendes de nivel hacia lo macrocósmico, se muestra como
ordenado. Viendo los átomos desenvolverse, se diría que cada uno de ellos va a
su bola, sin tener en cuenta para nada la trayectoria que siguen los demás. Y
sin embargo, vas ascendiendo hacia la molécula, la célula, el organismo, el
hombre, la cultura, la historia, el mundo, el universo, el Punto Omega… y todo
empieza a tener sentido.
El caos en el microcosmos se convierte en orden en el
macrocosmos.
Sin embargo, las reflexiones de Taleb sobre los Cisnes Negros
(en las que apenas puedo decir que estoy entrando todavía) me parecen tan serias,
tan impactantes y tan dignas de consideración que mejor considero las mías como
provisionales, a la espera de que pueda aparecer algún pensamiento nuevo que, a
la manera de los Cisnes Negros, acabe descalabrando mis conclusiones.
Buenas noches, Javier. Tendría que haber estado cerca cuando leí un texto de Kant en el libro de filosofía de COU de mi hermana. Parece muy interesante el tema - en estos temas filosóficos me mantendré a una distancia prudencial de usted -.
ResponderEliminarMuy buenas, John Carlos. A mí me tocó estudiar PREU. Por entonces, la filosofía era una cosa muy extraña para mí, aunque no tardé mucho en tener la suerte de que cayera en mis manos "El Espectador", de Ortega y Gasset, que está tan bien escrito que empecé a entrar poco a poco en el asunto, superando la mala experiencia del colegio en este sentido. A estas alturas, me considero un privilegiado por disfrutar de las lecturas filosóficas.
EliminarMuchas gracias por su cercanía (distancia preventiva incluida).
Muy buenos días.
ResponderEliminarDon Javier. Aunque llegue tarde (la semana pasada fue bastante movida) le debo una respuesta, por alusiones. Le ruego disculpe mi retraso.
Sinceramente, me ha parecido espléndido su artículo. Estoy completamente de acuerdo con usted. ¡Ay!... El ejemplo del pavo... ¡Con cuánta razón nos advierte Taleb acerca de los peligros de "extrapolar" —basándonos sólo en nuestra experiencia del pasado—, tan "alegremente"!
Por cierto, a ver si encuentro un rato para "desempolvar" mi ejemplar de "El Cisne Negro", y traerle un par de sus "pies de página". Se trata de ejemplos bastante adecuados para éste tema.
Muy elegante también su ejemplo de las "matrioskas" como descripción de un Universo de naturaleza fractal: donde las formas "mayores" envuelven y contienen a las "menores", conservando todas ellas un patrón común.
En cuanto a la situación que usted describe en Noruega. La verdad es que carezco de datos y conocimiento para juzgarla. Pero no me sorprendería que, detrás de ese desprecio de los nativos hacia los inmigrantes, pueda estar —en buena parte— un sentimiento de rechazo hacia las políticas y leyes de "integración" y "discriminación positiva" decretadas por su clase política (conviene recordar aquí el apoyo que dicha nación ofrece al "proceso de paz" de nuestros "abertzales").
Bueno... Voy ahora a echarle un vistazo a su nuevo artículo acerca de Munch.
Un saludo.
Buenos días Don Sierra.
EliminarMuchas gracias por su aprecio. Sólo quisiera prolongar un poco su reflexión a propósito de la postura de Noruega protegiendo etarras. Y es que se me ocurre que por esa vía de reflexión que tal asunto nos abre podríamos encontrar un complemento paradójico a las propuestas intelectuales de Taleb (la vía que supone indagar en lo que se podría decir desde una perspectiva contrapuesta a la que te ha llevado a alguna conclusión suele dar buenos réditos a la inquietud intelectual). Se trata de que precisamente la experiencia, la consideración del pasado, la memoria de lo que ha ocurrido antes también es imprescindible muchas veces para conseguir orientarse en la vida y, en este caso, en la política. ETA es lo que es; pero eso parece que cada vez lo sabemos menos gente. No sólo los noruegos; hoy, hasta para el PP resulta que ETA es un interlocutor posible, como explícitamente reconoció Javier Maroto, el alcalde de Vitoria, ese que va a tomar potes con los batasunos, o Borja Sémper, el portavoz del PP en el Parlamento vasco.
Es decir, que la vertiente peligrosa de las sugestivísimas teorías de Taleb sería el que podría llevarnos a prescindir de los principios, a, puesto que la experiencia parece ser algo desdeñable, tener una disposición tan abierta que un día te dedicas a poner la nuca para que te maten y al siguiente (o un tiempo más tarde) a irte de potes con tus (potenciales) asesinos. El mismo Taleb creo recordar que habla en algún momento del peligro que para la estabilidad mental puede significar esa ausencia de criterios.
Disfrute del verano incipiente, Don Sierra (en mi caso, del invierno tardío).