lunes, 1 de julio de 2013

Nuestra aversión a la incertidumbre (y alguna funesta consecuencia, por ejemplo, para UPyD)

Daniel Kahneman es un psicólogo con doble nacionalidad, norteamericana e israelí, al que curiosamente le concedieron el Premio Nobel de Economía, junto a Vernon Smith, “por haber integrado aspectos de la investigación psicológica en la ciencia económica, especialmente en lo que respecta al juicio humano y la toma de decisiones bajo incertidumbre”. La principal contribución de Kahneman a la ciencia económica consiste en el desarrollo, junto a Amos Tversky, también psicólogo e israelí, de la denominada teoría de las perspectivas, según la cual los individuos toman decisiones, en entornos de incertidumbre y que comportan riesgo, que se apartan de los principios básicos de la probabilidad, es decir, de la adecuada y proporcional valoración de los riesgos. A este tipo de decisiones lo denominaron “atajos heurísticos”, y en ellas tiene mayor influencia el miedo a la pérdida que el deseo de ganancia. Lo cual lleva a situaciones tan curiosas como la siguiente: si una persona, al salir de su trabajo y camino de su casa, se encuentra un billete de 50 euros y antes de llegar a casa, asimismo, lo pierde, el disgusto por esta pérdida resultará que es mayor que la alegría por aquel encuentro; por tanto, al llegar a casa, tras sumar alegrías y restar disgustos, el resultado no será neutro, como parecería lógico, sino que se irá a la cama disgustado. El problema, pues, se ha generado a la hora de escoger un punto de referencia a partir del cual dividir sus perspectivas, punto que resulta ser asimétrico: la alegría por encontrarse dinero se equipararía con el disgusto por perderlo sólo, por ejemplo, si uno se encuentra 50 euros y nada más pierde 35 (aunque algunos estudios sugieren que las pérdidas son el doble de poderosas, psicológicamente, que las ganancias a la hora de tomar una decisión). Todo lo cual indica que tenemos, de partida, como género humano, aversión por las pérdidas, eso que nuestro refranero registra con el dicho de que “más vale malo conocido que bueno por conocer”.

 
El caso es que este es un asunto que admite transitar hacia mayores profundidades, en las que van apareciendo interesantes variaciones que amplían los términos de la cuestión. Por ejemplo: parece que nuestra necesidad de contar con referencias en las que apoyar nuestra respuesta a situaciones de incertidumbre o riesgo nos puede llevar muy lejos de lo que la estricta racionalidad daría de paso. Kahneman y Tversky, en uno de sus experimentos, pedían a los sujetos que hicieran funcionar una rueda de la fortuna de esas que existen en los casinos. Después de que la rueda se parara en un número (que, evidentemente, resultaba aleatorio), se les pedía que calcularan a ojo de buen cubero el número de países africanos que había en las Naciones Unidas. Quienes habían sacado un número bajo en la rueda decían una cantidad pequeña, y los que sacaban un número alto hacían un cálculo superior. En suma, ante situaciones de incertidumbre, no esperamos a que la racionalidad o la experiencia nos ayuden a generar una respuesta, sino que echamos mano de cualquier referencia que el ambiente pueda perentoriamente darnos y nos apoyamos, a veces temerariamente, en ella. Buscamos, pues, en el entorno alguna señal a la que vincular nuestra necesidad de respuestas y, aunque esa asociación sea irracional o supersticiosa, nos apoyamos en ella antes que mantenernos en la incertidumbre. Así que tenemos aversión desproporcionada no sólo por las pérdidas sino, en general, por la incertidumbre o lo que conlleva riesgo.

Probablemente, creo yo, haya en esa necesidad de buscar referencias algunas diferencias según sea el grado de madurez que haya alcanzado el sujeto. Personas especialmente inmaduras en su desarrollo intelectual y afectivo manifiestan, por ejemplo, problemas de ecolalia, en los que su respuesta a las preguntas de un interlocutor se limita a repetir la pregunta o las últimas palabras de la pregunta; es lo único que se sienten capaces de responder. Es decir, no disponen de otra referencia de la que echar mano para responder que la pregunta misma, y a ella se aferran. El recurso al que recurrían los sujetos experimentales de Kahneman y Tversky para calcular el número de países africanos podríamos, en ese mismo sentido aunque evolutivamente un poco por encima de la ecolalia, asimilarlo a la superstición, que seguramente interviene en nuestras decisiones mucho más de lo que pensamos, pero que no agotaría ni resultaría definitivo a la hora de valorar nuestras posibles respuestas a las situaciones de incertidumbre, las cuales podrían ir siendo más o menos racionales también en función del grado de madurez alcanzado.

Hasta aquí pretendo que queden más o menos expuestos los términos de la solución. A partir de aquí, y así aprovechamos, intentaremos enunciar los propios del problema que pretendemos abordar.

