El caso es que este
es un asunto que admite transitar hacia mayores profundidades, en las que van
apareciendo interesantes variaciones que amplían los términos de la cuestión.
Por ejemplo: parece que nuestra necesidad de contar con referencias en las que
apoyar nuestra respuesta a situaciones de incertidumbre o riesgo nos puede
llevar muy lejos de lo que la estricta racionalidad daría de paso. Kahneman y
Tversky, en uno de sus experimentos, pedían a los sujetos que hicieran
funcionar una rueda de la fortuna de esas que existen en los casinos. Después
de que la rueda se parara en un número (que, evidentemente, resultaba
aleatorio), se les pedía que calcularan a ojo de buen cubero el número de
países africanos que había en las Naciones Unidas. Quienes habían sacado un
número bajo en la rueda decían una cantidad pequeña, y los que sacaban un
número alto hacían un cálculo superior. En suma, ante situaciones de
incertidumbre, no esperamos a que la racionalidad o la experiencia nos ayuden a
generar una respuesta, sino que echamos mano de cualquier referencia que el
ambiente pueda perentoriamente darnos y nos apoyamos, a veces temerariamente,
en ella. Buscamos, pues, en el entorno alguna señal a la que vincular nuestra
necesidad de respuestas y, aunque esa asociación sea irracional o
supersticiosa, nos apoyamos en ella antes que mantenernos en la incertidumbre.
Así que tenemos aversión desproporcionada no sólo por las pérdidas sino, en
general, por la incertidumbre o lo que conlleva riesgo.
Probablemente, creo
yo, haya en esa necesidad de buscar referencias algunas diferencias según sea el
grado de madurez que haya alcanzado el sujeto. Personas especialmente inmaduras
en su desarrollo intelectual y afectivo manifiestan, por ejemplo, problemas de
ecolalia, en los que su respuesta a las preguntas de un interlocutor se limita
a repetir la pregunta o las últimas palabras de la pregunta; es lo único que se
sienten capaces de responder. Es decir, no disponen de otra referencia de la
que echar mano para responder que la pregunta misma, y a ella se aferran. El
recurso al que recurrían los sujetos experimentales de Kahneman y Tversky para
calcular el número de países africanos podríamos, en ese mismo sentido aunque
evolutivamente un poco por encima de la ecolalia, asimilarlo a la superstición,
que seguramente interviene en nuestras decisiones mucho más de lo que pensamos,
pero que no agotaría ni resultaría definitivo a la hora de valorar nuestras
posibles respuestas a las situaciones de incertidumbre, las cuales podrían ir
siendo más o menos racionales también en función del grado de madurez alcanzado.
Hasta aquí pretendo
que queden más o menos expuestos los términos de la solución. A partir de aquí,
y así aprovechamos, intentaremos enunciar los propios del problema que
pretendemos abordar.
Hoy vivimos en
España una clara situación de incertidumbre: no sólo la crisis económica,
también la institucional y la de nuestra estructuración territorial, así como
la falta de credibilidad que transmiten los partidos políticos tradicionales,
que han demostrado estar más interesados en mantener sus chiringuitos que en
arreglar los problemas de la ciudadanía; añadamos la corrupción, incluyendo la
falta de independencia del poder judicial, que impide afrontar la lucha contra
ella con unas mínimas garantías, el despilfarro en el gasto público… En UPyD
pensamos que todo ello debería favorecer decididamente la transición hacía
otras formas de respuesta a los problemas económicos y de organización del
estado, y consiguientemente hacia la emergencia clara de alternativas
políticas, entre las cuales, la de UPyD sería,
precisamente, una ellas. Incluso pensamos que, hoy por hoy, es la fuerza
política más sensata del panorama político, por no decir la única. UPyD,
efectivamente, está creciendo, pero ni mucho menos lo suficiente como para
contrarrestar la inquietante sensación de que lo que en el horizonte aguarda
puede ser aún peor que lo que hoy tenemos. Cuando nos estamos jugando, pues, el superar una situación
catastrófica que, a pesar de algunos espejismos coyunturales, sigue empeorando
y que está lastrando gravemente la vida de grandes sectores de la población,
especialmente la de nuestros jóvenes, ¿por qué cuesta tanto que la racionalidad
pueda abrirse paso?
