jueves, 21 de agosto de 2025

LA FUNCIÓN DEL ABSURDO EN NUESTRA VIDA

 

Que la mente se trastorne resulta de un mayor o menor estancamiento en la insignificancia, el absurdo, la debilidad, la dependencia, el miedo, la inseguridad… con los que vinimos al mundo. Ocurre que aún no se ha conseguido entonces cimentar suficientemente un sentido para la vida. El sentido no viene dado; viene dado el absurdo. Aquél hay que construirlo sobre la base de éste. Por la misma razón, Dios empieza por ser inexistente. A Él es a quien Unamuno rezaba diciendo: “Óyeme Tú, Dios que no existes, y en tu Nada recoge estas mis quejas…”. Ya después, conseguimos inventarle… o reconocerle. La alternativa es, por tanto: o creer en Dios (en el sentido) o enfermar (se enferma cuando uno se instala en el absurdo), interrumpir el proceso en el que la vida consiste.

sábado, 16 de agosto de 2025

LA MATERIA ES SÓLO UN DESCANSO DEL ESPÍRITU (Lo que somos está más allá de lo que vemos)

“Darwin cree haber conseguido aprisionar lo vital –nuestra última esperanza– dentro de la necesidad física. La vida desciende a no más que materia. La fisiología a mecánica (…) Ya no es (el organismo) quien se mueve sino el medio en él. Nuestras acciones no pasan de reacciones” (Ortega y Gasset[1])

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“Hay distancias, luces e inclinaciones, desde las cuales el material sensitivo de las cosas reduce a un mínimo la esfera de nuestras interpretaciones (…) La cosa inerte y áspera escupe de sí cuantos ‘sentidos’ queramos darle (…) He ahí lo que llamamos realismo: traer las cosas a una distancia, ponerlas bajo una luz, inclinarlas de modo que se acentúe la vertiente de ellas que baja hacia la pura materialidad” (Ortega y Gasset[2])

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La materia es el poso de limitaciones que se desprenden del espíritu mientras prosigue su ascenso hacia lo ilimitado.



[1] Ortega y Gasset: “Meditaciones del Quijote”, O. C., Tº 1º, pág. 400.

[2] Ortega y Gasset: “Meditaciones del Quijote”, O. C. Tº 1º, p. 386.

martes, 12 de agosto de 2025

DE DÓNDE VENIMOS, A DÓNDE VAMOS

Nunca llegó a haber más que dos clases de paraísos: los que lamentablemente se perdieron para siempre y los que, por desgracia, nunca se llegarán a alcanzar. De ellos solo guardamos el registro de sendos sucedáneos: un pasado que añorar y un futuro al que aspirar, atrevidas incursiones del día a día en los campos etéreos de lo que no existe.

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Toda quietud no es más que movimiento provisionalmente interrumpido, un coyuntural desistimiento del deseo de ir más allá, un fugaz ensayo de apariencia y forma. Complementariamente, todo lo que se mueve va asimismo en busca de la inmovilidad, busca regresar a la inercia de partida, es un descanso que está por llegar. El punto en el que confluyen ambas inconsistencias es el que intentamos habitar.

 

viernes, 8 de agosto de 2025

CÓMO SE CREÓ EL MUNDO

Vivimos para llevar a cabo una tarea: construir realidad. De esta solo se nos dieron, para empezar, sus elementos más primarios: fragmentos, instantes, átomos de experiencia… La vida era entonces, como David Hume decía, nada más que una sucesión de impresiones. Discurriendo por aquel río en el que Heráclito nunca había logrado bañarse dos veces, todo resultaba ser rápido, inconsistente, precario y fugaz. Thomas Hobbes sabía que por entonces no había “cómputo del tiempo; ni artes; ni letras; ni sociedad; sino, lo que es peor que todo, miedo continuo, y peligro de muerte violenta; y para el hombre una vida solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta”[1]. No fue posible reconciliarse con nada que prometiera ser definitivo. De ningún delito cometido por entonces se pudo llegar a decir que quedara rastro alguno, ni pudo la culpa, por tanto, trazar sobre ello algún plan reparador. Si no sobrevivía ningún “por qué”, ¿cómo adivinar que pudiera existir un “hacia dónde”? Si no daba tiempo a echar nada en falta, ¿qué sentido hubiera tenido la esperanza?

Pero un día, entre tanta indiferencia, alguien sintió nostalgia y recordó. Así apareció el espíritu, la sutil evocación de lo que ya no estaba. Y el espíritu, añadido a todo lo que la evidencia mostraba cómo desaparecía, empezó su labor reparadora, se puso a construir la realidad.



[1] Thomas Hobbes: “Leviatán”, Editorial Deusto

lunes, 4 de agosto de 2025

LA INCONSISTENCIA DE LAS COSAS


 

Las cosas, los hechos son sólo la parte manifiesta de todo lo que no puede ser, una diminuta incursión de lo imposible en los dominios de lo experimentable, el punto en el que quedaron interrumpidos los intentos de ir a alguna parte.

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“Y esto es lo que llamamos la realidad de las cosas: las pobres cosas que humilladas, derrotadas, vencidas por la presión pavorosa de la inercia, se recogen en sí mismas” (Ortega y Gasset[1]).



[1] Ortega y Gasset: “La estética de “El enano Gregorio el Botero”, O. C., Tº 1, pág. 540