Hoy vivimos en España una clara situación de incertidumbre: no sólo la crisis económica, también la institucional y la de nuestra estructuración territorial, así como la falta de credibilidad que transmiten los partidos políticos tradicionales, que han demostrado estar más interesados en mantener sus chiringuitos que en arreglar los problemas de la ciudadanía; añadamos la corrupción, incluyendo la falta de independencia del poder judicial, que impide afrontar la lucha contra ella con unas mínimas garantías, el despilfarro en el gasto público… En UPyD pensamos que todo ello debería favorecer decididamente la transición hacía otras formas de respuesta a los problemas económicos y de organización del estado, y consiguientemente hacia la emergencia clara de alternativas políticas, entre las cuales, la de UPyD sería, precisamente, una ellas. Incluso pensamos que, hoy por hoy, es la fuerza política más sensata del panorama político, por no decir la única. UPyD, efectivamente, está creciendo, pero ni mucho menos lo suficiente como para contrarrestar la inquietante sensación de que lo que en el horizonte aguarda puede ser aún peor que lo que hoy tenemos. Cuando nos estamos jugando, pues, el superar una situación catastrófica que, a pesar de algunos espejismos coyunturales, sigue empeorando y que está lastrando gravemente la vida de grandes sectores de la población, especialmente la de nuestros jóvenes, ¿por qué cuesta tanto que la racionalidad pueda abrirse paso?

La respuesta bien podría ser la que nos brindan los experimentos de Kahneman y Tversky: por un lado, la ganancia que promete UPyD no llega a contrarrestar el miedo a la pérdida que conlleva prescindir de las referencias mejor conocidas. Uno, cuando a la hora de valorar sus opciones deja intervenir a su parte racional, puede estar de acuerdo en que las propuestas de UPyD son más consistentes, si de afrontar nuestros problemas con garantía se trata, pero que un partido así pueda llegar a ser decisivo, ¿no sería como dar un salto en el vacío? El miedo a la pérdida puede, de un modo mayoritario todavía, más que la posibilidad de salir ganando.

Y por otro lado, UPyD es una fuerza suficientemente desconocida todavía como para que la opinión pública se sienta aún a falta de referencias sólidas en las que apoyarse a ese respecto. Y el mismo miedo al riesgo que supone apoyar algo nuevo, sustentado a veces en la mala fe de algunos, ha ido emitiendo unas referencias tan poco razonables como perversas que impiden que UPyD crezca lo que debería. Una de esas referencias que cuenta con predicamento es  que “UPyD es como los demás: cuando sus candidatos pisen moqueta, serán igual de corruptos”, desechando el dato de que proponemos medidas concretas que garantizarían la lucha contra la corrupción. Otro mantra que, como el de la rueda de la fortuna de aquellos sujetos experimentales que antes citábamos, tira irracionalmente de la opinión pública en contra de UPyD, es el de que “UPyD es un proyecto personalista de Rosa Díez, que es una persona egocéntrica sin otros intereses que el de saciar su vanidad y sus ansias de poder” (un mantra este muy avalado por Rajoy, a juzgar por cómo trata a nuestra líder en el Parlamento).

En resumen, fundamentados en ese tipo de recursos que anteceden a la aparición de la racionalidad y de la ponderada valoración de las expectativas, el miedo a la pérdida y la aversión por la incertidumbre pueden llegar a tener entidad suficiente como para que acabemos perdiendo aún mucho más y nos aboquemos a una situación de incertidumbre y riesgo aún mayor que la actual.

6 comentarios:

  1. Saludos, Javier. Soy votante de UPyD desde hace poco tiempo, más que nada porque creo que es la única opción más o menos sensata y decente de las que se me presentan, aunque tengo una mentalidad conservadora. Me parece un análisis preciso el que hace usted, lo malo es que hace tiempo que opino que lo único que nos hará reaccionar a los españoles es vernos ante la tragedia.
    Intentaré explicarme, considero que la más grave de nuestras crisis es el desafío separatista, que se ha subestimado siempre. Tenemos un presidente que lo más que se atreve a decir "es que ahora no es el momento", como si con dinero se pudiese hablar de secesión, pero siendo grave esto, lo peor es que no hace otra cosa que repetir la conducta de las últimas décadas. Llegar a concienciar a la sociedad española de todo lo que nos jugamos en conservar la unidad nacional es lo más importante que aporta UPyD - en mi modesta opinión, claro -. Lo que me desespera de muchos de mis conciudadanos, es que parecen pensar que si la secesión se produce, es algo que se arregla con pintar mapas de colores distintos, que te dan un pasaporte nuevo y hala, ya se arreglará todo... por decirlo de alguna manera, creo que los españoles aún no votan por UPyD o C´s porque no creen que la situación sea tan grave como es en realidad, y por tanto no se sienten con ganas de arriesgarse, lo que no sé es si cuando se den cuenta ya estará todo perdido o quedará tiempo para reaccionar.