La respuesta bien
podría ser la que nos brindan los experimentos de Kahneman y Tversky: por un
lado, la ganancia que promete UPyD no llega a contrarrestar el miedo a la
pérdida que conlleva prescindir de las referencias mejor conocidas. Uno, cuando
a la hora de valorar sus opciones deja intervenir a su parte racional, puede
estar de acuerdo en que las propuestas de UPyD son más consistentes, si de
afrontar nuestros problemas con garantía se trata, pero que un partido así pueda
llegar a ser decisivo, ¿no sería como dar un salto en el vacío? El miedo a la
pérdida puede, de un modo mayoritario todavía, más que la posibilidad de salir
ganando.
Y por otro lado,
UPyD es una fuerza suficientemente desconocida todavía como para que la opinión
pública se sienta aún a falta de referencias sólidas en las que apoyarse a ese
respecto. Y el mismo miedo al riesgo que supone apoyar algo nuevo, sustentado a
veces en la mala fe de algunos, ha ido emitiendo unas referencias tan poco
razonables como perversas que impiden que UPyD crezca lo que debería. Una de
esas referencias que cuenta con predicamento es
que “UPyD es como los demás: cuando sus candidatos pisen moqueta,
serán igual de corruptos”, desechando el dato de que proponemos medidas concretas
que garantizarían la lucha contra la corrupción. Otro mantra que, como el de la
rueda de la fortuna de aquellos sujetos experimentales que antes citábamos,
tira irracionalmente de la opinión pública en contra de UPyD, es el de que “UPyD
es un proyecto personalista de Rosa Díez, que es una persona egocéntrica sin
otros intereses que el de saciar su vanidad y sus ansias de poder” (un
mantra este muy avalado por Rajoy, a juzgar por cómo trata a nuestra líder en
el Parlamento).
En resumen,
fundamentados en ese tipo de recursos que anteceden a la aparición de la
racionalidad y de la ponderada valoración de las expectativas, el miedo a la
pérdida y la aversión por la incertidumbre pueden llegar a tener entidad
suficiente como para que acabemos perdiendo aún mucho más y nos aboquemos a una
situación de incertidumbre y riesgo aún mayor que la actual.
Saludos, Javier. Soy votante de UPyD desde hace poco tiempo, más que nada porque creo que es la única opción más o menos sensata y decente de las que se me presentan, aunque tengo una mentalidad conservadora. Me parece un análisis preciso el que hace usted, lo malo es que hace tiempo que opino que lo único que nos hará reaccionar a los españoles es vernos ante la tragedia.
ResponderEliminarIntentaré explicarme, considero que la más grave de nuestras crisis es el desafío separatista, que se ha subestimado siempre. Tenemos un presidente que lo más que se atreve a decir "es que ahora no es el momento", como si con dinero se pudiese hablar de secesión, pero siendo grave esto, lo peor es que no hace otra cosa que repetir la conducta de las últimas décadas. Llegar a concienciar a la sociedad española de todo lo que nos jugamos en conservar la unidad nacional es lo más importante que aporta UPyD - en mi modesta opinión, claro -. Lo que me desespera de muchos de mis conciudadanos, es que parecen pensar que si la secesión se produce, es algo que se arregla con pintar mapas de colores distintos, que te dan un pasaporte nuevo y hala, ya se arreglará todo... por decirlo de alguna manera, creo que los españoles aún no votan por UPyD o C´s porque no creen que la situación sea tan grave como es en realidad, y por tanto no se sienten con ganas de arriesgarse, lo que no sé es si cuando se den cuenta ya estará todo perdido o quedará tiempo para reaccionar.
Don Javier, don John Carlos. Muy buenos días.
ResponderEliminar¡Que coincidencia! Hace un par de días que compré el libro de Kahneman (Pensar rápido, pensar despacio). Empezaré con él en cuanto acabe mi lectura actual.
Igualmente, la semana pasada, apareció un artículo acerca de Kahneman en un suplemento dominical de la prensa (no recuerdo exactamente en cuál. Creo que fue en el de ABC).
En cuanto a UPyD... Pues no sé que decirles. No creo que la solución a las múltiples crisis que atravesamos venga de la mano de uno u otro partido político, plataforma, fundación, o think tank. Creo que debe ser la sociedad española —españolito por españolito, y no como "colectivo"— quien debe dar los pasos necesarios para salir del hoyo. Empezando, sobre todo, por un cambio total de mentalidad. Necesitamos un "Tea Party", no el "15 M".
Lo siento. Pero, políticamente, yo estoy más próximo a posiciones "minimarquistas".
Un saludo.
Amigo John Carlos, yo ni siquiera estoy seguro de que los españoles seamos capaces de reaccionar si acabamos (aún más) en la catástrofe; o que terminemos reaccionando de la manera adecuada y no hacia peor (ahí está Izquierda Unida preparándose como alternativa). El ejemplo de Argentina creo que nos ronda a todos. Tenemos una opinión pública bastante despistada. Y el ejemplo mejor de ello es el sesgo de muchos de nuestros conciudadanos hacia el nacionalismo separatista, que, desde luego, yo también creo que es nuestro principal problema. Es por culpa suya por lo que se montó esta chapuza de estado que tenemos y será por su culpa si hasta este estado se acaba desmoronando. Mientras todo el interés de nuestros gobernantes sea contentar a los nacionalistas, en vez de confrontarse con ellos (puesto que nunca se contentarán), seguiremos ahondando en nuestros males.
ResponderEliminarY ya que los cita, y puesto que yo cometí la negligencia de no hacerlo en el artículo, aprovecharé también para decir que considero a Ciudadanos no un partido hermano, sino el mismo partido que nosotros, hoy coyunturalmente diferenciados por una actitud de nuestra dirección que, en las bases de UPyD, no entiende nadie. No he conocido a un solo militante que no lo vea así.
Por otra parte, querido Don Sierra, yo he venido a parar a UPyD procediendo, en lo más inmediato, del liberalismo; este es un partido transversal, aunque es probable que la mayoría venga de la socialdemocracia. Nos unen sobre todo las evidentes urgencias que nos agobian a todas las personas sensatas hoy en España. En mis años mozos fui anarquista, y aunque hoy considero ese sustrato más bien pura inconsciencia juvenil, quizás me pueda remitir todavía a una idea filoanarquista, la de que el estado es un mal necesario, para empezar a situar mi manera de pensar. Seguro que no estamos tan lejos ideológicamente uno de otro. Pero, desde luego, mi parte más realista está convencida de que el sistema se ha de cambiar desde dentro. El movimiento de rechazo de nuestras putrefactas estructuras políticas, ha de articularse… políticamente; es decir, en un partido político. Porque si no, lo que quedaría sería reeditar la Comuna de París o algo así, y eso sería Guatepeor. Y llegada mi reflexión a este punto, y aun con conciencia de que UPyD no es la alternativa perfecta, es el caso que no hay otra en todo el panorama político actual (junto a Ciudadanos, que lo doy por supuesto). Al margen de esta alternativa, creo que sólo queda la inoperancia. Hoy por hoy.
Disfruten del fin de semana
Saludos, Javier - y a Don Sierra -. Yo también espero que aún se pueda reaccionar con sensatez, y estoy completamente de acuerdo en que nos arriesgamos a la argentinización, es más, si los separatistas consiguen sus objetivos, creo que lo que quedase de España caería en una especie populismo que tal vez nos llevase a algún tipo de respuesta autoritaria - lo triste es que tal vez fuese eso lo menos malo -. Hay días que me levanto austrohúngaro de 1918.
ResponderEliminarDon Sierra, el Tea Party no deja de ser una opción política, ser liberal está muy bien, pero la mayoría de los actuales liberales parecen olvidar que el progreso económico occidental, que se dispara a partir del siglo XVIII, se basa en el entorno seguro -relativamente,claro -, que la capacidad bélica de nuestros estados les proporciona a los comerciantes e industriales. Tal como yo lo veo, son los siglos de guerra los que crean al estado moderno, aunque ahora sea desmesurado, el Estado no me parece el mal absoluto que nos pintan.
Y buen fin de semana, cómo no.
ResponderEliminarSaludos, John Carlos. Me dio tiempo a leer su comentario antes de irme de fin de semana por ahí. Estoy dando vueltas a alguna idea con la que contestarle, quizás con la próxima entrada del blog, aunque todavía las tengo poco elaboradas. Le pido un poco de margen.
EliminarPáselo bien mientras tanto (y después también).