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  2. Don Javier, don John Carlos. Muy buenos días.

    ¡Que coincidencia! Hace un par de días que compré el libro de Kahneman (Pensar rápido, pensar despacio). Empezaré con él en cuanto acabe mi lectura actual.
    Igualmente, la semana pasada, apareció un artículo acerca de Kahneman en un suplemento dominical de la prensa (no recuerdo exactamente en cuál. Creo que fue en el de ABC).

    En cuanto a UPyD... Pues no sé que decirles. No creo que la solución a las múltiples crisis que atravesamos venga de la mano de uno u otro partido político, plataforma, fundación, o think tank. Creo que debe ser la sociedad española —españolito por españolito, y no como "colectivo"— quien debe dar los pasos necesarios para salir del hoyo. Empezando, sobre todo, por un cambio total de mentalidad. Necesitamos un "Tea Party", no el "15 M".

    Lo siento. Pero, políticamente, yo estoy más próximo a posiciones "minimarquistas".

    Un saludo.

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  3. Amigo John Carlos, yo ni siquiera estoy seguro de que los españoles seamos capaces de reaccionar si acabamos (aún más) en la catástrofe; o que terminemos reaccionando de la manera adecuada y no hacia peor (ahí está Izquierda Unida preparándose como alternativa). El ejemplo de Argentina creo que nos ronda a todos. Tenemos una opinión pública bastante despistada. Y el ejemplo mejor de ello es el sesgo de muchos de nuestros conciudadanos hacia el nacionalismo separatista, que, desde luego, yo también creo que es nuestro principal problema. Es por culpa suya por lo que se montó esta chapuza de estado que tenemos y será por su culpa si hasta este estado se acaba desmoronando. Mientras todo el interés de nuestros gobernantes sea contentar a los nacionalistas, en vez de confrontarse con ellos (puesto que nunca se contentarán), seguiremos ahondando en nuestros males.
    Y ya que los cita, y puesto que yo cometí la negligencia de no hacerlo en el artículo, aprovecharé también para decir que considero a Ciudadanos no un partido hermano, sino el mismo partido que nosotros, hoy coyunturalmente diferenciados por una actitud de nuestra dirección que, en las bases de UPyD, no entiende nadie. No he conocido a un solo militante que no lo vea así.

    Por otra parte, querido Don Sierra, yo he venido a parar a UPyD procediendo, en lo más inmediato, del liberalismo; este es un partido transversal, aunque es probable que la mayoría venga de la socialdemocracia. Nos unen sobre todo las evidentes urgencias que nos agobian a todas las personas sensatas hoy en España. En mis años mozos fui anarquista, y aunque hoy considero ese sustrato más bien pura inconsciencia juvenil, quizás me pueda remitir todavía a una idea filoanarquista, la de que el estado es un mal necesario, para empezar a situar mi manera de pensar. Seguro que no estamos tan lejos ideológicamente uno de otro. Pero, desde luego, mi parte más realista está convencida de que el sistema se ha de cambiar desde dentro. El movimiento de rechazo de nuestras putrefactas estructuras políticas, ha de articularse… políticamente; es decir, en un partido político. Porque si no, lo que quedaría sería reeditar la Comuna de París o algo así, y eso sería Guatepeor. Y llegada mi reflexión a este punto, y aun con conciencia de que UPyD no es la alternativa perfecta, es el caso que no hay otra en todo el panorama político actual (junto a Ciudadanos, que lo doy por supuesto). Al margen de esta alternativa, creo que sólo queda la inoperancia. Hoy por hoy.

    Disfruten del fin de semana

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  4. Saludos, Javier - y a Don Sierra -. Yo también espero que aún se pueda reaccionar con sensatez, y estoy completamente de acuerdo en que nos arriesgamos a la argentinización, es más, si los separatistas consiguen sus objetivos, creo que lo que quedase de España caería en una especie populismo que tal vez nos llevase a algún tipo de respuesta autoritaria - lo triste es que tal vez fuese eso lo menos malo -. Hay días que me levanto austrohúngaro de 1918.
    Don Sierra, el Tea Party no deja de ser una opción política, ser liberal está muy bien, pero la mayoría de los actuales liberales parecen olvidar que el progreso económico occidental, que se dispara a partir del siglo XVIII, se basa en el entorno seguro -relativamente,claro -, que la capacidad bélica de nuestros estados les proporciona a los comerciantes e industriales. Tal como yo lo veo, son los siglos de guerra los que crean al estado moderno, aunque ahora sea desmesurado, el Estado no me parece el mal absoluto que nos pintan.

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  5. Respuestas
    1. Saludos, John Carlos. Me dio tiempo a leer su comentario antes de irme de fin de semana por ahí. Estoy dando vueltas a alguna idea con la que contestarle, quizás con la próxima entrada del blog, aunque todavía las tengo poco elaboradas. Le pido un poco de margen.

      Páselo bien mientras tanto (y después también).

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